Saturday, October 20, 2012

Tal para Cual


Raúl estrena un auto del año que le ha regalado su novia después de la tremenda pelea a muerte protagonizada por ambos. Hubo tanta violencia desatada que los vecinos temían por sus vidas -las de ellos y las de los protagonistas del cuento- y todos daban por hecho que sería la última batalla pero se han equivocado.
La relación sentimental entre Raúl y Rebeca se inició hace cinco años, cuando él llegó a la agencia de empleo donde ella era secretaria para aplicar por un trabajo. Fue lo que se llama amor a primera vista, tanto así que Rebeca le consiguió una excelente posición laboral y a los tres meses de relación le regaló el primer auto. Quienes les conocen aseguran que desde la primera cita ya tuvieron problemas por celos. El muchacho abría mirado a una chica que pasaba y eso provocó la ira de Rebeca que comenzó a insultar a Raúl y a la supuesta admirada. Después discutieron en casa, él se subió al auto, aceleró y en la primera curva lo destrozó contra una casa. 
Fue el inicio de una historia sin fin de discusiones, rupturas y reconciliaciones. En cada pelea siempre se lanzaban y rompían los objetos más a mano sin importar a dónde iban a caer. Un día le rompieron la nariz a un vecino que se asomó para terciar como pacificador y en otra ocasión le cayó un vaso en la cabeza al hijo de los dueños de casa. 
La penúltima pelea incluyó vidrios rotos, puertas destrozadas a patadas, celulares hechos polvo, ropa desgarrada y ahora sí, hubo moretones y arañazos de lado y lado. La policía tuvo que llamar refuerzos para calmar a la mujer que parecía endiablada y todo por el rumor de que Raúl había estado con otra mujer.
 Después de resolver el problema ante la ley se perdonaron (una vez más). La reconciliación tuvo toda la apariencia de una nueva luna de miel con paseo por crucero incluido y que terminó con la compra del auto nuevo que ahora maneja Raúl por las autopistas de Long Island. El acuerdo alcanzado deja como vencedor al muchacho que ha conseguido que Rebeca le pague la renta y le ayude con un aporte económico semanal para sus gastos personales mientras encuentra un nuevo empleo a su gusto. 

Trabajo Extra


como están las cosas en la factoría se hace necesario buscar nuevas fuentes de ingresos. La situación es difícil para las personas que trabajan directamente para la compañía y se ha vuelto un calvario para quienes laboran en este sitio a través de una agencia de empleos.
Hace unos días se anunció el fin de las horas extras, no se pagarán vacaciones ni días de enfermedad y se han recortado al mínimo los días feriados.
Con este panorama muchos buscan la manera de redondear el salario, pero es Iván quien se lleva la medalla de oro en astucia y originalidad.
En la factoría trabaja una gran mayoría de personas que vienen de Centroamérica. Iván sabe que son buenos consumidores de pupusas y tamales, entonces emprendió con la tarea de hacer pedidos a los trabajadores, ir a un deli donde los preparan deliciosos y entregarlos personalmente, ganándose unos centavos que sumados llegan a una decena de dólares.
Iván se ha ofrecido a hacer trámites legales, ir a los consulados en Long Island o a la ciudad; llevar documentos a notarios o abogados; pagar facturas; mover autos a la mecánica, hacerlos inspeccionar, en fin, cualquier actividad que requiera salir de la factoría. El muchacho dice que gana más en estos trotes que lo que gana en un día de trabajo regular. Para cumplir con sus clientes, este chico emprendedor se reporta enfermo y listo, el tiempo es todo suyo.
Iván a sorprendido a propios y extraños con una nueva propuesta: conseguir documentos de identificación oficial tan parecidos a los reales que nadie nota la diferencia, por supuesto lo nota quien paga hasta el doble porque vale la pena invertir sobre seguro.
La imaginación de Iván no tiene límite a la hora de ganar un dinero extra. Hoy mismo reunió varios periódicos de la localidad y comenzó a buscar empleos con mejores salarios tanto para él como para quien tenga cinco dólares para pagarle por una lista con información detallada de nuevas oportunidades.
Todo mundo comenta que pronto veremos a Iván sobresalir del montón, ojalá dicen sus amigos, por sus buenas acciones y no por caminar al filo de la ley.

Como se oye llover


Luis conoció a su novia por teléfono y ahora viajó a su pueblo a casarse con ella. La conoció apenas hace tres meses, pero la urgencia de amor aceleró la decisión definitiva.
Luis llevaba más de cinco años sin pareja, estaba superando el trauma de la traición según sus palabras y cada relación que emprendía terminaba por sus celos enfermizos. Creía que todas las muchachas le clavaban puñaladas de infidelidad por la espalda, tal como hizo la madre de su hijo y por eso armaba unas escenas tan violentas que un par de veces los vecinos asustados llamaron a la policía.
Una hermana de Luis que vive en su pueblo natal le llamó por teléfono un día y le presentó a Leticia, una muchacha dulce, cariñosa y comprensiva, siempre según las palabras del enamorado.
Leticia supo manejar los celos de Luis, le hizo entender que no todas son iguales, que las mujeres a veces cometen errores y la mayoría de veces se arrepienten cuando ya es tarde. Le dijo que las mujeres tienen los mismos derechos de los hombres en decidir si son o no fieles y las decisiones que toman les afecta o les favorece por igual en el futuro.
Tantas bonitas palabras y tantos análisis profundos de la naturaleza humana provocaron en Luis el milagro: dejó de ser celoso, aceptó a Leticia con sus dos hijos y se comprometió en matrimonio en tan corto tiempo.
Antes de viajar contó que va a adoptar a los hijos de Leticia como suyos, les dará su apellido y contratará un abogado para traer a su nueva familia a vivir con él y su hijo en Estados Unidos. Pondrá todos sus bienes, que no son pocos, a nombre de su esposa y ayudará a terminar la educación a varios hermanitos de la novia.
Como siempre, las voces y las críticas no han cesado en la factoría, le dicen de todo, y él, tan enamorado, escucha tantas palabras en su contra como se oye llover. Volverá en un mes, claro, con muchas novedades.

Veinte Pasajeros


En la factoría hay días en que la gente se pone a recordar la vida que llevaban en su tierra. Muchas añoran el campo, otras la comida, las costumbres, las fiestas, las ferias, sin embargo, la mayoría se emociona al recordar los viajes. Cuentan que viajar era siempre una aventura, ya sea en los buses de transporte público, o en camiones, aupados junto a la carga y eso allá es algo normal. Lo que sí parece anormal en cambio es la vivencia que tuvo Gloria el día en que viajaba hacia Estados Unidos.
Eran las tres de la mañana y el único camión que transportaba gente se dejaba escuchar con total claridad en medio del silencio de la madrugada. El ruido del motor en marcha servía mejor que el toque de la bocina, todo mundo sabía que estaba esperando por pasajeros. Gloria debía llegar puntual a la capital para abordar otro camión que le llevaría hasta la frontera, así que salió de prisa despidiéndose de sus familiares. En el parque el chofer le ayudó a subir en la parte trasera donde ya había varias personas, veinte en total, tal como se supo después.
El camión arrancó, salió del pueblo muy despacio y ya en campo abierto el chofer aceleró la máquina y tomó la carretera. No pasaron ni diez minutos cuando el camión se volcó por exceso de velocidad. El chofer no pudo hacer nada. Gloria salió volando en la primera vuelta del camión, cayó en unas matas y desde ahí escuchó los gritos de las gentes heridas que se mezclaban con el ruido infernal de las latas destrozándose y luego nada. Se despertó tendida en la carretera, apenas se había roto un par de costillas. Hubo quince muertos y el resto heridos incluido el chofer, cosa extraña.
Pasó una semana en el hospital y ahí se enteró que la causa del accidente se produjo por venganza. Le contaron que otros camioneros por envidia habían cortado las mangueras de los frenos del camión en que viajaba y encontraron también que tenía azúcar en el tanque de gasolina.
Una vez recuperada Gloria volvió a su pueblo para re-emprender su viaje hacia el norte. Otra vez las tres de la mañana, el mismo ruido del motor encendido esperando pasajeros, el chofer que le ayuda a subir al camión y otra vez, veinte pasajeros.

