Thursday, January 5, 2012

Carta perdida

Gabino recibió la orden de su supervisor de hacer una limpieza general de su área de trabajo. Hasta ese momento, decenas de cajas permanecían apiladas una sobre otra desde tiempos remotos. La mayoría contenía papeles caducados, ordenes repetidas, recibos, copias, en resumen todo era basura. Una a una las cajas eran revisadas y enviadas a la zona de reciclaje y en esto estaba Gabino cuando un sobre apareció entre tanto papel inútil. Era una carta de amor, fechada diez años atrás y por su contenido conmovedor decidió hacerla pública.
“Asumo la responsabilidad por las decisiones que tomamos, el irme tuvo su lado positivo, si me quedaba hubieras vivido un infierno de celos, acusaciones, malos tratos, desprecio, sospechas. Estar lejos y después de tantos años me ha servido para estabilizar mis emociones, no ha sido fácil, tuve períodos largos de incertidumbre, de no saber de vos, aprendí con dolor que la gente no vive de sueños o deseos y eso lo supe cuando me dijiste que deje de escribirte. Fue un proceso tenaz, de auto-compasión, de auto-destrucción, de sentirme culpable, de acusarme, de flagelarme. Sabía que tratabas de rehacer tu vida, que querías conocer a otra gente, que ibas a establecer otras relaciones y eso era válido, eran tus decisiones, eran tus prioridades, yo pertenecía al pasado y estaba tan lejos.
Sufrí mucho pero aprendí a entender que necesitabas apoyo, respaldo, amor, todo lo que yo ya no podía darte. Y comencé a olvidarte o por lo menos intenté olvidarte. Pasaron los años y reapareciste, recibí tu carta y fue como recibir un bálsamo para la pena, me emocionó volver a saber de vos pero no sabía lo que podía pasar, me puse cauto.
Supuse que tuviste decepciones y volvías los ojos hacia mí, hacia lo que fuimos, porque fuimos grandes, poderosos, mientras estuvimos juntos fuimos reales, sinceros, nos amamos de verdad, con amor, con pasión y entendí que eso tenía validez sobre todas las cosas. Cuando volviste a mi vida te recibí sin importarme nada de lo pasado, te recibí consciente, con la mente clara, te recibí como alguien real.
Ahora te veo como el hombre que eres, aquel que logró emprender solo y avanzar hacia nuevas metas y te admiro y veo que todo este tiempo sin mi te valió para crecer, lograste muchas cosas y las sigues logrando y vez, a lo mejor si me quedaba nada de lo que tienes lo hubieras conseguido, el sacrificio valió la pena. La vida nos ha cambiado. Sin embargo, nuestro amor está más fuerte. Estoy completamente segura. Voy a esperarte con la esperanza viva. Eso me ayudará a seguir. Te amo infinitamente”.

Un nuevo inicio

Es inevitable para Gabino contagiarse de las frases que se utilizan al finalizar un año y comenzar uno nuevo. Los buenos deseos, las esperanzas por días mejores, el pedido de salud, de dinero y de amor se repiten hasta la saciedad a pesar de ser eso, frases hechas que se dicen sin pensar o se repiten mecánicamente. Gabino es ferviente creyente de que los buenos deseos se cumplen si se piden con convicción, desde el alma o la cabeza, desde el corazón o cualquier otro órgano del cuerpo pero siempre desde la razón o si se quiere desde el raciocinio.
Hace un año, Gabino encauzó su comentario hacia la defensa de los inmigrantes que viven en Estados Unidos, les nombró personajes del año porque se ganaron la nominación por todo el esfuerzo que ponen para vivir en un país que no les entrega nada a cambio, que todavía les ignora y que se mantiene incólume frente a los pedidos de legalización.
Gabino decidió escribir sobre los inmigrantes sin papeles desde su propia realidad, desde su propia experiencia y lo hizo desde su conciencia, pretendió darles voz, esa que no se escucha, que ni siquiera es un susurro pero que está allí, represada en la garganta de más de 12 millones de seres humanos que decidieron vivir en un país que no les brinda ni siquiera las garantías básicas de salud, vivienda y educación, que sobreviven con sueldos casi de miseria bajo el pretexto de una crisis económica inexistente. Hace un año y por estas fechas, Gabino apostó por los inmigrantes y ganó. Han pasado doce meses y en este tiempo se ha enriquecido al convivir con personas de todas partes del mundo. En su calidad de narrador ha descubierto que cada una de las personas con las que convive diariamente en la factoría donde trabaja, es un mundo de sensibilidades, de sentimientos, con una capacidad infinita de enseñanzas a pesar muchas veces de sus rostros hoscos, serios, mal encarados, huraños, o todo lo contrario.
Esas personas podrían brindar lecciones de vida, de coraje, de paciencia y tolerancia a quien quisiera escucharles.
Por eso Gabino ratifica su admiración por las mujeres y los hombres inmigrantes, que todos los días del año trabajan por mejorar sus vidas y mantienen la esperanza de que llegarán días mejores, que tienen en su mente el regreso al origen, a sus tierras y ese es el mejor de los sueños, volver, volver. Felicidades para todas y todos en este nuevo año.

