Sunday, March 27, 2011

El Gordo Lucho se siente culpable

Nadie diría que el Gordo Lucho tuvo un pasado violento en su vida. Es de aquellos tipos que a primera vista cae bien. Es comedido, amable y respetuoso, especialmente con las mujeres a quienes ayuda a cargar las cajas pesadas que se mueven en la factoría donde trabaja.
El Gordo es sociable y ocurrido, gusta de las bromas livianas y festeja con gracia cualquier situación cómica. Este es el perfil que muestra a todos sus compañeros y compañeras y nunca ha tenido problemas en el año que lleva trabajando en la factoría, donde se acompañó con Susana, su mujer.

Cierto día llegó a trabajar una mujer con cara de pocos amigos, no estuvo ni una hora cuando se acercó al Gordo Lucho y comenzó a insultarle. A gritos le llamó asesino y le deseó toda clase de males, terminó recogiendo sus cosas y desapareció tal como apareció, como un fantasma.
El Gordo cayó en depresión y comenzó a faltar al trabajo. Susana le contó a Gabino lo que nadie sabía. El Gordo Lucho estuvo preso cerca de dos años por intento de asesinato. Fue en la época en que las maras en Nueva York daban sus primeros pasos para consolidarse. El Gordo gustaba de beber hasta caer al piso, era como un ritual que cumplía cada semana. Cierto día estaba en compañía de un tipo con el que se puso a tomar. Salieron del bar en horas de la madrugada y se dirigieron a una estación de tren donde el tipo había dejado su auto. Allí comenzó una discusión que terminó a golpes y con el tipo inconsciente en el piso.
El Gordo se alejó caminando al andén, se sentó y estuvo a punto de dormirse cuando sintió un tremendo golpe en la espalda. Era el tipo que regresaba a vengarse con un bate de béisbol en sus manos. Hubo un forcejeo hasta que el Gordo logró quitarle el bate y comenzó una verdadera masacre. Dice Susana que el Gordo le contó que en ese momento tenía tal ira que quería matar al tipo, estaba ciego y no podía detenerse, sólo el cansancio le detuvo y fue cuando la policía le arrestó.
Tras el juicio pasó a la cárcel, cumplió el programa para controlar la ira, estuvo tres años en probatoria y al fin se convirtió en un hombre tranquilo. Todo este tiempo ha evadido juntarse con gente que conoció en su pasado y disfrutaba de su nuevo trabajo hasta que apareció la mujer en la factoría que era la mujer del tipo al que golpeó y que nunca puso recuperarse.
El Gordo Lucho se siente culpable, tiene vergüenza de volver al trabajo y ha comenzado a beber otra vez. Susana está preocupada porque el Gordo se puso violento y tiene miedo de que vuelva su pasado, y se lamenta porque siempre aparece alguien que derrumba por los suelos todo el esfuerzo por superar y dejar en el pasado cualquier error.