Chele acelera


A Chele le gusta correr con su poderoso todo-terreno por los autopistas de Long Island y también acelera a mil por las calles urbanas de la isla. Al igual que la velocidad, al Chele le fascina tomar cerveza y es a partir de la segunda corona cuando comienza a confesar, lo que él llama, sus malas acciones o más bien los accidentes que ha provocado por conducir acelerado.
La última hazaña fue festejada con grandes carcajadas por la audiencia compuesta por muchachos que admiran al Chele y disfrutan cuando él cuenta cada golpe dado al auto del vecino, cada acelerón para ganarle a la luz en rojo, cada contra vía para ganarle tiempo al tiempo.
Chele dice que una mañana estaba atrasado a su trabajo y por ese motivo le metió la pata al acelerador. Conducía por una calle muy estrecha, de una sola vía. Iba tan de prisa que no tuvo tiempo de frenar cuando vio que un auto negro salía de retro de un garage. Dice que apenas le topó y el auto negro se volteó. Quedó con las llantas para arriba. Chele huyó de la escena y como estaba cerca de su trabajo, parqueó su carro, firmó su asistencia y se fue caminando a ver qué había pasado con el auto negro. Todo estaba lleno de policías, ambulancias, bomberos y curiosos. Chele se unió al grupo de curiosos y comenzó a preguntar si sabían quién era el culpable pero nadie había visto nada. Por un acaso Chele borró las huellas del golpe y dejó su auto escondido por varios días. Su conciencia está tranquila, argumenta, porque nadie ha muerto por su culpa y como sabe que nadie le busca ha vuelto a sus andanzas. Sigue y seguirá acelerando. Sigue y seguirá tomando y contando. No se sabe por cuánto tiempo.

El abuelo quiere regresar


El abuelo saluda y pregunta casi en un susurro: “de quién es esta casa? “Suya abuelo” es la respuesta. Una nueva pregunta, acercando la cabeza y bajando más el tono de su voz: “en dónde estamos”, “En Nueva York, abuelo”. “Te pago lo que quieras si me llevas a mi casa en Sudamérica”, dice confidente el abuelo.
Toda la familia está acostumbrada a este diálogo que se repite sin cesar cada vez que se reúne por cualquier motivo. Es que el abuelo está perdiendo la cabeza dicen los pequeños y le siguen el juego de las preguntas que él hace. No está muy viejo asegura uno de los trece hijos del abuelo, apenas tiene 75.
Quien le viera bailar pensaría que tiene menos años de vida. Baila con pasión pasodobles, tangos, boleros y le encantan los ritmos tropicales. Danza con señorío opina su mujer que ha visto morir a dos de sus hijos no hace mucho, aunque le apena que su marido haya perdido la memoria.
El abuelo quiere volver a su tierra natal aunque confunde el pueblo. En el fondo de su memoria sabe o siente que él no pertenece a este sitio a donde llegó por un chequeo médico y donde seguramente vivirá los últimos años de existencia. No puede volver por la simple razón de que ya no tiene casa a dónde llegar. Los hijos que quedaron allá la vendieron y se repartieron el dinero sin tomar en cuenta a los cinco que viven en Estados Unidos. La razón que dieron es que aquí viven igual que los gringos: como ricos, mientras allá se comen la camisa todos los días por la pobreza. Ya está a la venta un lote de tierra y unas pocas aves y ahí terminará el patrimonio del abuelo que sigue preguntando dónde está y presintiendo que aquí no pertenecen ni su cuerpo ni su alma ni su espíritu.

Siempre un Gato


En el arte de amar nada está dicho. Un encuentro puede darse en un rincón cualquiera, en un palacio con alfombras mullidas, en un solar abandonado, en un auto por ejemplo o donde la imaginación o la premura así lo exijan. Las consecuencias siempre están por verse.
Y es así que Luis quedó fascinado con Marta y ella quedó alelada con la presencia y la estampa del galán. Demasiada gente en la fiesta y un gran estorbo para su propósito. Conversaron apenas, las palabras sobraban, necesitaban un espacio privado, pero dónde.
Salieron al patio y al fondo vieron una casita de madera, se acercaron despacio como quien no quiere la cosa y vieron que estaba sin seguro. Luis como todo un hombre tomó la iniciativa, con una mano abrió muy despacio la puerta y con la otra mano atrajo hacia sí a la dama. Entró primero y en medio de la oscuridad, escuchó un chillido y un golpe en el pecho: era un gato vagabundo que espantado saltó, tratando de escapar de los visitantes. Luis cayó desmayado, según dijo por el impacto. Marta se asustó como es lógico, pero entre risas cuenta que no fue para tanto, sólo sintió pena por el muchacho que lívido pedía agua. Ella le dijo que esperara, que iba a traerle agua y colonia para el espanto y se fue para nunca más volver. Luis no se repone de su ausencia o será de la vergüenza. Eso no se sabe.

Sin Distancias


Ya van a ser dos años desde que se separaron por mutuo acuerdo. Dijeron que para siempre, pero el amor que se tienen les junta cada vez más.
Hace dos años Bernardo supo que el esposo de Elisa venía desde su país para reunirse con ella. Tuvieron que dejarse con lágrimas y con pena. Ella dijo que debía estar con su esposo por sus hijos y a pesar de no amarle. Para hacerle la vida más fácil, Bernardo se fue a vivir al norte de Nueva York, a cuatro horas de Long Island, cambió su número de teléfono y no dejó a nadie su dirección. Pero el amor todo lo puede, según dice la canción. Pasó el tiempo, el esposo llegó, se instaló y comenzó su vida junto a Elisa, pero ella extrañaba a Bernardo.
Movió cielo y tierra, averiguó, investigó, calculó y dio con el paradero de su amado. Le pidió una sola cita. Acordaron encontrarse en un sitio intermedio, cada uno manejaba su auto y el azar quiso que se encontraran en medio de la nada, en una carretera desierta, que se prestaba como el fondo ideal para la pasión. Se amaron como antes, se reconocieron como siempre y juraron seguir con este juego contra toda lógica y con tanto riesgo.
Hasta ahora todo marcha sobre ruedas, cada mes emprenden ese viaje hacia la dicha. Sus encuentros siguen siendo casuales, no por imprevistos, sino porque nada está calculado. Detienen sus autos donde se cruzan o se reconocen, mejor si es en la carretera desierta o sino en el pueblo más cercano. El caso es que todos en la factoría envidian la suerte de este amigo haitiano y muchas suspiran por la dicha de esta mujer a la que llaman infiel, pero ella se define mas bien como una persona fiel con el amor.

Santo Remedio


Regresó muy borracho cerca de la medianoche. Reina tenía prendido el televisor pero no lo miraba, era su pretexto para disimular la preocupación por la tardanza de su marido. Apenas cruzó la puerta comenzó con los insultos. Reina estaba desconcertada, él nunca le había faltado al respeto, menos intentar golpearla como ahora. El se acercó y mientras seguía con sus ofensas, lanzó su mano a la cara de su mujer. Ella logró esquivar el golpe y en un acto reflejo, cerró su puño y devolvió el golpe. El borracho cayó al piso, tal vez por la vergüenza o por el alcohol no se levantó hasta el otro día. Reina intentó hablar con él, pedirle perdón por su acto pero no tuvo oportunidad y así pasó la semana.
Llegó un nuevo viernes y él nuevamente llegó borracho. Dice Reina que su paciencia es ilimitada, que ha soportado todos los momentos malos en su vida, pero esta vez una nube nubló su vista. Cuando él intentó abrir la boca, ella se abalanzó con una escoba y a golpes le sacó de la casa, advirtiéndole con llamar a la policía si intentaba agredirle.
Santo remedio. Por fin, el marido se sentó a conversar con ella, le explicó que estaba muy tenso y molesto porque perdió dinero apostando a favor de la selección de fútbol de su país, que obviamente no ganó ningún partido. Reina se mira frágil, pero después de lo acontecido todos y todas en la factoría le miran con otros ojos.

