Tuesday, December 14, 2010
El Accidente de Delia
El supervisor, un americano viejo, llegó y tras mirar la escena estuvo a punto del desmayo. Pálido se alejó para hablar por teléfono y no tardaron en llegar los ejecutivos. Uno de ellos averiguó la causa del accidente y de inmediato dio la orden para desaparecer el viejísimo rodapié maldito y todos los rodapiés de la factoría que utilizaban hasta ese momento los empacadores y empacadoras. Ya no había evidencia. Cuando alguien preguntó se le dijo que Delia tropezó en un cartón tirado en el piso. La ambulancia y los paramédicos llegaron de inmediato, estabilizaron a la muchacha y se la llevaron casi volando rumbo al hospital con la sirena prendida a todo volumen, ruidosa y estridente. Los más preocupados llamaron a los familiares de Delia para comunicarles la desgracia.
Lo que se supo después es que a la pobre Delia recién le suturaron la herida a las 6 de la tarde, es decir, estuvo más de 10 horas sentada, casi inconsciente por el shock y el dolor y preocupada por la suerte de su embarazo.
La buena noticia es que su embarazo sigue su curso normal, la herida en su ceja tardará en sanar pero no le dejará huella y los ejecutivos de la factoría respiran aliviados después de haberle hecho firmar a Delia un documento donde se dice que no tienen ninguna responsabilidad en el accidente y no reconocerán ningún pago monetario en caso de una posible demanda.
Es decir, todos tranquilos, quedaron curados en salud.
Cargo de Conciencia
No se habían visto desde hace muchos años, desde que cada uno tomó rumbos diferentes una vez que llegaron a Estados Unidos. Fueron vecinos en su pueblo y por coincidencia decidieron emigrar la misma fecha. El largo trayecto al norte les tomó varios meses, y durante ese tiempo se contaron cada uno sus respectivas vidas, con detalles, se rieron de la gente de su pueblo, de las travesuras en la escuela, de la muchachas que habían conocido, es decir, de las vivencias de su juventud. Una vez cruzado el río se separaron con un abrazo y la promesa de mantenerse en contacto. Pero no fue así, casi se olvidaron.
Hasta que un día, no hace mucho, se encontraron sin proponerse. Entraron en un deli y pidieron cerveza para refrescar la garganta y la memoria y volverse a contar sus últimas anécdotas. Carlos había decidido venirse a Nueva York desde Arizona por temor a la nueva ley de persecución a los inmigrantes. No había logrado tener una familia por lo que le fue fácil salir sin remordimiento en busca de una nueva oportunidad. Llegó a Long Island y tras un breve reconocimiento de la geografía se fue a vivir a Central Islip. Encontró trabajo en una lavandería que le quedaba a 15 minutos en bicicleta desde su casa. Mientras tomaba la que sería su última cerveza, le contó entre risas a Vicente que varias veces voló de su bicicleta porque algunos autos le habían embestido.
Se hizo de madrugada cuando salieron del local y cada uno se dirigió hacia sus casas. Se prometieron un nuevo reencuentro. Carlos apenas podía mantener el equilibrio y sin embargo decidió seguir su camino a pesar del pedido de Carlos de llevarle a su casa. Le vio alejarse y se perdió en la oscuridad de la noche. Pasaron dos días y fue cuando Vicente se enteró de la trágica noticia. Se quedó desolado cuando vio el noticiero en televisión. Se pedía que alguien identifique a una persona que había sido atropellada en la madrugada pasada. La descripción física era la de Carlos, no había duda. Ahora Vicente se culpa, derrama lágrimas de remordimiento por no haber podido ponerle cerco al destino. Su pena no tiene límite, quizás con el paso del tiempo logre superar ese dolor, por ahora bebe en memoria de su amigo.
El Día del Pavo
Jaime se hizo amigo de Jimy y juntos van para todos lados. Una tarde se detuvieron ante la máquina expendedora de gaseosas y allí Gabino constató el mayor atraco que alguien pueda imaginar. Como Jaime no sabe distinguir las monedas, Jimy le asesora pero le cobra una comisión, según sus propias palabras, porque nada es gratis en esta vida. Si la gaseosa cuesta 75 centavos, Jimy le cobra un dólar. Si una bolsita de nachos cuesta 50 centavos, Jimy gana 90. Pero a Jaime no le importa, quiere aprender todo rápidamente y pone tanto empeño que todos opinan que en poco tiempo será uno de los mejores trabajadores. Pregunta por todo lo que le llama la atención.
Un día, la cafetería estuvo adornada con figuras de Halloween y el muchacho pidió que le explicaran el significado de tanta calavera y tanta alegoría a la muerte. Dijo que en su país en esta misma fecha se honra a los muertos y nadie les falta al respeto.
Llegó la temporada de Acción de Gracias y la cafetería apareció adornada con figuras de indios semidesnudos, mujeres sonreídas con trajes largos y mucha comida. Se le dijo a Jaime que en esta fecha nadie trabaja y se aprovecha para reunirse en familia y disfrutar de una comida o cena donde no debe faltar el pavo, pero alguien quiso burlarse de él y le cambió la versión conocida. Jaime con toda su inocencia salió de la factoría despidiéndose de todos y deseándoles un feliz día del pavo.
El Refugio de Luigi
Pone tanto empeño que a ratos cansa porque repasa lo aprendido a gritos. Saluda y conversa con todo el mundo y siempre festeja sus propias ocurrencias con una carcajada que se escucha en toda la factoría. Cuando le preguntan cómo puede estar ahí, ganando lo poco que todos ganan porque está contratado por una agencia de empleos, Luigi se encarga de narrar su fantástica historia que no tiene final feliz.
Cuenta que una vez se ganó la lotería. Un cuarto de millón de dólares pasó por sus manos como un sueño, por lo poco que le duró y lo poco que disfrutó. Logró equipar su casa con lo último en tecnología y eso fue lo único material que compró porque el resto del dinero desapareció en menos de tres meses en fiestas, viajes y visitas frecuentes al casino. Allí su historia se vuelve misteriosa porque dice que ahora tiene una deuda tan grande que no logrará pagar mientras viva. Tuvo que huir, desaparecer y comenzar de cero. Los nuevos amigos de Luigi dice que posiblemente no se llama Luigi, que la deuda la dejó en Italia, que la casa fue embargada y la familia se refugió en algún país de Europa y que utiliza su nuevo trabajo como un refugio. Lo cierto es que Luigi no pasa desapercibido y todos anhelan que su alegría dure mucho tiempo, mientras arregla su vida.
Los Viajes de Aníbal
El caso es que a Aníbal no le detiene nada ni el mayor control de la patrulla fronteriza, ni el peligro de los grupos armados, ni tampoco las maras. Va y viene sin problemas, dice que conoce muy bien al coyote que le ayuda a cruzar y hasta ahora ha corrido con suerte. Hace menos de un año le nació una niña y sin pensarlo dos veces pidió permiso en la factoría y se fue a conocer a su hija. Volvió a los dos meses y relató la odisea de viajar sin papeles, la aventura que vivió, el riesgo y el peligro. Aníbal es una persona que siempre habla poco y concreto, es por eso que sus relatos son ciertos.
Dice que del grupo de quince que venía hacia Estados Unidos, murieron dos en el camino, simplemente mueren por agotamiento, por sed o porque la caminata es demasiado para ellos, se dejan caer y no hay nadie que se detenga a ayudarles, el grupo sigue, sin pensar en nada ni en nadie, su único objetivo es llegar al otro lado, como sea.