Friday, March 25, 2011

El dilema de Elena

Las lágrimas que vierte Elena son de rabia, de coraje, de frustración, de impotencia. Siempre ha sido una mujer luchadora, que ha criado a sus tres hijas y a sus dos hijos sin el apoyo de un padre o de un hombre. Y ahora no sabe qué hacer ni cómo componer un asunto que le quema el alma y le rompe el corazón. De un sólo tirón y para sacarse el dolor, Elena cuenta lo que le pasa.
Una madrugada, desde su país de origen, Elena recibió la llamada de su hija, quien entre sollozos le contó que su pareja le había golpeado tan fuerte que estaba a punto de perder al hijo que espera. Ella ha huido y se ha refugiado en casa de sus vecinos. La hija de Elena está embarazada de cuatro meses y su padre, el golpeador, es un criminal buscado por la ley.
El sujeto en mención es primo de su mujer y fue deportado de Estados Unidos por problemas de drogas y pandillas. Antes de ser detenido pegó a su propia madre y a quienes quisieron defenderla. Una vez en su país, sedujo a la hija de Elena, que ahora tiene 22 años y la embarazó. En este peregrinar de actos vandálicos, al sujeto le disparó la policía y a pesar de tener cuatro balas en su cuerpo sobrevivió, se repuso y ahora sigue cometiendo fechorías a diestra y siniestra. La muchacha le ha suplicado a su madre que le traiga a Estados Unidos porque no soporta más violencia en su vida. Elena ha pedido dinero y se ha puesto en contacto con un coyote para intentar salvar a su hija. El coyote no le garantiza que ella pueda cruzar o llegar a su destino. La familia de Elena le presiona para que la muchacha abandone al sujeto, pero sucede que ella ha regresado a vivir con él, en un típico caso de violencia doméstica, donde la mujer vuelve al hogar ante las amenazas del hombre.
Y he aquí el dilema que le ha quitando el sueño a Elena y le arranca tantas lágrimas: si la muchacha logra llegar a Estados Unidos, peligraría la vida de toda la familia de Elena en manos del delincuente, quien buscaría venganza por el abandono. Si la chica no logra cruzar la frontera, Elena perdería el dinero que suma varios miles. Si deja que la muchacha siga viviendo con el sujeto, podría ser asesinada porque hace poco se supo que él le disparó a los pies sólo porque no quiso darle comida. Y una más, si la muchacha llega a este país, nadie quiere ser responsable de recogerle cerca de la frontera, que es donde se compromete a dejarle el coyote, es decir, si Elena fuera por ella, existiría el peligro de ser deportada porque no tiene documentos. Como se ve, esta historia tiene tantas aristas que nadie quisiera estar en los zapatos de Elena, que se halla literalmente entre la espada y la pared.

Asuntos Pendientes

En las ultimas semanas, las conversaciones en la factoría giran en torno a la violencia. La crónica roja atrapa la atención de quienes, a la hora del almuerzo, se sientan a escuchar los últimos sucesos ocurridos tanto a nivel local como internacional. Se habla con tal naturalidad de crímenes, violaciones, ultrajes, injusticias y demás aberraciones, que ya nadie se estremece al escuchar sobre tanta violencia. Uno más que otro conoce y cuenta sobre algún caso de crueldad y asesinato que pasó en su pueblo. Otros prefieren narrar sobre experiencias personales ocurridas hace mucho tiempo pero que siempre tienen tintes de agresión, de fechorías, de homicidios y de víctimas.
Y una vez más, mientras se escucha tanto exabrupto, todo el mundo almuerza y se alimenta con naturalidad, sin el menor asomo de rechazo a tales temas. De todos modos no es más que una conversación sobre algo que lo ven diariamente en televisión, lo escuchan en la radio o lo leen en periódicos y revistas. La violencia y derivados son el pan de cada día.
Será por este clima de tensión permanente que la última pelea entre dos trabajadoras no provocó la reacción de nadie en la factoría, lo único que se hizo fue separarles mientras rodaban por el suelo agarradas de los cabellos e intentando hacerse el mayor daño posible. Lo que más llamó la atención fue la manera en que se agredían verbalmente: se insultaban casi en voz baja, como en un susurro para que no se enteren de la pelea los supervisores y las suspendan. Una vez separadas y mientras se arreglaban la ropa y el cabello y se sacudían el polvo de sus ropas, las protagonistas se lanzaban miradas de odio y se ofrecían la muerte una a otra.
El comentario final de los pocos curiosos -al verles alejarse a las luchadoras- fue que las amenazas no fueron mas que palabras dichas en un momento de furia y que mañana será otro día y pronto vendrá otra pelea de otras personas que tienen cuentas pendientes. Será cuestión de esperar. Mientras tanto, en la hora del almuerzo, los trabajadores y trabajadoras de la factoría comentan sobre los nuevos actos de violencia que se vieron en la televisión la noche pasada.