Sunday, June 10, 2012

Como si nada


Y volvió, tal como se fue: en silencio. Hace unos meses, Gabino contó la historia de aquella muchacha que pidió auxilio a su madre, radicada en Long Island, para que le ayude a huir de su pareja que la golpeaba sin misericordia y la amenazaba de muerte cada tanto.
Es la misma muchacha embarazada que fue detenida en la frontera y dejada libre con la condición de acudir a su cita con un juez de migración. Es la misma que decidió, por miedo, no ir a la cita con la ley y más bien decidió esconderse para no ser encontrada con la hija recién nacida.
Esta es la misma muchacha que mantuvo en secreto su inminente huída con aquel que la golpeaba, que la insultaba, que la humillaba y la volvía como un trapo.
Es la misma que una mañana huyó del lado de su madre con destino desconocido y dejó una simple nota pidiéndole perdón por su acto. Esta es la muchacha que desapareció de la faz de la tierra durante todo este tiempo, hasta ahora que regresa.
Nadie le esperaba. Simplemente llegó de madrugada con la niña en brazos y una maleta. Entró y se quedó en la salita del sótano. El llanto de la pequeña despertó a su abuela, quien después de haber jurado olvidar a la hija ingrata, se desató en llanto de la emoción, la abrazó y besó a su nieta y luego se fue a prepararles el desayuno.
Todavía no conversan ni se ha escuchado un perdón, pero por lo poco que hablaron se sabe que la muchacha dejó a su verdugo y volvió a casa de su madre. No se sabe por cuánto tiempo. Desde la próxima semana entrará a trabajar en la factoría y ahí, tal vez, se conozcan más detalles.

A muchos les pasa


Lo que le sucedió a Jorge no es nada novedoso. Fue despedido del trabajo no bien comenzaba a reconocer el terreno.
En este ir y venir buscando mejores salarios y nuevas oportunidades, el muchacho encontró lo que le pareció la oportunidad de su vida: un restaurante de lujo. Su trabajo consistiría en lavar la vajilla y todos los trastos que se fueran usando a lo largo de ocho horas y durante los siete días de la semana. Se le ofreció un pago de cien dólares diarios fuera de libros y Jorge podría comer todo lo que se le ocurriera. Sus futuros compañeros de labores le contaron que se podría llevar la comida que suele sobrar en los restaurantes lo que le ahorraría un montón de dinero. Y lo mejor: podría hacer horas extras aprendiendo los secretos de la alta cocina como ayudante del cocinero, quien le ofreció ascenderle si mostraba ganas por aprender. Qué más podía pedirle a la vida, pensó Jorge y se fue feliz a descansar el que sería su último día libre.
Llegó puntual, saludó con el personal y se puso su nuevo uniforme que consistía en unas grandes botas de plástico, un delantal negro también de plástico y unos guantes de hule que le llegaban hasta los codos, se ubicó frente a un inmenso lavabo, abrió los grifos para regular la temperatura y movió el primer montón de platos sucios y entonces entró un tipo con cara de pocos amigos, le gritó que deje todo, que se cambie de ropa, que salga inmediatamente de su presencia y desaparezca antes de llamar a la policía. Al principio Jorge no entendía el porqué de tanta violencia y mientras salía precipitadamente, alguien le dijo que el tipo había verificado su documentación que resultó falsa.
Ya en la calle sonrió con resignación y pensó que no sería ni la primera ni la última vez que esto le habría de suceder. Se fue a aplicar a una agencia de empleos y días mas tarde llegó a la factoría donde trabaja Gabino, junto a una decena de personas con historias similares, aunque con finales distintos.

Dejar la casa


La tragedia de Lino llegó a su fin esta semana. Fueron seis años de no vivir en este mundo después del derrame cerebral que terminó con sus proyectos y sus sueños. Rosario, su mujer y sus cuatro hijos se negaron rotundamente a que desconectaran de las máquinas que mantenían vivo a Lino cuando los médicos lo recomendaron. Dijeron que eso era asesinato y desoyeron todos los argumentos lúcidos de familiares y amigos, de médicos y de enfermeras. Y después se arrepintieron.
El caso de Lino estaba perdido por lo severo del daño en su cerebro. Era un caso irreversible por el tiempo transcurrido desde que cayó inconsciente hasta que lo llevaron desde su pueblo a emergencia en un hospital elitista de la capital. No quisieron atender a Lino hasta que alguien se hiciera responsable de los gastos. El hospital exigía un depósito de cinco mil dólares antes de brindarle atención. Después de cinco horas, un amigo entregó un cheque pero ya era demasiado tarde para Lino. Pasó en terapia intensiva dos semanas y otras tres en una sala compartida. La cuenta subió a muchos miles y no hubo quien pague la cuenta. Se logró reunir el dinero por el favor de familiares y amigos, por donaciones y la venta de todas las cosas buenas que Lino había comprado años antes. El resto del dinero lo redondearon los prestamistas a los que acudió Rosario en un arrebato desesperado.
Lino salió del hospital con la recomendación de someterle a terapia para que recuperase en algo la conciencia. No había dinero para nada, menos para malgastarlo en ejercicios y piscinas dijo una de las hijas de Lino. Mejor ponerle en un centro de reposo para enfermos terminales opinó otro retoño. La dura realidad les obligó a llevar a Lino a casa y comenzar a vivir en el infierno. Los gritos y las convulsiones, las caídas y el descontrol de esfínteres provocaron una deserción masiva de la prole.
Quedaron en casa Rosario y Lino, como en un principio, sólo que ahora ella compartía su dolor con un objeto, con un vegetal, con un bulto al que sacudía con violencia para que reaccione, para que hable, para que vuelva a ser humano.
Después llegó la resignación. Rosario ya no esperaba nada de la vida y menos de su hombre. Rezaba cada día, pidiendo en voz alta la mejoría de Lino pero se estremecía ante la idea que le rondaba la cabeza al pedir desde lo más íntimo la muerte de su pareja.
Pasaron seis años y una pulmonía se apiadó de Lino. Rosario llora con lágrimas de alivio, los hijos de Lino se rasgan las vestiduras y gritan para que su padre vuelva a su lado. La vida del enfermo llegó a su fin y ahora comienza otro amanecer para su viuda, que tiene que salir de la casa porque los deudores quieren recuperar el dinero prestado y esperan que ella salga para apropiarse de lo que fue el refugio de su antiguo dueño.

De fantasmas y conciencias


Lina siente fantasmas desde que Marle murió. Después de darle el último adiós comenzó a sentir una presencia a su lado. Cuenta que un día en que hubo poco trabajo en la factoría se alejó del grupo para descansar y sintió como un frío que le pasó por la espalda. No le dio mucha importancia pero regresó agitada, casi asustada. En otra ocasión se escapó al baño para hablar por teléfono (el celular está prohibido) y mientras hacía la llamada miró unas botas negras muy parecidas a las que usaba la finada. Y obviamente estaba completamente sola.
Hace pocos días Lina llegó muy cansada a casa y decidió darse una ducha con agua muy caliente. Al salir -aunque el espejo estaba opaco por el vapor- pudo ver que destacaban unas huellas nítidas de dedos como si hubieran resbalado por la superficie.
Ante tales evidencias se han tejido muchas teorías: alguien dice que la difunta le quiere decir algo; otras voces apuntan a que sería necesario dedicarle una novena a Marle para que descanse en paz; otras personas insinúan que es extraño que Lina sienta esa presencia si no fue amiga de la muerta. Hay quien cree también que es un invento de Lina para llamar la atención.
Pero quien zanjó la discusión fue Sara. Ella lo dijo cara a cara. Afirmó que es posible que vea fantasmas por su mala conciencia, por su falta de sensibilidad con sus compañeras y por la mala cara que le puso a la muerta cuando alguna vez le pidió un favor y no lo hizo. En la factoría se espera un desenlace, a saber: si Lina sigue viendo fantasmas o las palabras de Sara pusieron fin a sus alucinaciones.