A pesar de las penurias Aníbal vuelve a emprender otro viaje y seguirá haciéndolo. En estos tiempos difíciles comenzó a construir una casa en su pueblo natal y todo el mundo le dice que es una decisión arriesgada, que se puede quedar sin trabajo, que puede enfermar o puede tener problemas mayores. Aníbal contesta con una sonrisa que es peor quedarse con los brazos cruzados, sin hacer nada, impávido. Puede ser su actitud decidida lo que le ayuda, puede ser su firmeza o su carácter alegre, el caso es que Aníbal se ha convertido en un ejemplo a seguir y es así que varios jóvenes de la factoría se acercan donde él para que les enseñe cómo lo hace y es posible que ellos emprendan la ruta de Aníbal. Y es posible también que nunca vuelvan.
Los Dados
Después se fue para una carpintería. Allí llegó como supervisor de la línea de muebles de cocina y claro, con un gran sueldo. Llegó la crisis, la factoría cerró, pero Andrés seguía con suerte porque inmediatamente comenzó su nuevo trabajo manejando el camión de la grama. Durante todo este tiempo amasó una pequeña fortuna, porque siempre ha sido ahorrador.
En su país comenzó la construcción de una casita para sus padres y hermanos. Aquí conoció a Andrea, una muchacha agraciada y compañera ideal para Andrés que no pasa de los 23 años de edad. Como se ve, al muchacho le ha ido bien en los últimos tres años, hasta ahora… que conoció a Carlos quien le metió en el mundo de los dados.
Todo comenzó como un juego, como para probar que tan afortunado era en el juego de azahar. Comenzó ganando 100 dólares, luego 200 y una sola vez llegó a ganar 800 dólares. Y ahí terminó su suerte. A partir de ese día todo ha sido pérdida tras pérdida. Cada semana acudía al deli del dominicano donde se juega a los dados en la parte de atrás del local. Allí pensó que podría ganar, pero nada. Luego alguien le llevó al sótano del turco donde las apuesta se hacen en grande, desde 500 para arriba. Esa fue su perdición. En menos de una hora perdió 5 mil dólares, casi todo lo ahorrado.
Ahora va cada noche al billar que está en un pueblo cercano y donde está Luis que es el que presta dinero a los perdedores de los dados y les motiva para que sigan jugando. Con Luis ya tiene una deuda de 3 mil dólares y sigue sumando. Andrés ha perdido todos sus ahorros, ya no envía dinero a sus padres porque ya no tiene nada, todo lo que gana lo juega a los dados.
Andrea está por irse ya no le soporta y para colmo la temporada de la grama está llegando a su fin. Parece que la fortuna le dio la espalda a Andrés que se resiste a dejar el juego, piensa que cualquier día recuperará lo perdido, pero no escucha a los sabios populares que dicen que el que juega por necesidad siempre pierde. Así ha sido y así será.
Derrotada
Uno de los supervisores le llevó a su oficina, mientras otro llamaba al gerente. El ambiente se volvió tenso entre los trabajadores, todos especulaban sobre lo sucedido, alguien le acusaba, extendía el dedo acusador, de pronto se convirtieron en jueces, decían que ella acostumbraba llevarse lo que no le pertenecía. Al fin llegó el gerente seguido de un séquito de esbirros y todos se encerraron en la oficina. La escena duró unos minutos eternos hasta que se abrió la puerta.
Uno a uno comenzaron a salir, primero los esbirros con mirada de triunfo como si hubieran realizado la hazaña de sus vidas, victoriosos, luego salió el supervisor con el rostro colorado, sudoroso, a continuación salió una mujer de la oficina llevando en sus manos lo que la supuesta ladrona estaba llevando, eran tonterías, nada de valor, allí se juzgaba el hecho no la cantidad en dinero.
La acusación de robo le daba mayor fuerza a la humillación de la muchacha que salió sin mirar a nadie, completamente derrotada, se dirigió a la salida seguida de las miradas de todos los presentes, abrió la puerta y desapareció entre la lluvia que caía ese momento.
Todos la acusaban, parecía que nadie en su vida había cometido un error así que todos tiraron la primera piedra para quedar perdonados por los supervisores, quienes a su vez fingían no saber que muchos llevan mercadería entre sus ropas. No se sabe sobre el futuro de ella, no se sabe si volverá, es incierto su futuro, si tendrá otra oportunidad, aunque pensándolo bien, si ella vuelve el dedo acusador estará apuntándole todo el tiempo. Nadie le perdona.
En Abandono
Era una apariencia la alegría que se veía en Ely, era una máscara, era una mentira su risa sonora. Cuando volvía a la casa donde rentaba un cuarto se sentía absolutamente sola, se sentía abandonada, deprimida, triste, nada la consolaba. Hasta que llegó Miguel, no a su vida sino a la factoría donde trabajaba. El era un tipo alegre, ocurrido y provocador. Le hizo la corte y ella no se inmutaba. Pasaron varios meses, dice ella, hasta que una noche en que más se sentía desolada recibió la llamada de Miguel que quería invitarle al cine, ella le propuso que mejor fuera a su cuarto y allí amanecieron acompañados y alegres.
Ely creyó en las promesas de Miguel y tras varios encuentros íntimos -no de amor-, quedó embarazada. Desde que le dijo a Miguel que iba a ser papá desapareció de su vida y no sabe nada de él. Lo peor fue que en la factoría ya no le recibieron de regreso después de tener a la niña. Comenzó el calvario de buscar trabajo por muchos lugares, nadie quería cuidar de su hija en las noches cuando encontró un trabajo en un bar. Y ahí, en esa transición casi desesperada, apareció Armando, un tipo que le entregó todo, es decir plata, auto, persona y amor. Pero ella no le quiere, le aceptó en su vida porque es útil, es bueno, no toma y le quiere a la primera niña como si fuera propia.
Por un descuido volvió a quedar embarazada, la niña ya nació y el muchacho se hará responsable de todo, según se cree el porvenir está asegurado. Sólo el corazón de Ely sigue en abandono, todavía está en espera de que alguien llene ese vacío ahora no quiere pensar en nada, ocupa su tiempo criando a sus dos hijas.
Atrapados
La conversación entre los trabajadores de la factoría, como es obvio, giraba en torno al rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en una mina durante 70 días. Todos daban detalle de lo que habían visto o escuchado. La conversación giró hacia el minero infiel y la decisión de su mujer de no asistir al rescate como una manera de protesta. Todos y todas opinaban, muchas lapidaron al minero por tener una amante, pocos dijeron cosas a su favor, hasta que Rosario, la mujer que pocas veces habla soltó su frase.
La conversación que en un principio comenzó con euforia se puso como solemne. Carlos dijo que hay millones de trabajadores en este país que viven peor que en un socavón, sin identidad, sin derechos, sin la posibilidad de recibir ningún beneficio, con miedo de enfermar, con pánico de las cuentas si alguien llega a un hospital.
Yolanda contó que tiene una deuda de tres mil dólares por una operación de apéndice que le hicieron a su hijo y cree que nunca va a poder pagar. Alguien dijo que los mineros recibieron el apoyo de todo el mundo y los doce millones de indocumentados, a pesar de ser productivos, no reciben el apoyo de nadie, más bien se les quieres sacar a la fuerza como a los peores criminales por el simple hecho de no tener un documento reconocido de identidad. Y no hay nadie que los rescate. Los mineros salieron en televisión y todos aplaudieron dice Yolanda, mientras que los inmigrantes salen en televisión sólo cuando están atados, deportados o detenidos mientras intentan llegar a buscar una mejor vida y todo mundo tuerce la nariz.
La conversación cambió de tono cuando Luis sugirió una cápsula para abandonar este país, sin rumbo fijo, hacia un mejor sitio, donde nos quieran bien, dijo. Y entonces se escucharon muchas propuestas como ir a vivir al campo, a la selva, a las montañas, a criar gallinas, a cosechar café, es decir, todos de alguna manera añorando la vuelta a casa, al calor del hogar, soñadores, esperanzados en días mejores, deseando la suerte de los mineros a los que todo el mundo adora.