Asunto de conciencia

Le gustaba beber hasta caer y por eso nadie le quería, ni sus familiares ni sus propios amigos. Cuando estaba bolo se volvía impertinente, grosero, altanero, bronquista y respondón. Normalmente sus borracheras terminaban en peleas y siempre amanecía caído en alguna calle. Hubo una vez que tomó tanto que tuvieron que llevarle de urgencia al hospital donde le dijeron que su salud pendía de un hilo. Meses después fue en ese mismo hospital donde confirmaron su muerte pero por otra causa ajena al alcohol. Murió atropellado por un ebrio que se subió a la vereda por donde él caminaba y allí casi termina la historia.

José llegó a Nueva York un día de Navidad hace cinco años y siempre tuvo la suerte de espaldas. En este lapso le abandonó su mujer, le despidieron del trabajo y comenzó a dedicarse a la bebida. Fue preso por manejar ebrio y sin licencia. Cayó en una redada de inmigración y le faltaban apenas tres meses para salir de Estados Unidos por una orden de deportación. José estaba decidido a irse de regreso a su país por lo que decidió beber menos. Consiguió un trabajo de medio tiempo en un car wash y en las noches se juntaba con sus amigos a tomarse unas copas en la placita. Regresaba de ahí cuando la muerte tocó su puerta. Los testigos dijeron que murió de contado, nada pudieron hacer los paramédicos.
Lo irónico de la historia es que los mismos familiares que le despreciaron en vida ahora simulan tristeza y ya presentaron una demanda judicial de donde esperan obtener una buena tajada. Harán un festín en memoria de José, disfrutarán del dinero que el difunto nunca pudo conseguir y para darse a conocer ante el mundo aparecen llorosos en televisión depositando ofrendas florales en el sitio donde cayó fulminado el hasta ayer, ser despreciado por su vicio. La conciencia y la vergüenza fueron enterradas junto con José.

Amor platónico

Rosa pasaba por ahí, sintió como un llamado y decidió entrar. Siempre le había atraído la posibilidad de hacerse leer la mano y llegó el día. Le atendió una señora gorda -Madam Chanel- que respiraba con dificultad, como si viniera corriendo, dice. Una vez concluidos los trámites de rigor como sentarse, mirarse, hablar un poco del clima y otras trivialidades, Madam Chanel entró en materia después de pedir que varios santos le iluminen. Parece que sí porque apenas tomó la mano de Rosa le dijo que ella había roto con su pareja y era cierto. Le dijo que se olvide de aquel que no valía la pena y que ponga su energía en algo productivo como sacar provecho del amor de un viejo. Lo más asombroso para ella fue cuando le soltó sin más ni mas que un gringo viejo estaba perdidamente enamorado de ella. Ahí sintió como una corriente eléctrica en la espalda porque había acertado totalmente, el supervisor de la factoría donde trabaja Rosa, un hombre sexagenario, le daba muestras diarias de afecto cada día y desde hace algunos años, sólo que ahora es más evidente.
Rosa es la favorita indudable del supervisor, hace lo que quiere, falta y le pagan, si quiere trabaja o se toma su tiempo para salir de compras en horas de trabajo y vuelve como si nada. En fin, es privilegiada para hacer y deshacer del gringo viejo a quien, como ella dice, le tiene comiendo de la mano y eso que no ha pasado nada entre los dos. Es lo que se llama un amor platónico, con roces simulados, caricias furtivas, miradas lánguidas, suspiros, orejas rojas y otras muestras de afecto que brillan como luces en la noche. Y Rosa niega que haya cedido a las pretensiones del supervisor. Se mantiene firme en sus treces y dice que quizás, alguna vez. El loco amor del gringo por Rosa quedó en evidencia cuando ella faltó una semana por enfermedad. La llamaba varias veces al día, miraba su estación de trabajo como esperando que llegara o tal vez extrañando su ausencia, estaba a punto de las lágrimas, obnubilado, ido, transportado, extraviado hasta que ella volvió y se le hizo el día. Las risas y el coqueteo volvieron a ser protagonistas y así estuvieron hasta cuando se pelearon en serio por una niñería. Ella decidió abandonar la factoría y él le amenazó que si salía, no iba a volver nunca más y Rosa se fue, segura de su poder. El capricho del gringo duró apenas dos días y no pudo más. Ambos midieron sus fuerzas y ella ganó, el gringo le pidió perdón y le rogó que vuelva y ella, tras poner condiciones, retornó como una reina, por la puerta grande. Y no es para menos porque se dice que entre otras exigencias pidió aumento de salario, un auto para movilizarse y un departamento para convertirle en nido de amor con el gringo en una zona exclusiva de la isla para evitar encuentros no deseados con compañeros y compañeras de trabajo.
Rosa dice que sigue al pie de la letra lo que le dijo la bruja, que puede conseguir todo lo que se le antoje si maneja con inteligencia tanto amor, pero que se apure porque el tiempo apremia, es corto y puede quedarse sin su Romeo, lo que en buen romance significa que el gringo tendría los días contados. Sin duda, una historia de amor.