Y volvió a suceder


Ella le había prometido por el hijo que tenía con él. Sin embargo no pudo con la soledad y ahora tiene una nueva pareja. El entendió la primera vez, se sintió culpable de haberle dejado para venir a Estados Unidos a hacer fortuna para que ella no sufriera de pobreza y se sintiera como una reina, con todo a sus pies: casa, auto, dinero, compras, paseos.
Todo pasó muy rápido. El tenía seis meses en Nueva York y el primer rumor le llegó a través de un familiar. Habló con ella, lloraron, se juraron amor eterno, ella reconoció su error, según le dijo, y todo iba a volver a ser como antes. El hijo de los dos está creciendo, habla cada semana con su padre y le cuenta en detalle lo que hace y lo que sucede en casa. El trabaja de sol a sol para que su hijo vaya a un colegio privado y tenga una vida feliz. Ha pasado un año y ahora el niño le cuenta que su mamá casi no pasa en casa, que sale perfumada y regresa muy tarde. El le pregunta y ella lo niega, se enoja hasta gritar. Dice que el niño inventa, que sí sale pero regresa pronto. Y nuevamente los vecinos. Le han visto subirse cada tarde en un auto rojo y volver entrada la noche.
El no sabe qué hacer, piensa dejar de enviarle en dinero cada semana, piensa traer al niño a su lado, lo que no quiere es volver porque cometería un error, tal vez un crimen. En la factoría se le ve pensativo, camina como perdido en su dilema, ha dejado de comer. Todo porqué no sabe qué hacer.

Las ausencias


Este ha sido un mes de ausencias, unas involuntarias y otras obligadas. Merlene dejó la vida al cruzar una gran avenida. No alcanzó a llegar al otro lado porque un auto que llevaba prisa la atropelló mortalmente. Ahora ya descansa en el cementerio de su pueblo allá en su país de origen. Ella no quería ausentarse todavía, tal vez dentro de un año decía.
Luego siguió Sara. Llegó a Long Island hace siete años y desde entonces trabajaba sin descanso para mantener a sus tres hijos, sus padres y abuelos. Cada mes enviaba dinero para que sobrevivan sin penurias. Camilo el hijo de Sara tiene doce años y quiere ser independiente, no hace caso de las advertencias y por eso se montó en un potro casi salvaje que le lanzó al suelo de cabeza. Ahora está en el hospital bajo pronostico reservado, tiene una hinchazón brutal en la cabeza y los médicos han llamado a su madre para que firme su autorización y poder operarle sin responsabilidades futuras. Es posible que Camilo no se salve y muera en la operación. Sara tuvo que viajar de urgencia, ella se ausentó de pronto de la factoría, abandonando su trabajo y su vida diaria, y ahora tiene que afrontar un futuro incierto.
La madre de María ha muerto de repente. Estaba sana y buena pero un ataque al corazón le ha quitado la vida. Ahora María ha puesto la renuncia porque debe afrontar una serie de transacciones legales y de herencia. Ayer se despidió con lágrimas y dice que se va triste por esta doble pérdida. Y ayer también se fue el gringo Bill que aprendió español a gritos y sólo decía palabrotas. Se fue a buscar un mejor trabajo con mejor salario. Como se ve, las ausencias a veces no son por decisiones propias, quienes creen en el destino marcado podrán afirmar que así está escrito y otras voces defenderán las ausencias como cosas del azahar y de la vida. Lo que sí es cierto es que dejan a su paso una profunda desolación y mucha tristeza y los que quedan deberán aprender a soportarlo.

Marlene descansa

Marlene está muerta. Murió atropellada por un auto cuando corría a tomar el tren para llegar a la factoría. La muerte le adelantó el camino un año antes de que ella cumpliera su deseo de volver a su tierra y disfrutar de su nueva casa recién construida. Levantar su casa le había costado diez años de trabajo en Estados Unidos y por eso mostró con orgullo las fotografías de su nueva vivienda levantada con sudor y lágrimas, según contaba.

La estación donde Marlene trabajaba está vacía, nunca más su presencia, nunca más su buen humor y sus dichos, nunca más su mal genio y nunca más sus arrebatos de afecto.
Trabajar algún tiempo en una factoría convierte a los empleados en familia aunque cueste aceptarlo. Por tanto ha muerto una hermana, se ha llevado el futuro, truncos han quedado sus sueños de vivir los últimos años descansando. Ahora descansa en paz.
La vida de Marlene no fue fácil. Con unos hijos ingratos y un marido bebedor, prefirió venir ya adulta a sacudir su pena de tanto dolor en Estados Unidos. Aquí conoció a un hombre que a la final resultó una carga pesada por sus celos y por su amenaza de abandonarle a cada momento.
El día de la tragedia, Marlene se despidió como de costumbre, le prometió a su hombre que le llamaría al llegar al trabajo, porque así él lo exigía, y salió rumbo al tren caminando, la estación no estaba lejos. Pasó el tiempo y el hombre al no recibir la llamada salió en estampida a buscar a Marlene para recriminarle por su falta y la encontró tirada en la calle, rodeada de policías, paramédicos, bomberos y curiosos.
Pobre Marlene, terminar en el suelo, ella que tanto hablaba de subir al cielo, donde posiblemente estará ahora, después de purgar sus supuestos pecados cada día.
Marlene deja un vació terrible entre sus amigos, con los que compartió tantos días, sin quejas, llevando a solas sus problemas, mostrando su rostro sonriente, para que no le adivinen que sufría. Ella se quedó esperando, como tantos inmigrantes a los que se les quebró la vida antes de cumplir su tiempo, en un país ajeno. Ahora tendrá la oportunidad de volver a su tierra, sólo que no como ella se proponía. Descansa Marlene, descansa.

Friday, March 2, 2012

Una historia conocida

Y así, decidió poner fin a la furia que sentía desde que Sara le abandonó. Luis había bebido y manejaba su auto con un objetivo claro. Llegó al cuarto que había arrendado Sara, entró rompiendo la puerta y como poseído por los demonios destrozó absolutamente todo lo que allí había. Luis no sintió la presencia de la policía y recién recobró la conciencia cuando le pusieron boca abajo, le sujetaron las muñecas con unas esposas frías y le llevaron detenido.
Sara cuenta que abandonó a Luis porque no le servía para nada, ni como pareja, ni como hombre, menos como padre de sus tres hijos que esperan que les envíen dinero para seguir una vida normal en su país de origen.
Luis tiene un trabajo muy duro, dentro de un cuarto frigorífico, pero le pagan muy bien, tanto que después de una noche de bohemia todavía le alcanzaba para poner gasolina a su carro de ocho cilindros y comprar comida para la semana.
Y de la noche a la mañana vino el cambio: empezó a beber más seguido y en los últimos días ya no hacía caso a Sara, a quien ignoraba por completo, ni aún cuando ella le amenazó con dejarle. Y así lo hizo, se fue de su lado con lo puesto, no se llevó ni siquiera las joyas que Luis le había regalado. De eso ya son tres meses.
Sara comenzó a recibir mensajes de Luis en su teléfono, le pedía perdón, le rogaba que regrese, le ofrecía amor, le juraba cambiar y ella se mantuvo en su decisión, porque sabía que nada de lo prometido se iba a cumplir. Después llegaron las amenazas, los insultos y las promesas de hacerle ver quien era él, pero Sara tampoco le tomó importancia hasta el día de los sucesos.
Luis está detenido y deberá enfrentar dos cortes, la de justicia y la de inmigración, y aunque no se sabe el fin, Sara está segura de que será deportado. Siente pena por quien fue el hombre de su vida pero al mismo tiempo siente rabia porque el dueño de casa le ha pedido que repare los daños en la vivienda destrozada de inmediato y se vaya del lugar. Ella está dispuesta a rehacer su vida, por sus hijos, por su futuro y por su orgullo de mujer. Sonriendo tristemente pregunta en son de broma si alguien conoce a un hombre que no beba y que esté dispuesto a acompañarle en su camino.