Seguro de Vida
Su vida siempre ha estado cruzada por situaciones adversas. Cuando era niña se enteró que el gringo que paseaba por su pueblo era su papá. En los pocos momentos felices que tuvo, recuerda cuando él le tomó de la mano y sin decirle palabra le llevó a tomar helados frente al mar y poco tiempo después desapareció. Tal vez por el recuerdo de su padre aprendió inglés y soñaba con viajar a Estados Unidos. Una asfixia permanente le oprimía el pecho, deseaba con toda el alma salir del círculo en que vivía y siendo jovencita apareció en Nueva York.
Llegó con la ilusión de ver a su padre y contaba con su ayuda. Por referencias sabía cómo encontrarle y en efecto, le halló. Ella nunca estuvo preparada para tal recibimiento. Cuando salió el gringo viejo le dijo que ella pertenecía al pasado y no quería saber nada de ella y menos brindarle su ayuda, le miró con desprecio, cerró la puerta de su casa y dejó a Magdalena otra vez desamparada. De la rabia sacó fuerzas y dignidad y decidió seguir adelante sola.
Entró a trabajar a una agencia de viajes y allí conoció al que sería su suegro. Este hombre le propuso que se case con su hijo para arreglarle su estatus, le pidió seis mil dólares y se hizo el negocio. Para pasar la entrevista en inmigración los supuestos esposos decidieron pasar juntos todo el tiempo posible para conocerse. Salían juntos, paseaban, compraban y una que otra vez se amaron y se conocieron en la intimidad, incluso, dice ella, llegaron a quererse. Tras recibir la residencia fueron separándose, las visitas no eran frecuentes pero se mantenían en contacto.
Una mañana le llamaron a Magdalena para informarle que su marido había muerto en un accidente. Ella se encargó de todos los trámites legales y tras la cremación conservó las cenizas en su casa. Hace poco se enteró que su esposo tenía un seguro de vida y le había nombrado heredera universal de todos sus bienes y allí comenzó la tragedia. El suegro le llevó a la Corte donde denunció que su matrimonio había sido arreglado y reclamaba todo el dinero para él. No se sabe el fin de esta historia.
Magdalena espera la deportación, destrozada, sin ganas de vivir y sin ilusiones, por si acaso ya comenzó a vender lo poco de valor que tiene para llevar algo de dinero al pueblo al que juró jamás regresar.
Sunday, October 17, 2010
A la vuelta de la esquina
Hace poco murió Don Arbolito que se pasaba la vida fumando tabaco negro en la puerta de su casa. Era un pan de Dios, soportó como ninguno la tiranía de su esposa y el irrespeto de sus hijas. Posiblemente en cada bocanada de humo dejaba ir sus penas y sus rencores. Se cuenta que murió en paz, casi como vivió, sin meterse con nadie.
Luego fue el turno del vecino zapatero, ahora Gabino recuerda que nadie sabía el nombre, sólo le decían el vecino zapatero. Tenía su taller calle abajo, en un rinconcito de un patio bien cuidado. Al remendón se le admiraba por sus bastos conocimientos de política y de fútbol, por supuesto, y por su mayor pasión: escuchar radio-novelas a todo volumen y durante todo el día. Por él los muchachos de la época descubrieron aquellas creaciones fantásticas, ahora milenarias, que deleitaron a varias generaciones del pueblo. No se sabe cómo fue su muerte, pero seguro ahora descansa envuelto en los sonidos y los efectos mágicos surgidos de creaciones como El Derecho de Nacer, Kalimán, Roberto del Cid, El Gato, Yanco el Gitano, Porfirio Cadena, y muchas otras radio-novelas fabulosas.
El siguiente turno le tocó a la señora Amadita, una mujer octogenaria que tenía una tienda de abastos con altos precios. El mérito que tenía era que fiaba a medio mundo, aunque cobraba con creces las deudas, incluso se daba el trabajo de llegar hasta las casas de los deudores morosos para recordarles que ya no tenía hojas en blanco del cuaderno de las cuentas para anotar nuevos fios, lo que significaba que el crédito llegaba al fin hasta que se igualen las deudas atrasadas. Los que llegábamos a fiar teníamos ganas de robarle el cuaderno de las cuentas pero se decía que otros ya lo intentaron y Doña Amadita tenía un duplicado bien guardado, por si las moscas.
Todos los hasta aquí mencionados posiblemente cumplieron con creces su ciclo de vida, llegaron a mayores, gozaron, sufrieron y disfrutaron de la vida como el resto de sus congéneres, pero cuando la muerte le llega a alguien joven, es cuando provoca mayores tristezas como el caso de Ernesto. Dicen que el infarto le llegó en plena plaza, que fue fulminante y que él estaba en plenitud de facultades, gozaba de una profesión brillante, era una buena persona y simplemente llegó al fin en un día cualquiera.
Para todos aquellos que han abandonado el mundo, Gabino les envía su recuerdo. Parten adelante sin duda, y aunque dejan un inmenso vacío y una tristeza grande, la razón se impone. Llegó el momento de ser mejor persona, de terminar las cosas pendientes, de decirle palabras cariñosas a la pareja, de dejar de enojarse por nimiendades. Sin duda hay tiempo para disfrutar de la vida porque la parca, quien sabe, espera a la vuelta de la esquina.
Transporte escolar
Por fin el chofer cierra las puertas, recoge el signo de pare y arranca lentamente hasta la próxima esquina donde la escena se repite casi idéntica a la anterior y así sucesivamente. La fila de autos represados se vuelve interminable. Por el espejo retrovisor mira rostros llenos de angustia y frustración por la espera. En varias ocasiones Gabino se sale por calles transversales y busca otras alternativas pero está rodeado de buses amarillos, son su nueva pesadilla, no sabe qué hacer.
Su trabajo en la factoría peligra por llegar atrasado repetidamente. Ayer decidió salir a la madrugada, cuando estaba casi oscuro, llegó a la factoría antes de que abran las puertas por lo que se acomodó a esperar, prendió la radio y se puso a escucha música, se fue relajando y nunca supo a qué hora se durmió. Cuando se despertó el sol estaba en plenitud y Gabino atrasado otra vez. No hay caso, algo habrá que hacer, pedir unas vacaciones podría ser una buena alternativa por ahora hasta trazar una estrategia de supervivencia.
Atrapados
La conversación entre los trabajadores de la factoría, como es obvio, giraba en torno al rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en una mina durante 70 días. Todos daban detalle de lo que habían visto o escuchado. La conversación giró hacia el minero infiel y la decisión de su mujer de no asistir al rescate como una manera de protesta. Todos y todas opinaban, muchas lapidaron al minero por tener una amante, pocos dijeron cosas a su favor, hasta que Rosario, la mujer que pocas veces habla soltó su frase.
La conversación que en un principio comenzó con euforia se puso como solemne. Carlos dijo que hay millones de trabajadores en este país que viven peor que en un socavón, sin identidad, sin derechos, sin la posibilidad de recibir ningún beneficio, con miedo de enfermar, con pánico de las cuentas si alguien llega a un hospital.
Yolanda contó que tiene una deuda de tres mil dólares por una operación de apéndice que le hicieron a su hijo y cree que nunca va a poder pagar. Alguien dijo que los mineros recibieron el apoyo de todo el mundo y los doce millones de indocumentados, a pesar de ser productivos, no reciben el apoyo de nadie, más bien se les quieres sacar a la fuerza como a los peores criminales por el simple hecho de no tener un documento reconocido de identidad. Y no hay nadie que los rescate. Los mineros salieron en televisión y todos aplaudieron dice Yolanda, mientras que los inmigrantes salen en televisión sólo cuando están atados, deportados o detenidos mientras intentan llegar a buscar una mejor vida y todo mundo tuerce la nariz.
La conversación cambió de tono cuando Luis sugirió una cápsula para abandonar este país, sin rumbo fijo, hacia un mejor sitio, donde nos quieran bien, dijo. Y entonces se escucharon muchas propuestas como ir a vivir al campo, a la selva, a las montañas, a criar gallinas, a cosechar café, es decir, todos de alguna manera añorando la vuelta a casa, al calor del hogar, soñadores, esperanzados en días mejores, deseando la suerte de los mineros a los que todo el mundo adora.