Manuel en el banco

Manuel quiere cerrar su cuenta corriente porque una empleada de un famoso banco le maltrató. Fue un sábado, único día libre de Manuel, cuando llegó hasta la sucursal bancaria y se quedó asombrado ante la cantidad de gente que esperaba para ser atendida. Se acercó hasta el sitio denominado “servicio al cliente” donde una muchacha le preguntó muy seria que necesitaba.
Manuel le explicó que su cuenta estaba bloqueada y no podía retirar su dinero a pesar de tener fondos suficientes. La muchacha le dijo que anotara su nombre en un cuaderno y le advirtió que debía esperar mucho tiempo para ser atendido. Manuel le dijo que ella podría resolverle su pregunta con sólo revisar su cuenta corriente desde la computadora a su disposición y ella le dijo que esa no era su función. Manuel le contestó que anteriormente le habían ayudado a resolver dudas y ella le interrumpió diciendo que “eso fue antes”, ahora tenía que ponerse en turno como todo el mundo. Manuel le replicó que ella podría ayudar a la gente a no tener que esperar tanto tiempo por transacciones simples y eso se llamaba eficiencia, la muchacha enojada le contestó que nadie le iba a enseñar su trabajo. Manuel le dijo que en otros bancos la atención al cliente era una prioridad y recibían un trato amable. La muchacha en tono despectivo le dijo que “entonces porqué no iba a los otros bancos y dejara de quejarse”, que por último hiciera lo que creyera mejor. Manuel pidió hablar con el gerente y la muchacha le dijo que si quería hablar con él anotara su nombre en el cuaderno y esperara su turno y se alejó.
En ese momento decidió cerrar su cuenta y lo ratificó cuando quiso elevar su queja al gerente y este le respondió que no era nada, sólo un mal día de la muchacha y le despidió con una palmada en la espalda y una sonrisa de estudio.
Manuel contó su caso en la factoría y hubo más gente que había tenido experiencias similares con los bancos como incrementos en los costos por mantenimiento, cuentas bloqueadas, penalizaciones por no tener un mínimo en la cuenta corriente y cobros inmediatos por falta de fondos aunque hubiera dinero depositado en cheques, entre otros casos.
La idea que surgió fue un cierre masivo de las cuentas y pedir a la factoría que suspenda los depósitos directos. Esta historia continuará porque casualmente en estos días la prensa publicó que mas de cinco millones de personas se han cambiado de banco por la experiencia vivida por Manuel.

Amanda

Tiene 16 años de edad, es una de las muchachas más lindas de la colonia y está amenazada de algo peor que la muerte y no lo sabe. Amanda es víctima inocente de la extorsión de la mara que opera en su pueblo. Los padres de Amanda viven en Estados Unidos y al viajar la dejaron en manos de su abuela y dos tías, de eso ya son tres años.
Los padres de Amanda no han tenido mucha suerte en el norte porque no logran salir de deudas, consiguieron trabajo en una factoría y con las justas reúnen dinero para enviar a sus familiares. Y de pronto les llegó la amenaza.
Una noche recibieron una llamada telefónica de un hombre que tras averiguar si eran los padres de Amanda les exigió el envío mensual de mil dólares para que a la niña no le pase nada malo. Tras salir de la sorpresa, el padre de Amanda amenazó al hombre con denunciarle a la policía y eso fue peor, porque el hombre dijo que estaban listos más de cuarenta hombres para hacerle mujer a Amanda, les daba un plazo de una semana o ya verían las consecuencias y colgó.
Los padres de Amanda llamaron de inmediato a su pueblo donde les contaron que una persona había dejado una nota diciendo que pasaría a recoger el dinero en un plazo de cuatro días y que esperaba puntualidad. A todo esto, Amanda continúa con su vida normal, sale para el colegio, regresa a casa, habla con sus padres por teléfono y se extraña que de pronto todos se han vuelto cariñosos con ella como si se fuera a morir dice entre risas.
Los padres de Amanda apenas pudieron reunir los mil dólares de la primera cuota y ya tienen problemas para pagar la renta y cubrir los gastos de comida. Están desesperados, no saben que hacer. La mejor solución que han recibido es que traigan a Amanda a vivir con ellos en Long Island pero tienen miedo de que le pase algo malo en el viaje por tierra, sin embargo parece ser la única solución posible, aunque la vida de la abuela y las tías está en juego.

Dejar de ser pobres

Los hijos de Sara no recuerdan desde cuándo ella comenzó a perder el sentido de la realidad, sólo tienen presente su primer arrebato de locura que vino acompañado de gritos de entusiasmo por haberse ganado la lotería.
Los hijos de Sara hacen memoria y coinciden en que su madre comenzó a perder la cabeza junto cuando se quedó sin trabajo y ya no pudo pagar la hipoteca de su casa.
Sara trabajó muy duro más de 20 años en un negocio de comida y como siempre fue una mujer previsora, ahorró el dinero suficiente para pagar casi la mitad de la casa en que vivían ella y sus tres hijos. Sara se fajó sola con los gastos y la crianza de los muchachos y logró que los tres sean profesionales y responsables. Año tras año Sara pagó puntualmente sus cuentas de banco hasta que la empresa donde trabajaba cerró por quiebra. El cerco de deudas comenzó a presionarla y ella al principio resistió todo lo que pudo para evitar la asfixia. La pregunta es porqué no acudió a sus hijo en ayuda y ellos dicen, ahora que ella está encerrada, que nunca le gustó molestarles para nada, menos para pedirles dinero y tampoco supieron que las cosas iban a tener este fin. Cuando le preguntaban a Sara si estaba pagando la hipoteca ella les contestaba que sí, que lo hacía con un dinero que había guardado especialmente para tiempos de crisis y ellos le creyeron.
Sara perdió la casa y todos sus bienes, incluso los que logró tener en su país natal y un día se encontró desamparada. Le habían puesto plazo para salir de su vivienda y en ese tiempo comenzaron los signos de cambio, hablaba sola, mascullaba palabras raras, rezaba, lloraba en silencio, sufría de insomnio, y luego recorría la casa buscando fallas para hacerlas arreglar. Todavía existe un papel donde escribió las cosas prioritarias por reparar.
Sara iba y venía por su casa y aquel día, sus hijos acudieron asustados al escucharle gritar que se había ganado la lotería. Vieron que su madre había recortado decenas y decenas de papeles de periódico como si fueran billetes, los había agrupado en fajos y puesto en una maleta de mano. Cuando sus hijos llegaron les repartió emocionada diciéndoles que compartía su riqueza para que ellos no sufrieran más pobreza. Sara está en un sitio especial para dementes donde sigue repartiendo billetes a todo el mundo con la misma frase: “para que ya no sigan siendo pobres”. No se sabe si Sara volverá a ser como antes, una mujer con los pies sobre la tierra.

La green card

A Mario le salieron los papeles después de más de doce años de espera y eso es motivo de celebración con todos los amigos y familiares que estuvieron a su lado en esta larga espera.
No fueron tiempos fáciles estos de vivir sin documentos, dice Mario. Se sintió explotado en todos los trabajos a los que tuvo acceso, hizo las tareas más humillantes por pocos dólares la hora, con horarios de más de doce horas y sin pago de sobre tiempo. Un año estuvo a un paso de ser deportado. Dos veces le paró la policía por manejar sin licencia de conducir; una ocasión tuvo que pagar miles de dólares por un choque absurdo que no tuvo culpa pero el otro chofer involucrado se aprovechó de su condición de indocumentado.
Pero ahora todo es diferente. En la factoría ya no es “temporario”, su salario ha mejorado y ya tiene su licencia de manejo. Además se siente bien porque le aprobaron la primera tarjeta de crédito. Mario es un hombre feliz y su alegría es contagiosa, tanto que todos los amigos y amigas celebraron con una fiesta como si la green card de Mario fuera colectiva.

Bill habla español

Bill llegó a la factoría hace tres meses y ya habla español con soltura. Lo simpático del asunto es que no sabía ni una sola palabra del lenguaje de Cervantes y lo aprendió por una apuesta que hizo con un gringo viejo que supervisa al personal por más de diez años y apenas sabe dos que tres malas palabras. Bill hace todo lo posible por hablar español.
Lo primero que aprendió fueron palabrotas que las repite a gritos para no olvidarse. Escucharle despotricar causa carcajadas y eso le motiva para seguir preguntando por los significados y ampliar su vocabulario. “Repite como loro”, dicen algunos y tal vez ese sea el secreto para que en tan poco tiempo Bill mantenga un diálogo fluido que abarca saludos, preguntas por el tiempo, por la salud, por pasatiempos y frases de uso común, todo esto combinado con las consabidas palabrotas que las dice con una gracia contagiosa.
En la factoría hay personas que no quieren al gringo viejo y como una forma de venganza le dicen a Bill que hable español en su presencia sólo para ver como el supervisor se vuelve rojo como un tomate y en inglés masculla insultos y ofensas.
Bill cuenta en español de su divorcio, de la pelea en Corte para visitar a su hija y de la lucha que vive para dejar de fumar y beber. Cuenta que está solo y dice que le gustaría vivir con una muchacha hispana que sea linda, que tenga un lindo cuerpo y buena cabeza para que le brinde amor y le enseñe español. Bill pregunta a todas las mujeres de la factoría si quieren casarse con él para tener muchos niños café con leche, con ojos azules y ojos negros y todos gordos como el papá. Hasta el momento Bill no ha tenido suerte pero tal vez consiga novia ya mismo porque está aprendiendo a cantar bachatas y busca una chica que le enseñe a bailar y ahí puede pegar centro.

La huída

Marta huyó de su pareja en su país natal porque era un hombre violento. Sólo pasaron 8 meses y ahora huye con él dejando a su madre en el abandono.
Hace poco, Gabino narró la historia de Marta que llegó a los Estados Unidos gracias al apoyo de Elena, su madre, quien se endeudó de por vida para evitar que su hija muriera en manos de un tipo que la pegaba todos los días y la amenazaba “con volarle la cabeza si se quejaba”. Marta cruzó la frontera estando embarazada de siete meses. Se entregó a los agentes de inmigración en Arizona porque ya no podía caminar y fue enviada junto a su madre en Nueva York. Marta dio a luz a Aracely, una niña robusta y sana que es la adoración de su abuela. La niña acaba de cumplir seis meses y ahora se la han llevado sin dejar rastro alguno.
Elena no encuentra calma, está desolada, siente que se le ha ido la vida junto a Aracely y siente un profundo rencor hacia Marta porque la engañó sin piedad.
Desde que Aracely nació, Elena decidió criarla a su manera. Cada día la bañaba, la perfumaba, la alimentaba, la mimaba y la niña correspondía a este amor con una ternura que sólo una abuela puede entender. Las tres mujeres vivían en un sótano y para paliar la soledad hablaban y hablaban sin cesar, como una forma de consuelo, haciendo planes para el futuro. Marta le contaba el infierno que había vivido junto a su pareja en su pueblo natal, le narraba con lágrimas en los ojos sobre la violencia que había soportado, los golpes, los insultos, las palizas y las amenazas eran el pan de cada día, hasta el día que decidió huir y venir a refugiarse junto a su madre.
Elena contactó con un abogado para que ayude a su hija que en estos días tenía que presentarse a Corte y además se había hecho cargo del pago de la deuda de nueve mil dólares que había costado su viaje.
Mientras Elena trabajaba en la factoría, a sus espaldas se maquinaba la huída. Ahora se sabe que Marta retomó el contacto con el padre de Aracely. Se dice que el tipo pregonaba a voces que se había tatuado el nombre de su hija en el pecho y juró venir a Nueva York en su rescate. Para ablandar la coraza que se había puesto Marta, comenzó a enviarle regalos para la niña, le hizo ofrecimientos de cambio, le juró amor eterno y todos los días le lloraba por teléfono pidiéndole perdón. Marta nunca demostró nada frente a Elena, más bien le siguió la corriente en los proyectos futuros. Pensaban ir las tres a vivir en Nueva Jersey donde les ofrecían trabajo seguro y vivienda barata. También se sabe que hace un mes, el tipo logró cruzar la frontera a pesar de tener orden de deportación. Llegó a Meryland y desde allí planificó la huída final.
Elena, Marta y Aracely pasaron juntas el fin de año y se juntaron en un solo abrazo para desearse suerte en el porvenir.
Tras el feriado, Elena llegó a trabajar el martes y al mediodía recibió la noticia del dueño de casa que le contó que un tipo mal encarado había llegado a su casa, había cargado algunas maletas, había salido de prisa con Aracely en sus brazos y Marta agitada se había subido a un auto con placas de Meryland que desapareció en un instante. Cuando Elena llegó a casa en la noche sólo encontró un papel donde Marta había escrito “perdóneme mamá” y nada más.
Elena llora en silencio, por la traición, por el futuro incierto que le espera a la niña en manos de aquel tipo y por la vida que es tan cruel con ella. El único deseo que tiene Elena es volver a ver a su nieta pero no quiere perdonar a su hija y si regresa fracasada dice que no le abrirá su puerta nunca más.

Thursday, January 5, 2012

Carta perdida

Gabino recibió la orden de su supervisor de hacer una limpieza general de su área de trabajo. Hasta ese momento, decenas de cajas permanecían apiladas una sobre otra desde tiempos remotos. La mayoría contenía papeles caducados, ordenes repetidas, recibos, copias, en resumen todo era basura. Una a una las cajas eran revisadas y enviadas a la zona de reciclaje y en esto estaba Gabino cuando un sobre apareció entre tanto papel inútil. Era una carta de amor, fechada diez años atrás y por su contenido conmovedor decidió hacerla pública.
“Asumo la responsabilidad por las decisiones que tomamos, el irme tuvo su lado positivo, si me quedaba hubieras vivido un infierno de celos, acusaciones, malos tratos, desprecio, sospechas. Estar lejos y después de tantos años me ha servido para estabilizar mis emociones, no ha sido fácil, tuve períodos largos de incertidumbre, de no saber de vos, aprendí con dolor que la gente no vive de sueños o deseos y eso lo supe cuando me dijiste que deje de escribirte. Fue un proceso tenaz, de auto-compasión, de auto-destrucción, de sentirme culpable, de acusarme, de flagelarme. Sabía que tratabas de rehacer tu vida, que querías conocer a otra gente, que ibas a establecer otras relaciones y eso era válido, eran tus decisiones, eran tus prioridades, yo pertenecía al pasado y estaba tan lejos.
Sufrí mucho pero aprendí a entender que necesitabas apoyo, respaldo, amor, todo lo que yo ya no podía darte. Y comencé a olvidarte o por lo menos intenté olvidarte. Pasaron los años y reapareciste, recibí tu carta y fue como recibir un bálsamo para la pena, me emocionó volver a saber de vos pero no sabía lo que podía pasar, me puse cauto.
Supuse que tuviste decepciones y volvías los ojos hacia mí, hacia lo que fuimos, porque fuimos grandes, poderosos, mientras estuvimos juntos fuimos reales, sinceros, nos amamos de verdad, con amor, con pasión y entendí que eso tenía validez sobre todas las cosas. Cuando volviste a mi vida te recibí sin importarme nada de lo pasado, te recibí consciente, con la mente clara, te recibí como alguien real.
Ahora te veo como el hombre que eres, aquel que logró emprender solo y avanzar hacia nuevas metas y te admiro y veo que todo este tiempo sin mi te valió para crecer, lograste muchas cosas y las sigues logrando y vez, a lo mejor si me quedaba nada de lo que tienes lo hubieras conseguido, el sacrificio valió la pena. La vida nos ha cambiado. Sin embargo, nuestro amor está más fuerte. Estoy completamente segura. Voy a esperarte con la esperanza viva. Eso me ayudará a seguir. Te amo infinitamente”.

Un nuevo inicio

Es inevitable para Gabino contagiarse de las frases que se utilizan al finalizar un año y comenzar uno nuevo. Los buenos deseos, las esperanzas por días mejores, el pedido de salud, de dinero y de amor se repiten hasta la saciedad a pesar de ser eso, frases hechas que se dicen sin pensar o se repiten mecánicamente. Gabino es ferviente creyente de que los buenos deseos se cumplen si se piden con convicción, desde el alma o la cabeza, desde el corazón o cualquier otro órgano del cuerpo pero siempre desde la razón o si se quiere desde el raciocinio.
Hace un año, Gabino encauzó su comentario hacia la defensa de los inmigrantes que viven en Estados Unidos, les nombró personajes del año porque se ganaron la nominación por todo el esfuerzo que ponen para vivir en un país que no les entrega nada a cambio, que todavía les ignora y que se mantiene incólume frente a los pedidos de legalización.
Gabino decidió escribir sobre los inmigrantes sin papeles desde su propia realidad, desde su propia experiencia y lo hizo desde su conciencia, pretendió darles voz, esa que no se escucha, que ni siquiera es un susurro pero que está allí, represada en la garganta de más de 12 millones de seres humanos que decidieron vivir en un país que no les brinda ni siquiera las garantías básicas de salud, vivienda y educación, que sobreviven con sueldos casi de miseria bajo el pretexto de una crisis económica inexistente. Hace un año y por estas fechas, Gabino apostó por los inmigrantes y ganó. Han pasado doce meses y en este tiempo se ha enriquecido al convivir con personas de todas partes del mundo. En su calidad de narrador ha descubierto que cada una de las personas con las que convive diariamente en la factoría donde trabaja, es un mundo de sensibilidades, de sentimientos, con una capacidad infinita de enseñanzas a pesar muchas veces de sus rostros hoscos, serios, mal encarados, huraños, o todo lo contrario.
Esas personas podrían brindar lecciones de vida, de coraje, de paciencia y tolerancia a quien quisiera escucharles.
Por eso Gabino ratifica su admiración por las mujeres y los hombres inmigrantes, que todos los días del año trabajan por mejorar sus vidas y mantienen la esperanza de que llegarán días mejores, que tienen en su mente el regreso al origen, a sus tierras y ese es el mejor de los sueños, volver, volver. Felicidades para todas y todos en este nuevo año.