Seguro de vida
Su vida siempre ha estado cruzada por situaciones adversas. Cuando era niña se enteró que el gringo que paseaba por su pueblo era su papá. En los pocos momentos felices que tuvo, recuerda cuando él le tomó de la mano y sin decirle palabra le llevó a tomar helados frente al mar y poco tiempo después desapareció. Tal vez por el recuerdo de su padre aprendió inglés y soñaba con viajar a Estados Unidos. Una asfixia permanente le oprimía el pecho, deseaba con toda el alma salir del círculo en que vivía y siendo jovencita apareció en Nueva York.
Llegó con la ilusión de ver a su padre y contaba con su ayuda. Por referencias sabía cómo encontrarle y en efecto, le halló. Ella nunca estuvo preparada para tal recibimiento. Cuando salió el gringo viejo le dijo que ella pertenecía al pasado y no quería saber nada de ella y menos brindarle su ayuda, le miró con desprecio, cerró la puerta de su casa y dejó a Magdalena otra vez desamparada. De la rabia sacó fuerzas y dignidad y decidió seguir adelante sola.
Entró a trabajar a una agencia de viajes y allí conoció al que sería su suegro. Este hombre le propuso que se case con su hijo para arreglarle su estatus, le pidió seis mil dólares y se hizo el negocio. Para pasar la entrevista en inmigración los supuestos esposos decidieron pasar juntos todo el tiempo posible para conocerse. Salían juntos, paseaban, compraban y una que otra vez se amaron y se conocieron en la intimidad, incluso, dice ella, llegaron a quererse. Tras recibir la residencia fueron separándose, las visitas no eran frecuentes pero se mantenían en contacto.
Una mañana le llamaron a Magdalena para informarle que su marido había muerto en un accidente. Ella se encargó de todos los trámites legales y tras la cremación conservó las cenizas en su casa. Hace poco se enteró que su esposo tenía un seguro de vida y le había nombrado heredera universal de todos sus bienes y allí comenzó la tragedia. El suegro le llevó a la Corte donde denunció que su matrimonio había sido arreglado y reclamaba todo el dinero para él. No se sabe el fin de esta historia.
Magdalena espera la deportación, destrozada, sin ganas de vivir y sin ilusiones, por si acaso ya comenzó a vender lo poco de valor que tiene para llevar algo de dinero al pueblo al que juró jamás regresar.
Wednesday, August 25, 2010
Dorita mete-candela
Le dicen Dorita no por cariño sino para diferenciarle de otras Doras que trabajan en la factoría. Ella, la Dora del cuento es pequeña de estatura, tiene el cabello largo pintado de color rojizo -color maldad dicen algunas- que al rato de inventar provoca conflictos gigantescos. Tiene una mirada aguzada, se diría ofídica, cuando fija su vista entrecierra sus ojos rasgados, inclina un poco la cabeza y la mueve como una serpiente cazando su presa. A esta acción le ayudan las cejas depiladas al ras que en su lugar ha pintado un par de líneas negras. No tiene amigas o amigos pero conversa con todo el mundo a pesar de sus pésimos antecedentes morales.
En la hora de descanso a ella le gusta utilizar un vaso enorme y cuando simula beber, posa sus labios delgadísimos en el filo y desde allí analiza a quienes están a su lado, mueve los ojos de un lado a otro y cuando descubre algún detalle, por decir si alguien se pintó el pelo o se lo arregló o viene con zapatos nuevos, inmediatamente se acerca y averigua, tras recabar información gusta de cambiar los detalles a su modo y comienza a regar su versión entre la gente. Si alguien le cuenta que pagó 80 dólares por un tratamiento de belleza, Dorita dice “a ella le robaron porque pagó 100 y miren qué mal le dejaron, un lado está más largo que el otro y los rayos que le hicieron no le lucen, yo (dice ella) no hubiera pagado por eso ni 20 dólares”. Sobre los zapatos comenta que “los mismos están en Payless a menos de 10 dólares y mejores”.
Le apasiona conocer los detalles de alguien que cometió algún error en la factoría y no está tranquila hasta averiguarlo todo. Al otro día comenta en voz alta sobre el suceso y le pregunta al o a la afectada si le van a sancionar.
Hace poco un muchacho se desmayó por el calor, llegó la ambulancia y se lo llevó. Dorita se perdió la escena por estar lejos, pero después contó que el desmayo no fue por el calor sino por una sobredosis de drogas. También dijo que una muchacha estaba embarazada cuando le miró hinchada la barriga producto de una indigestión. Ni hablar de las mujeres simpáticas o bonitas. A cada una de ellas le inventa un novio y no hace mucho provocó tremenda revuelta cuando afirmó haber visto salir del baño a una pareja arreglándose la ropa. Gabino se pregunta si existirán otras Doritas similares en otras factorías y si lograrán superarla en la habilidad para meterse donde nadie le ha llamado a esta metiche mete candela.
La venganza de Gloria
Lo primero que se le ocurrió fue acudir a un brujo para que le haga “un trabajo” a su marido y a la mujer que le acompaña. Se puso a leer con atención los anuncios que aparecen en los semanarios gratuitos que se encuentran en los comercios locales y allí escogió el que le pareció más acertado. El anuncio de un brujo decía que en tres días hace retornar al ser amado más cariñoso que antes y agregaba que si tenía mala suerte en el amor o el dinero no le llegaba, él podía arreglarlo de inmediato.
Gloria pidió una cita tal como decía el anuncio y acudió cuando le llamaron. La persona que le atendió le prometió resolver todos sus problemas amorosos y financieros por una cantidad que ella no revela pero que dice que le dejó sin comer por un par de meses. Ahora está esperando impaciente.
Los tres días prometidos ya pasaron de largo, el dinero no le llega y el brujo le dice que su caso es muy difícil, que necesita más tiempo y dinero para ver los resultados. La familia le cuenta que su marido está como chiquillo con la nueva mujer y ha descuidado a los niños que ahora están desamparados, además porque ya no reciben el dinero que ella les enviaba. Gloria se ha puesto un plazo, si el brujo no le ayuda en la venganza, ella personalmente va a ir hasta su pueblo a poner fin a la burla de que es objeto.
Descansa en paz
Decidió no terminar el colegio y se recluyó en su habitación donde permanecía largos períodos que a veces pasaban de una semana.
Sus padres y sus hermanos nunca quisieron aceptar su condición y para ellos era un alivio que desapareciera de la vista por tantos días. Su madre decía que era un artista, un ser delicado, muy sensible y de esta manera justificaba su apariencia. Para su hermano mayor era simplemente un ser repulsivo al que había que ignorar por completo. En cambio con su hermana menor mantenía una relación de negocios, según sus propias palabras, porque con ella confeccionaban chocolates y golosinas finas que luego las vendían a buen precio en distintas tiendas de su pueblo. Este dinero le servía para comprar la ropa fina que vestía, los perfumes y mucha música y libros. Rara vez conversaba con alguien de su familia, prefería hacerlo con gente extraña con la que se sentía cómodo.
Pasaba el tiempo y las depresiones aumentaban. La última señal la dio cuando se negó a comer por varios días y dejó de salir de cuarto, ya no se bañaba ni perfumaba y ya no escuchaba música. Nadie se dio cuenta o no quisieron darse cuenta del cambio. Los padres habían decidido hacer un sacrificio en sus finanzas y le anunciaron que debía alistarse para viajar a Francia, donde ya estaba matriculado en un colegio en calidad de interno. Le dijeron que allá se sentiría a sus anchas porque iba a estar entre gente de su condición, es decir gente sensible con alma de artista. Por eso adelantó su muerte, para no alejarse del lugar seguro donde vivía, donde no hacía daño a nadie, por lo menos eso era lo que imaginaba. Lo dijo su madre durante el velatorio, con un suspiro casi de alivio, “por fin mi hijo descansa en paz”.
El Muelle
Tras recorrer unas cuantas calles, los paseantes llegaron a su destino. Era casi la noche. Un guardia controlaba el ingreso al muelle y quienes querían ingresar debían mostrar un pase otorgado por las autoridades del pueblo. Gabino no dejó de comentar tal organización y tanto orden.
Una vez parqueado el auto, los amigos se enrumbaron al muelle. Gabino miró con terror cómo a lo lejos una multitud se movía incesante al borde mismo del mar. Pensó en un accidente, un barco hundido, una persona ahogada o alguna tragedia que convocaba a tanta gente. Aceleró el paso para decifrar el dilema, pero al llegar se llevó otra sorpresa. No había tal accidente, eran personas dedicadas a pescar cangrejos o jaibas o como se llamen unos moluscos color lodo con tenazas que salían del agua sostenidos a un muslo de pollo.
Esta era una escena que Gabino nunca había visto en su vida: personas, todas hispanas, pescando con una presa cruda de pollo amarrada a una piola que lanzada con fuerza iba a sumergirse entre la vegetación marina. Cuando el molusco mordía o atenazaba la presa de pollo, el pescador o la pescadora -porque había muchas de ellas- le sacaba con cuidado y le ponía en un envase plástico junto a otras jaibas o cangrejos.
Gabino miró a lo largo del muelle y constató que no había lugar para caminar. Todo el espacio estaba ocupado por familias enteras dedicadas a la pesca. Había mujeres con niños recién nacidos que los dejaban un lado para ir a controlar la presa. Otros niños y niñas más grandes corrían, jugaban o lloraban entre la multitud. Sus padres les llamaban al orden que era obdecido por breves segundos y volvía la algarabía.
Gabino casi muere del susto cuando una mujer le gritó ! cuidado ! porque casi pisa un cangrejito que se había escapado del tacho plástico. La mirada de rabia de la mujer se clavó en la espalda de Gabino hasta que se alejó de ese lugar mirándo al suelo para evitar nuevos sustos.
El caso es que los amigos caminaron por el muelle casi a empujones hasta salir a un claro donde Gabino miró otra escena, esta vez de película. Un bar sólo para americanos que disfrutaban del happy hour, con música en vivo y aislados del resto del mundo por una cerca metálica o algo parecido que les daba protección del ingreso de intrusos pero no de las miradas indiscretas de los pescadores que mientras esperaban la presa, admiraban a las mujeres bellas e inalcanzables.
Lllegó la noche y los amigos se alejaron del lugar. Gabino se quedó pensando si aceptará una nueva invitación al muelle, de donde salió conmocionado. Tal vez por respirar el aire marino.
Se fueron de uno en uno
El primero en partir fue Armando, un hombre que respondió “mándale a él que no hace nada”, ante el pedido de Gabino de poner unas cajas en el camión de reparto. Armando se fue ese mismo día por su voluntad, nadie le hechó, tal vez sintió vergüenza por su respuesta o simplemente supo que no había futuro para él en la factoría.
El segundo en irse fue Michael, un hombre elegante, de buen gusto en el vestir, pero demasiado moderno para cumplir las tareas que se le sugerían. Todo el tiempo, desde que llegaba hasta que partía tenía en su mano el celular y chateaba. Si tenía que mover mercadería, paraba y enviaba mensajes de texto, cuando quería volver a mover las cajas recibía el mensaje de regreso y respondía. Lo que una persona normal hace en una hora, Michael lo hacía en cuatro. Duró en la factoría apenas tres días, lo hechó el supervisor después de encontrarle escondido enviando mensajes de texto.
El tercero, Juan Carlos, apenas entendía la lógica del trabajo, se resistía a usar la computadora, herramienta básica en el trabajo, pero era muy afanoso en mover mercadería. Terminó una semana de trabajo y nunca más apareció por esos lados.
Y quedó Luis, un hombre con una mirada llena de cólera, que no aceptaba sugerencias de ningún hispano y sí del gringo supervisor. Luis se jactaba de ser economista, decía que en su país había organizado una bodega de una compañía muy importante de insumos alimenticios. A la primera oportunidad, criticaba la forma de trabajar de Gabino y su equipo, se quejaba de la falta de espacio, y del calor en estos tiempos de verano. Un día llegó más enojado que de costumbre,entró con una actitud de pocos amigos y cuando Gabino le pidió que hiciera una tarea, le miró con aquella mirada de odio y cólera, tiró por el piso una caja que tenía en sus manos y salió como alguien sale de prisión a la libertad.
Ahora Gabino tiene la fama de ser quien despide al personal, que es intolerante y no soporta a nadie a su lado, que quiere ser el rey de la factoría. Unos lo dicen con malicia, pero la mayoría sólo comenta por molestar, porque saben que Gabino no es el único pero sí el mejor, bueno, esto lo dice sólo para sus adentros.
Doce Dedos
En esta ocasión se contó la historia de Doce Dedos que es verídica y ocurrió en un pueblo conocido por todos. Dicen que por allá vivía una señora que era muy chismosa, que se pasaba el tiempo mirando los defectos ajenos y comentándolos con todo el mundo, hasta con el gato y con el perro. Se dio la casualidad de que la mencionada chambrosa quedó embarazada y tuvo un hijo con seis dedos en cada mano. El niño, que no tenía la culpa de la boca ligera de su madre, tuvo que cargar la cruz de la burla de todo el pueblo, especialmente de los compañeros de escuela y luego de colegio que en toda ocasión hacían mención de sus doce dedos. El niño siempre fue tímido y nunca respondía a las burlas y empujones de cualquier zipote que se creía con derecho a atacarlo.
Un día, uno de los muchachos más populares y más grande entre sus compañeros atacó de verdad a Doce Dedos con palabras soeces y con acusaciones temerarias sobre su madre. Doce Dedos hizo honor a su nombre cuando multiplicó cada uno de los golpes que le propinó al mozalbete hasta hacerle pedir perdón para que pare la lluvia de golpes que estaba recibiendo.
Tras este suceso, Doce Dedos desapareció del pueblo y ahora las mujeres de la factoría aseguran que está viviendo en Long Island. Ellas juran que le han visto esperando por trabajo en la placita donde se reúnen los jornaleros y desde ya advierten que cualquiera que se meta a mencionarle su defecto o se burlen de él, recibirán la misma dosis que Doce Dedos le aplicó a su burlador hace ya muchos años en aquel pueblo conocido por todos.
Santos no es lento
Así pasó casi dos años, hasta que comenzaron a llegarle los primeros chismes de infidelidad. No quiso hacer caso porque todo el tiempo se habla de eso y la gente inventa, dice Santos, pero cuando un amigo muy cercano le dijo que él había visto con sus propios ojos cómo entraba un tipo a su casa apenas él salía, se quedó pensando. No dijo nada a su mujer, actuó con la normalidad que le permitía la duda y al otro día salió como de costumbre sólo que esta vez se quedó en el deli de la esquina, vigilando. Así pudo identificar al tipo que entró luego que los niños se fueron para la escuela. No sabía que hacer, se quedó en blanco, perplejo, vacío y como un autómata se fue para el trabajo. Todo el día y la noche pensó y pensó en lo que haría, en cómo darle su merecido a la mujer infiel y vengarse del conocido, casi pariente, que se burlaba de su buena fe, porque él le había ayudado a pagar la cuenta que tenía con los coyotes.