Asunto de conciencia

Le gustaba beber hasta caer y por eso nadie le quería, ni sus familiares ni sus propios amigos. Cuando estaba bolo se volvía impertinente, grosero, altanero, bronquista y respondón. Normalmente sus borracheras terminaban en peleas y siempre amanecía caído en alguna calle. Hubo una vez que tomó tanto que tuvieron que llevarle de urgencia al hospital donde le dijeron que su salud pendía de un hilo. Meses después fue en ese mismo hospital donde confirmaron su muerte pero por otra causa ajena al alcohol. Murió atropellado por un ebrio que se subió a la vereda por donde él caminaba y allí casi termina la historia.

José llegó a Nueva York un día de Navidad hace cinco años y siempre tuvo la suerte de espaldas. En este lapso le abandonó su mujer, le despidieron del trabajo y comenzó a dedicarse a la bebida. Fue preso por manejar ebrio y sin licencia. Cayó en una redada de inmigración y le faltaban apenas tres meses para salir de Estados Unidos por una orden de deportación. José estaba decidido a irse de regreso a su país por lo que decidió beber menos. Consiguió un trabajo de medio tiempo en un car wash y en las noches se juntaba con sus amigos a tomarse unas copas en la placita. Regresaba de ahí cuando la muerte tocó su puerta. Los testigos dijeron que murió de contado, nada pudieron hacer los paramédicos.
Lo irónico de la historia es que los mismos familiares que le despreciaron en vida ahora simulan tristeza y ya presentaron una demanda judicial de donde esperan obtener una buena tajada. Harán un festín en memoria de José, disfrutarán del dinero que el difunto nunca pudo conseguir y para darse a conocer ante el mundo aparecen llorosos en televisión depositando ofrendas florales en el sitio donde cayó fulminado el hasta ayer, ser despreciado por su vicio. La conciencia y la vergüenza fueron enterradas junto con José.

Amor platónico

Rosa pasaba por ahí, sintió como un llamado y decidió entrar. Siempre le había atraído la posibilidad de hacerse leer la mano y llegó el día. Le atendió una señora gorda -Madam Chanel- que respiraba con dificultad, como si viniera corriendo, dice. Una vez concluidos los trámites de rigor como sentarse, mirarse, hablar un poco del clima y otras trivialidades, Madam Chanel entró en materia después de pedir que varios santos le iluminen. Parece que sí porque apenas tomó la mano de Rosa le dijo que ella había roto con su pareja y era cierto. Le dijo que se olvide de aquel que no valía la pena y que ponga su energía en algo productivo como sacar provecho del amor de un viejo. Lo más asombroso para ella fue cuando le soltó sin más ni mas que un gringo viejo estaba perdidamente enamorado de ella. Ahí sintió como una corriente eléctrica en la espalda porque había acertado totalmente, el supervisor de la factoría donde trabaja Rosa, un hombre sexagenario, le daba muestras diarias de afecto cada día y desde hace algunos años, sólo que ahora es más evidente.
Rosa es la favorita indudable del supervisor, hace lo que quiere, falta y le pagan, si quiere trabaja o se toma su tiempo para salir de compras en horas de trabajo y vuelve como si nada. En fin, es privilegiada para hacer y deshacer del gringo viejo a quien, como ella dice, le tiene comiendo de la mano y eso que no ha pasado nada entre los dos. Es lo que se llama un amor platónico, con roces simulados, caricias furtivas, miradas lánguidas, suspiros, orejas rojas y otras muestras de afecto que brillan como luces en la noche. Y Rosa niega que haya cedido a las pretensiones del supervisor. Se mantiene firme en sus treces y dice que quizás, alguna vez. El loco amor del gringo por Rosa quedó en evidencia cuando ella faltó una semana por enfermedad. La llamaba varias veces al día, miraba su estación de trabajo como esperando que llegara o tal vez extrañando su ausencia, estaba a punto de las lágrimas, obnubilado, ido, transportado, extraviado hasta que ella volvió y se le hizo el día. Las risas y el coqueteo volvieron a ser protagonistas y así estuvieron hasta cuando se pelearon en serio por una niñería. Ella decidió abandonar la factoría y él le amenazó que si salía, no iba a volver nunca más y Rosa se fue, segura de su poder. El capricho del gringo duró apenas dos días y no pudo más. Ambos midieron sus fuerzas y ella ganó, el gringo le pidió perdón y le rogó que vuelva y ella, tras poner condiciones, retornó como una reina, por la puerta grande. Y no es para menos porque se dice que entre otras exigencias pidió aumento de salario, un auto para movilizarse y un departamento para convertirle en nido de amor con el gringo en una zona exclusiva de la isla para evitar encuentros no deseados con compañeros y compañeras de trabajo.
Rosa dice que sigue al pie de la letra lo que le dijo la bruja, que puede conseguir todo lo que se le antoje si maneja con inteligencia tanto amor, pero que se apure porque el tiempo apremia, es corto y puede quedarse sin su Romeo, lo que en buen romance significa que el gringo tendría los días contados. Sin duda, una historia de amor.

La migra

Era un día habitual, como cualquier mañana de miércoles de la semana, ajetreado, con mucho trabajo por hacer y mucho movimiento de los trabajadores de la factoría para cumplir sus estimados.
Nunca se supo de dónde vino el rumor, pero éste se extendió como un tsunami por toda la factoría hasta que se convirtió en un grito desgarrador de mujer: !La migra!
Tras el grito comenzaron otros chillidos, casi aullidos, advirtiendo sobre la presencia de la migra. Decenas de hombres y mujeres comenzaron una carrera loca, sin rumbo por los pasillos de la fábrica, unos intentando salir del recinto, otros buscando un escondite, trepando a lo alto, intentando meterse en grandes cajas. Subidas, bajadas, puertas que se abren y se cierran con violencia, cajas que caen, todo esto ante la mirada atónita de los supervisores que al principio no sabían que sucedía.
Tras unos minutos de pánico se escuchó por los parlantes al manager que pedía calma, pero las voces enloquecidas del pánico se sobreponían a cualquier razón. En este trance se miraron rostros pálidos, con lágrimas, en rictus de dolor, se escucharon gritos lastimeros que imploraban el favor divino. Algunas mujeres ya pensaban en sus hijos que iban a quedar sin sus madres y varios hombres pensaban ya en su triste suerte. Otros, pálidos pero serenos, optaron por quedarse en silencio, esperando el desenlace, asumiendo una posición digna ante la supuesta entrada de los agentes de inmigración. Luego hubo un silencio sobrecogedor, apenas se oían suspiros tras las lágrimas y comenzó la espera, todos mirando a la puerta de acceso que se abrió lentamente y entró un hombre viejo con uniforme azul, en sus manos llevaba papeles o documentos y alzando la voz preguntó por el manager, éste se acercó y saludo con el personaje, cruzaron unas palabras y juntos comenzaron la inspección del edificio. Era el inspector que vigila la seguridad industrial en todos los edificios y factorías del sector.
La voz de alarma confundiéndole con la migra se debió al carro en que llegó al edificio, una van muy parecida, dicen, a las que utiliza la migra, sumado a esto el uniforme azul y los sellos oficiales en pecho y mangas del personaje en mención, detonó semejante tropel en la factoría.
Tras el susto, vinieron las risas y los comentarios sobre la actitud de cada persona en esos momentos de angustia y sufrimiento.
El caso es que todos los días se festejan las situaciones más cómicas que se vivieron en una mañana habitual, de miércoles en la factoría.