Santos no quería ir preso si les mataba, porque esta idea sí cruzó por su cabeza, pero sabía que tenía que darles un escarmiento que les dure toda la vida. Amaneció otra vez, salió y se fue al deli. Una vez que vio que el tipo entró confiado, caminó hacia su casa. Con una habilidad inaudita, escaló las paredes y entró por una ventana que daba al baño. Todo fue muy veloz, la pareja no tuvo tiempo de separarse cuando Santos entró en el dormitorio. Ella se quedó petrificada y él intentó gritarle algo, pero el golpe preciso que recibió en la cara le dejó casi inconsciente. Santos miró a los ojos de su mujer, ella no pudo sostener su mirada y entendió el mensaje. Se vistió, tomó su ropa y salió, seguida del amante, los tres en silencio. En el tribunal, tras su divorcio, ganó la custodia de su hijo varón y ahora se pone contento porque el muchacho logró terminar high school y piensa seguir una carrera corta. Todos tratan de cobarde a Santos por no haber destrozado a los amantes. El escucha y calla. Le llaman cornudo, cachudo y otros nombres similares. Sólo él sabe que hizo lo correcto y sonríe cuando dice que se las cobró completas y se da por satisfecho. A propósito, el tal pariente ha desaparecido del mapa, nadie le ha visto.
Ella
Ella siempre ha demostrado con creces que es un ser humano con una fortaleza y una vitalidad férrea pero es sensible. En este breve trajinar se han ido conociendo sin tapujos, por eso él cree que debe socorrerla, decirle palabras de aliento, contarle que hay momentos en que no se debe ceder ni dejar caer todo lo que hasta el momento se ha logrado. Ambos saben que ha sido un largo proceso eso de ir derribando las murallas de la indiferencia, de combatir contra molinos de viento levantados por personas aparentemente solidarias.
Este es el momento de decirle a ella que llegó el momento de cambiar de rumbo, de creer en lo que hace con su apoyo, porque es necesaria, porque es importante, porque hay personas que le quieren y se comprometen sin condiciones a acompañarle en el largo peregrinar hacia nuevos proyectos, con ideas claras, con el corazón abierto y con nuevos sueños realizables. Ahora sólo quiere encontrarle para decirle palabras bonitas, contarle cuentos que le hagan reír, hablar y hablar de cualquier cosa, de nada y de todo.
Porque han sido las palabras las únicas cómplices en el mutuo entendimiento. Y aunque la canción dice que las palabras sobran, en este caso, las palabras faltan como falta ella.
La Junta
Varias personas se ponen de acuerdo para juntar una vez por semana una cantidad de dinero que luego se entrega a cada quien según el turno que se define tras un sorteo. Todos los lunes, una persona pide el dinero a los jugadores y pone en las manos de el o la favorecida de la semana. La junta termina cuando todos o todas han recibido el dinero y si desean vuelven a jugar partiendo de cero.
En el caso de Aurora se pusieron a jugar 10 personas que entregaban cada semana 200 dólares. Todos eran vecinos que vivían en la misma casa. A ella le correspondería recibir los dos mil dólares al final porque en el sorteo sacó el último número. Todo marchó con absoluta normalidad hasta la semana nueve. Durante los fines de semana se reunían en la única sala de la casa y la pregunta de rigor giraba en torno a lo que se haría con tanta plata. La mayoría pagaba deudas, otros mandaban giros a sus países de origen, los más jóvenes se compraban electrónicos de última moda o ropa, zapatos y mil cosas diversas.
Lo cierto es que esto de la junta es una maravilla pensaba Aurora, que tenía decidido invertir el dinero en pagar pensiones atrasadas del colegio de sus dos hijas, comprar material para avanzar en la construcción de su casa en su país y si le sobraba, comprarse una nueva mudada que tanta falta le hacía.
Al fin llegó el día de recibir la platita, cuenta entre sollozos, pero como tenía que trabajar le pidió de favor a la vecina que tenía el dinero acumulado que le guarde hasta su regreso en la tarde. Llegó como a las cinco, cansada pero feliz. Pensó que todavía alcansaba a hacer el giro del dinero en el cashier de la Main Street. Cuando entró a su casa fue para el cuarto de la vecina, golpeó, llamó a gritos y nada. Un muchacho salió del cuarto de enfrente y le contó que la vecina se había mudado en la mañana sin decir nada a nadie. El la vio cuando se subía a un taxi con sus cosas y no sabía nada más.
Aurora no para de llorar, todos le consuelan. Ella dice que llora de rabia y vergüenza por ser tan confiada y tonta. Está pensando dejar para siempre el vicio de jugar a la junta, aunque no faltan voces que le invitan a participar y le ofrecen el primer número para que pague las deudas y siga con la construcción de su casita.
El ratón y María
Sucede que en la factoría donde trabajan los protagonistas de esta historia apareció un ratón muerto. Nadie se alteró ni cambió su rutina por un simple roedor tirado en el piso.
El rumor se extendió y la versión cobró signos alarmantes cuando se dijo que al ratón le habían sacado de dentro de la máquina de agua, donde todo el mundo calma su sed, especialmente en estos días de intenso calor. Gabino apeló a la cordura. A todos los que quisieron escucharles les dijo que era imposible que el bicho se hubiera metido dentro de la máquina y menos que se haya ahogado para luego aparecer en el suelo, esto ni siquiera era posible porque la mencionada máquina está sellada.
No sirvió de nada tal análisis, más bien dio pie para que las mentes ávidas de fantasías señalen que en la mencionada fuente de agua se encontraron, no hace mucho, gusanos y otras clases de insectos.
María que quiso ser bailarina, no tardó en convertirse en protagonista de la protesta y pidió hablar con el jefe de la factoría para pedirle explicación por la falta de higiene en el lugar, donde los roedores se pasean ante sus ojos de todo el mundo sin que nadie haga nada por resolver tan grave problema. María exigió a gritos que se cambie la fuente de agua, que se fumigue todo el edificio por dentro y por fuera y de paso se instale aire acondicionado -que no existe- para no tener que beber tanta agua de una máquina dudosa por vieja y por sucia. El caso es que nadie, absolutamente nadie participó de la protesta junto a María, tal vez porque no estaban muy seguros de su veracidad o por cobardía que puede ser una afirmación cierta.
El jefe trataba de explicarle a María que sus argumentos no tenían sustento, pidió que alguien le traduzca por si ella no entendía lo que él le decía y por último los dos, tanto el jefe como María comenzaron a gritarse a tal punto que aparecieron las caras extrañas de la gente que labora en las oficinas principales averiguando el origen de tanto escándalo.
Los gritos seguían hasta que ganó el poder. El jefe suspendió a María por el resto del día y le pidió a gritos que se fuera. Ella corrió a buscar su cartera, pero antes de salir pasó por la oficina del jefe, abrió la puerta y con la voz quebrada por el llanto le gritó dos veces f***,f*** y se fue.
El jefe con una cara de rabia y asombro corrió tras María, pero sólo alcanzó a ver como ella se alejaba a toda velocidad en su auto, dejando a todos con la boca abierta por la rapidez con que una persona puede perder su trabajo.
Friday, June 11, 2010
María ya no es la misma
Quienes la han visto últimamente dicen que su actitud es desafiante, con una mirada penetrante y defiende a su pareja del peligro de la seducción en cualquier parte y a toda hora. Gabino hace memoria, como siempre, y retrocede un año cuando trabajaba con María B. en la factoría. La historia de esta muchacha se sabe de memoria por la cantidad de veces repetida. María B. es delgadita, se diría casi anémica, tiene la piel clara, casi transparente como si el sol nunca la hubiera tocado con sus rayos.
Ella tuvo su primer hijo a la edad de 14 años luego de ser forzada por un hombre mayor que cometió la violación y desapareció como si se le hubiera tragado la tierra ante las amenazas de venganza del padre de María. Sin saber cómo, ella tuvo en sus brazos a un ser de carne y hueso que vino a reemplazar a las muñecas con las que jugaban la niña y sus cinco hermanas. Pasaron dos años y quedó embarazada como producto del amor prometido por un hombre que se convertiría en su marido. Nació una niña que ahora tiene 11 años y es quien lleva la casa en su tierra natal, una vez que María B. decidió venir a los Estados Unidos tras el abandono de su esposo y el nacimiento de un nuevo niño.
En Estados Unidos María vive en un barrio pesado, caliente, donde las maras se disputan el territorio con violencia. Las peleas callejeras, los insultos entre vecinos, la presencia cotidiana de la policía y uno que otro disparo a la madrugada ya no le afectan como al principio. Tampoco le toma de nuevo mirar que uno de sus vecinos de cuarto llegue sangrando por que le golpearon para robarle al salir a comprar cerveza en la noche. Ella se levanta para curarles y compartir la bebida. Es que María B. ha encontrado en el alcohol y la cocaína la vía de escape a tanta miseria humana, como le cuenta a Gabino cuando le habla por teléfono de madrugada pidiéndole perdón por la llamada y el abuso. Ella se enamoró de un compañero de trabajo. Se alimentaron de besos en las horas de descanso y compartieron sus penas los fines de semana. Todo terminó porque él no se portó como un hombre en la cama dice ella y no porque le pedía dinero como dice él.
La metamorfosis de María B se ha dado por una simple necesidad de supervivencia le confidencia a Gabino, no es que sea del otro equipo. En su vida apareció una muchacha necesitada de cuidados y despechada del abuso de tanto hombre que se aprovechó de su cuerpo y de su trabajo desde que llegó a vivir a este país. Poco a poco fue conquistando a María B. quien vio la oportunidad de mejorar sus finanzas porque ella le paga todo a cambio de complacerle una que otra extravagancia como pedirle que se vista como hombre y otros detalles que no se cuentan porque todavía quedan rezagos de pudor en su corazón fogueado en muchas andanzas y en innumerables experiencias. Por hoy todo marcha bien en su relación dejando de lado los celos. Espera María B. que con el tiempo logre mayor confianza de su pareja, la soporta porque ahora tiene dinero para enviar a sus hijos que necesitan el dinero cada mes sin falta ni demora y ella también desea que llegue algo y no sabe bien qué es, pero espera.
Friday, June 4, 2010
Te van a dar Raúl
Las quejas ya han llegado al supervisor y éste ha llamado a Raulito para explicarle que lo que está haciendo se llama acoso sexual, que puede ir detenido y que si sigue en sus andanzas va a ser despedido del trabajo. Nada parece detener las ínfulas del joven Raúl, que sostiene que toca a las mujeres porque les gusta y él es un experto amante. También asegura que las amenazas por acoso nunca se cumplen porque se necesita valor y hasta ahora nadie ha tenido el suficiente para hacerle detener. Sobre el trabajo opina que cuando uno está legal en este país es fácil encontrar otra chamba.
Lo que no sabe Raulito es que varias mujeres se han puesto de acuerdo y han hablado con sus maridos y en uno de estos días ellos le van a dar su merecido por mañoso y mani-larga -como dice una de ellas en un susurro- y tampoco va a se necesario denunciarle, para qué, no hará falta.
Saturday, May 29, 2010
La parca no perdona
Ana María quiere ser bailarina
El deporte de Diana
Quizás algún día
Friday, May 14, 2010
César el cantor
Sunday, May 9, 2010
Recordando a mamá
Cierto día, cuando Gabino era muy pequeño, su madre le llevó al Monte de Piedad. Sucede que era el último día de plazo para retirar los objetos de valor, al otro día se remataban en subasta pública. No existía poder en el mundo para recuperar lo empeñado terminado el plazo y por eso Gabino y su madre se sumaron a los cientos, tal vez miles, de seres desesperados que pugnaban por llegar a las ventanillas de pago. Era tal el descontrol que no se respetaba nada ni nadie. La madre levantó a Gabino con esfuerzo del suelo porque le estaban asfixiando, le sentó en un muro de una ventana y tras decirle que le espere, se sumergió en la marea humana. Gabino miró con desesperación como desaparecía su madre entre tanta gente y al no saber qué pasaba se puso a llorar desconsolado. No tiene idea de cuánto tiempo estuvo allí, creía que había perdido para siempre a su madre, sólo recuerda que le vinieron unas ganas infinitas de dormir, cerró los ojos y se abandonó al sueño. Le despertó un ligero movimiento, era su madre que aparecía como si viniera de una batalla, despeinada, la ropa maltrecha, sudorosa y los ojos llenos de lágrimas. Gabino no supo si lloraba porque logró recuperar sus prendas o porque las había perdido. La madre le tomó suavemente entre sus brazos, le apretó contra su pecho y después de este abrazo cálido e infinito, le puso en el suelo, le tomó de la mano y le llevó a tomar una golosina.
Este capítulo es sólo uno de los tantos que Gabino vivió junto a su madre. Ella luchaba sola contra la miseria, tenía ocho hijos que mantener y cada día significaba un reto para sobrevivir. Cuántas veces Gabino fue testigo de la fortaleza y la valentía de su madre para mantener a su familia. Ahora se estremece al imaginar el calvario que habrá vivido para llevar el alimento a sus hijos. Lavó ropa ajena en el río, planchó toneladas de ropa, vendió pan desde la madrugada, caminó hasta el agotamiento ofreciendo mercaderías que luego no podía cobrar por dejar fiado, pero nunca permitió que sus hijos sufrieran de hambre o se quedaran sin ir a la escuela. Gabino quiere expresar su amor a la madre que está esperándole que vuelva para abrazarle, para mimarle y decirle que es su hijito del alma. Por su parte él se siente un ser privilegiado de tener una madre tan adorable, que le enseñó que a la vida hay que enfrentarla con fortaleza y con mucho coraje, que le dijo que la fortuna no está en acumular dinero sino en usar la inteligencia para conseguir los objetivos a través del amor y el respeto al prójimo, que fueron suficientes sus palabras para convertirle en un ser humano sensible. Por todo esto Gabino ama a su madre y espera que en su día, todas las madres del mundo reciban el cariño de sus seres queridos.
Sunday, April 18, 2010
El juicio terminó
Gabino conversa con sus compañeros de trabajo sobre la muerte de Marcelo y le sorprende la reacción de muchos de ellos. Pocos están informados sobre el crimen, muchos no pueden definir lo que significa odio racial y varios cuentan que en algún momento sufrieron ataques a los que no dieron importancia porque no pasaron de insultos que no entendían; empujones en veredas; arranches violentos de sus gorras que fueron lanzadas lejos del alcance y muchas miradas de odio “como que me querían golpear”, cuenta uno.
A Gabino le sorprende encontrar a compañeros suyos, hispanos, que discriminan a otros por el color de su piel o por ser de un país vecino al que desprecian. Los epítetos son frecuentes, los insultos se multiplican y al escucharlos cada día ya no provocan reacciones y nadie se detiene a pensar que este es el inicio de la pérdida de conciencia sobre el odio racial y sus consecuencias. Gabino espera el veredicto sobre el caso de Marcelo, confía en que se hará justicia y mientras espera, saca de su bolsillo una hoja de papel arrugado, como si hubiera sido abierto y cerrado muchas veces, lo desdobla y al fin recuerda que alguien le hizo llegar para que lo leyera y diera su opinión sobre la prosa.
El texto es el siguiente:
Por azahares del destino, Marcelo, todos te nombran. Eres reconocido por que estás muerto. Fuiste atacado cobardemente y asesinado. Ahora, Marcelo, eres un símbolo de quienes fueron humillados y callaron. Te enfrentaste, Marcelo, no a un grupo de cobardes, te enfrentase, cinturón en mano, a todo un sistema de intolerancia y odio, de prepotencia e indiferencia. Defendiste tu honor y el de miles que sienten rabia y frustración por no tener voz y no ser reconocidos, Si alguien no ha visto tu último retrato después de muerto, que lo haga. Yaces dormido pero indigna mirar tu rostro mancillado, golpeado, atacado por una pandilla vil que ahora se muestra compungida. Están esperando perdón por sus actos canallas y suplican la rebaja de su pena. Tras tu muerte, Marcelo, se han levantado voces. Algunos piden paz, yo pido justicia. Que sea Dios el que les perdone y que sean los hombres los que les juzguen. Que tu nombre, Marcelo, nunca deje de escucharse. Y clamo porque cada año del aniversario de tu muerte, se convierta en un referente para exigir cambios y justicia. Que en paz descanses.