Claudia se casa

Claudia se va a casar y todo el mundo le aconseja que no lo haga, que va a sufrir. Sin embargo ella -o mas bien él- ya fijó fecha para este sábado.
Las amigas de Claudia le dicen que todavía está a tiempo de decir que no, porque conocen a Luis, el novio: un tipo prepotente, machista, mujeriego, tomador, bohemio y despilfarrador.
Los amigos de Claudia se lamentan porque ella es una chica brillante, que se merece un futuro mejor, además de ser linda en su persona y su genio.
Porqué, porqué, se lamenta todo el mundo. Desde el principio esa relación fue impuesta. Lusi estaba casado y ella apens llegaba a Estados Unidos y se prendó de él. Vivieron juntos casi cuatro años hasta que él se divorció. En ese tiempo hubo maltratos, abandonos, infidelidades, desprecios de parte del muchacho y ella, como si no hubiera más hombres en el mundo, soportó sin decir nada, sin una queja. Las pocas amistades que Claudia tuvo las hizo en la factoría y bajo estricta vigilancia de Luis, así que todos y todas conocen a fondo la relación desigual de esta pareja dispareja.
Antes de casarse, en estos días Luis tuvo un acceso de cólera, insultó a Claudia y entre otros agravios le dijo como para que todo el mundo escuchara: “ nunca podré confiar en ti si tuviste la audacia de vivir con un hombre casado”, refiriéndose a su propia relación. Después de esto ella no dice nada, es una víctima de sus propia decisión. Este sábado invitaron a la boda, habrá que asistir.

El festejo

Nancy tiene 19 años y lleva sobre sus hombros una supuesta culpa: el haberse negado a su “primera vez”. Le dicen que no quiso porque se le moja la canoa. Ella confiesa casi con culpa que no lo hizo porque tuvo pánico y eso es todo.
El muchacho que cortejó a Nancy está considerado como el hombre más deseado de toda la factoría. Según las mujeres reúne las condiciones ideales para ser el hombre perfecto y casi todas coinciden en que si él les propusiera no lo pensarían dos veces, lo arriesgarían todo, y lo dicen sin escrúpulos incluso las mujeres casadas.
Entre risas nerviosas y alborotadas algunas comentan en las cosas que le harían, cómo lo harían y lo que le permitirían llegada la oportunidad. Pero él no tiene ojos para todas, escoge su próxima conquista después de un análisis más bien rápido pero certero. Dicen que por sus brazos han desfilado las muchachas de la oficina, luego las de recepción, y ahora ha fijado sus ojos en las chicas de la sección empaque y distribución. Su primera conquista en esta parte de la factoría iba a ser Nancy y por eso el escándalo desatado.
Casi como una confesión, la muchacha cuenta que aceptó la propuesta del galán para ir a su departamento. Estaba dispuesta a todo lo que se imaginaba y no dudo en entrar y ponerse cómoda como él le sugirió. Pero ahí comenzó el pánico de Nancy. El tipo preparó un ambiente macabro, puso a sonar una música diabólica que incluía sonidos guturales y gritos espantosos, corrió unas gruesas cortinas negras, prendió velas negras, se vistió de negro y a ella le pidió que se pusiera una túnica transparente negra. Sí, ella pensó que le venía un futuro negro y por eso decidió salir corriendo del departamento del pervertido a quien dejó con los rizos hechos y con las velas encendidas. El muchacho se encargó de desmentir la versión de Nancy y dice que ama a las mujeres según la fiesta que se aproxima y a ella le coincidió la celebración de Halloween.

Esos amores virtuales

Todo comenzó como un juego, desde ese intercambio de palabras que se fueron convirtiendo en deseo, hasta el largo viaje hacia el encuentro.
Eduardo abrió su cuenta en facebook porque quería volver a saber de sus amigos que se dispersaron por la guerra y como un deseo íntimo, deseaba comunicarse con sus antiguas novias y conocer cómo las trataba la vida.
No puso límite a sus contactos, todos y todas se incorporaban a su lista de amistades, pero poco a poco fue eliminando los muchos para quedarse con los pocos, hasta que terminó intercambiando sus ideas solamente con la gringa con la que se identificó desde el primer momento. En apenas tres meses su vida dio un giro por completo. Día y noche estaba conectado con Alice, se contaron hasta el último detalle de sus vidas, se hicieron íntimos amigos y después decidieron convertirse en amantes. Los dos estaban sin pareja, ella dijo tener un hijo de cuatro años y eso no le importó a Eduardo, quien decidió ir a vivir con Alice en Ohio. Renunció a su trabajo, vendió todo lo que tenía en Nueva York, hizo maletas y se fue al encuentro de su destino.
Ella estaba esperándole en el aeropuerto, se reconocieron y se besaron como en las películas. Tomaron un taxi y fueron a casa. Alice estaba radiante, cariñosa, alegre y bella, más que en las fotos de su cuenta en facebook. Tal vez por eso Eduardo aceptó sus explicaciones sobre los hijos de ella que en realidad eran cuatro, el último de ocho meses. Le contó que el padre de los niños le había abandonado y sobrevivía a duras penas con dos trabajos. La primera noche con ella fue de ensueño, pero terminó apenas despuntó el día. La realidad se presentó cruda ante los ojos de Eduardo. Los niños le miraban con odio, reclamaban a su padre y se comportaron como diablillos hasta que salió a buscar trabajo. Para no alargar este relato, la odisea de Eduardo duró seis meses. Sufrió como un mártir los malos tratos de los niños y las exigencia de Alice. Todo el dinero que ganó lo invirtió en pagar las cuentas de ella. La gringa llegó al extremo de exigirle dinero para hacer el amor y eso fue el detonante para que el muchacho decidiera huir de el infierno que él mismo había provocado.
Salió una mañana de casa y en vez de ir a su trabajo, tomó un bus rumbo a Nueva York a donde llegó sin un centavo.
Comenzó a trabajar en la factoría hace apenas dos meses y dice que no se quedará mucho tiempo, espera que le devuelvan su antiguo trabajo donde ganaba tres veces más y casi no hacía nada. Mientras tanto ha cerrado su cuenta en facebook y como consuelo y para no vivir solo se ha comprado una perrita chihuahua a la que llama con cariño Princesa y dice que ella será por siempre su reina.

Se va

Ella se va de la factoría. Se regresa a su pueblo después de vivir cuatro años en Long Island. Deja huérfanos a todos los hombres, les deja vacíos de su presencia, de su figura, de su sonrisa, de su voz velada, casi ronca, que era un susurro cuando contaba las cosas que le decían los bolos o borrachos de su otro trabajo.
Desde que llegó a la factoría, hombres y mujeres se sorprendieron de su cuerpo, de su grupa poderosa que movía como acariciada por el viento. Todos y todas admiraron su sonrisa sensual y disfrutaron de su ingenio para responder a cualquier piropo leve o subido de tono. Tenía la respuesta adecuada para mantener a raya a los avezados que querían llevarle a la cama y después al cielo. Le ofrecieron riquezas, dinero, propiedades, lujos, pera ella prefirió hacer dinero explotando sus encantos sin compromisos ni obligaciones. En la factoría logró ubicarse en un puesto junto al jefe, de poco esfuerzo y de mucha suspicacia. Todo el tiempo jugó al gato y al ratón con el gringo que la creyó presa fácil y a quien le mantuvo comiendo de su mano, a tal punto que casi le obligó a hacerle regalos caros que acumulaba para enviar a sus parientes en su pueblo.
En su otro trabajo de fin de semana como mesera es donde realmente logró acumular dinero a costilla de los hombres que le daban jugosas propinas sólo para verle caminar moviendo las caderas y más cuando habían bebido lo suficiente para perder el juicio y ofrecerle billetes a manos llenas por un beso o una caricia. Ella recibía las propinas y les daba esperanzas y nada más. Y pasaron cuatro años de esta vida que le cansó tanto y de pronto decidió regresar a sus orígenes sin vuelta atrás. Apenas se despidió de sus amistades y partió sin mirar atrás, llevándose su sonrisa sensual y su cuerpo espectacular.