Thursday, April 1, 2010
Acto de reflexión
Friday, March 12, 2010
Gabino busca trabajo
Como todo inmigrante, Gabino se puso a buscar trabajo sin saber hablar inglés. Llenó decenas de aplicaciones, tocó innumerables puertas, acudió a cada una de las ofertas de trabajo que se le presentaban y nada, no conseguía nada. Así se mantuvo por algunas semanas hasta que por fin, por una recomendación, logró ubicarse en una factoría de cheesecake. Lo que no sabía Gabino era que el puesto que llegó a ocupar estaba destinado para otra persona. Desde el primer día, todos y cada uno de los trabajadores se esmeraron en hacerle la vida imposible. El supervisor que formaba parte del plan para despechar a Gabino le encargaba los trabajos más pesados como cargar quintales de azúcar, lavar las gigantescas ollas donde se preparaba el producto, barrer, quitar nieve, en fin, las tareas más disparatadas que se les podía ocurrir como contar envases uno a uno y separarlos por tamaños, para luego ponerlos como al principio. Gabino se mostraba desafiante y hacía cada una de las tareas con eficiencia, sólo que el cuerpo ya no daba para más. Se enfermó y tuvo que pedir permiso. Fue su salvación, porque al retornar le dijeron que el puesto ya estaba ocupado y recién se enteró que todos los que trabajaban en este sitio eran familiares, desde el supervisor hasta el nuevo contratado. Por supuesto Gabino se alejó aliviado y agradecido a buscar un nuevo trabajo.
Tras la primera experiencia, Gabino se mostraba cauto, no vaya a repetirse el infierno. Tras una breve búsqueda, le tocó en suerte trabajar en limpieza. Mientras lavaba baños, abrillantaba corredores, aspiraba alfombras, vaciaba papeleras, limpiaba vidrieras, recogía basura, desinfectaba comedores, paleaba nieve, pulía pisos, y hacía otras funciones afines, Gabino recordaba su pasado. En su país vestía traje y corbata, asistía a reuniones sociales, y era bien considerado por sus jefes, a tal punto que asistía con ellos a festejar la llegada del viernes con abundante comida y bastante licor. Ahora vivía una irrealidad. No concebía hacer estos trabajos para siempre, por lo que se dijo que en los próximos seis meses reuniría dinero y se regresaría a su país a invertir en algún negocio. Ya han pasado más de cinco años y Gabino sigue aquí, con la diferencia de que ya no hace trabajos de limpieza, sino que desarrolla sus habilidades en una nueva factoría. Es aquí donde ha logrado recopilar múltiples historias de vida, tan diversas y tan reales que se atreverá a escribirlas tal como le contaron a partir de una próxima entrega. Mientras tanto, Gabino escucha y aprende.
Thursday, February 25, 2010
El origen de Gabino
Gabino vio el mundo en las gradas de piedra de acceso del hospital militar donde le tocó nacer. Varios soldados pusieron en una camilla a la mamá de Gabino y la transportaron con la cabecita del niño prácticamente afuera. El hospital era una construcción sólida, húmeda, pintada de blanco con cal. Este había sido en su origen un cuartel donde coincidencialmente su abuelo materno espantaba a su hijos cuando llegaban a pedirle dinero para pagar cuentas atrasadas. Los pasillos lúgubres del recinto crujían con las pisadas breves y sólidas de enfermeras y militares, según el caso. En las habitaciones entraba poca luz natural. Varios años después Gabino regresaría para que le enyesaran la nariz tras un accidente sufrido por leer revistas. De ese tiempo recuerda el techo de la sala muy alto, con un foco de poquísimos vatios que apenas alumbraba, colgado de un alambre de luz trenzado, largo y lleno de telarañas y el ambiente impregnado de un olor a alcohol, jabón de rosas y creso. También recuerda el silencio atroz, apenas roto por murmullos indescifrables, casi inaudibles, como si fuera prohibido hablar y a lo lejos el sonido de los motores de los autos que cruzaban la calle como venidos de otro mundo.
Los hermanos de Gabino ya sumaban ocho y coincidió que justo cuando salió del hospital junto a su madre, llegó la abuela. La mamá de Gabino, que no podía superar el terror, pensó que la visita iba a ser corta, por lo que puso a Gabino entre un montón de ropa recién lavada. Gabino en su sueño infantil, aspiró el aroma de las prendas y lo guardó en lo profundo de la mente. Inconcientemente, muchos años más adelante, relacionaría el olor de la ropa húmeda y puesta a secar en cordeles o tendidas sobre la hierba, con el olor que despiden las riberas de los ríos. Y es que la ropa se lavaba por lo general en el río que cruzaba la ciudad, allí donde aparecía el duende y embarazaba a las lavanderas madrugadoras, pero éste es otro cuento.
Volviendo al caso del escondite, sucede que la abuela había llegado con el hermanito de Gabino, un niño curioso que indagaba hasta el último rincón del cuarto que servía de vivienda a toda la familia y fue quien dio el grito de alarma: !“Mamita, aquí está escondido un guagua (niño) feo y negro!”. Con el grito, Gabino se despertó y comenzó a llorar y no se sabe si por falta de oxígeno o porque ese era su color natural, el caso es que dio la pauta para que su hermanito rematara: “!Ahora se está poniendo morado y está más feo!” No cuesta mucho imaginar la escena de rabia de la abuela recriminando a la mamá de Gabino por la falta de cuidado y control para evitar tener tantos hijos, su irresponsabilidad por vivir en la pobreza y no hacer lo suficiente para alimentar bien a sus vástagos que ahora nacían feos por falta de alimentos. Nunca mencionó al padre de Gabino, que tenía como pasatiempo embarazar a su esposa y dejar que ella los criara.
Este es el primer retrato de Gabino Andino, que ahora aparece en el mundo para contar sus memorias. La edad que tiene le da autoridad para relatar sin vergüenza, muchas de las vivencias que en otro momento de su vida hubiera sido imposible imaginar. Siempre ha preferido estar tras bastidores, refugiarse en el anónimo, y pasar desapercibido (como en el canasto de ropa). Gabino opta por escribir en tercera persona porque la primera la parece demasiado vanidosa y exhibicionista y además porque no quiere enfrentarse con sus terrores, tal como le dijo su psicoanalista. También escribe por esa necesidad, heredada de los trovadores y juglares, de contar, de narrar, de expresar, de comunicar. Los años a cuestas han hecho que Gabino se vuelva descarado, deje su timidez y se atreva con sus relatos. La advertencia que hace es que casi todas sus narraciones tendrán imágenes densas, de desesperanza a momentos, violentas y duras a ratos. No le interesa contar las cosas alegres que le ha tocado en suerte vivir, porque no le servirían de desahogo y prefiere adentrarse en los recuerdos borrascosos como una manera de exorcizar la memoria y sentirse menos triste. Y si alguien cree que sus escritos son los de un perdedor o de un acomplejado ser inferior, se equivocan, porque el espíritu de Gabino se fue alimentando de cada tropiezo y de cada fracaso y nunca sucumbió a los dolores de la vida. Sí, tambaleó muchas veces, estuvo a punto de perder el horizonte y se repuso. Gabino es irónico consigo mismo, se acepta y se quiere. Enfrenta sus depresiones, las supera y ríe al imaginar que quienes quieren verle rodar por el suelo, le encuentran encaramado en nuevos proyectos, porque apareció alguien que cree en él y ha depositado su confianza sin límites. Gabino, definitivamente, dejo de pensar en una muerte breve.