La migra

Era un día habitual, como cualquier mañana de miércoles de la semana, ajetreado, con mucho trabajo por hacer y mucho movimiento de los trabajadores de la factoría para cumplir sus estimados.
Nunca se supo de dónde vino el rumor, pero éste se extendió como un tsunami por toda la factoría hasta que se convirtió en un grito desgarrador de mujer: !La migra!
Tras el grito comenzaron otros chillidos, casi aullidos, advirtiendo sobre la presencia de la migra. Decenas de hombres y mujeres comenzaron una carrera loca, sin rumbo por los pasillos de la fábrica, unos intentando salir del recinto, otros buscando un escondite, trepando a lo alto, intentando meterse en grandes cajas. Subidas, bajadas, puertas que se abren y se cierran con violencia, cajas que caen, todo esto ante la mirada atónita de los supervisores que al principio no sabían que sucedía.
Tras unos minutos de pánico se escuchó por los parlantes al manager que pedía calma, pero las voces enloquecidas del pánico se sobreponían a cualquier razón. En este trance se miraron rostros pálidos, con lágrimas, en rictus de dolor, se escucharon gritos lastimeros que imploraban el favor divino. Algunas mujeres ya pensaban en sus hijos que iban a quedar sin sus madres y varios hombres pensaban ya en su triste suerte. Otros, pálidos pero serenos, optaron por quedarse en silencio, esperando el desenlace, asumiendo una posición digna ante la supuesta entrada de los agentes de inmigración. Luego hubo un silencio sobrecogedor, apenas se oían suspiros tras las lágrimas y comenzó la espera, todos mirando a la puerta de acceso que se abrió lentamente y entró un hombre viejo con uniforme azul, en sus manos llevaba papeles o documentos y alzando la voz preguntó por el manager, éste se acercó y saludo con el personaje, cruzaron unas palabras y juntos comenzaron la inspección del edificio. Era el inspector que vigila la seguridad industrial en todos los edificios y factorías del sector.
La voz de alarma confundiéndole con la migra se debió al carro en que llegó al edificio, una van muy parecida, dicen, a las que utiliza la migra, sumado a esto el uniforme azul y los sellos oficiales en pecho y mangas del personaje en mención, detonó semejante tropel en la factoría.
Tras el susto, vinieron las risas y los comentarios sobre la actitud de cada persona en esos momentos de angustia y sufrimiento.
El caso es que todos los días se festejan las situaciones más cómicas que se vivieron en una mañana habitual, de miércoles en la factoría.

Claudia se casa

Claudia se va a casar y todo el mundo le aconseja que no lo haga, que va a sufrir. Sin embargo ella -o mas bien él- ya fijó fecha para este sábado.
Las amigas de Claudia le dicen que todavía está a tiempo de decir que no, porque conocen a Luis, el novio: un tipo prepotente, machista, mujeriego, tomador, bohemio y despilfarrador.
Los amigos de Claudia se lamentan porque ella es una chica brillante, que se merece un futuro mejor, además de ser linda en su persona y su genio.
Porqué, porqué, se lamenta todo el mundo. Desde el principio esa relación fue impuesta. Lusi estaba casado y ella apens llegaba a Estados Unidos y se prendó de él. Vivieron juntos casi cuatro años hasta que él se divorció. En ese tiempo hubo maltratos, abandonos, infidelidades, desprecios de parte del muchacho y ella, como si no hubiera más hombres en el mundo, soportó sin decir nada, sin una queja. Las pocas amistades que Claudia tuvo las hizo en la factoría y bajo estricta vigilancia de Luis, así que todos y todas conocen a fondo la relación desigual de esta pareja dispareja.
Antes de casarse, en estos días Luis tuvo un acceso de cólera, insultó a Claudia y entre otros agravios le dijo como para que todo el mundo escuchara: “ nunca podré confiar en ti si tuviste la audacia de vivir con un hombre casado”, refiriéndose a su propia relación. Después de esto ella no dice nada, es una víctima de sus propia decisión. Este sábado invitaron a la boda, habrá que asistir.

El festejo

Nancy tiene 19 años y lleva sobre sus hombros una supuesta culpa: el haberse negado a su “primera vez”. Le dicen que no quiso porque se le moja la canoa. Ella confiesa casi con culpa que no lo hizo porque tuvo pánico y eso es todo.
El muchacho que cortejó a Nancy está considerado como el hombre más deseado de toda la factoría. Según las mujeres reúne las condiciones ideales para ser el hombre perfecto y casi todas coinciden en que si él les propusiera no lo pensarían dos veces, lo arriesgarían todo, y lo dicen sin escrúpulos incluso las mujeres casadas.
Entre risas nerviosas y alborotadas algunas comentan en las cosas que le harían, cómo lo harían y lo que le permitirían llegada la oportunidad. Pero él no tiene ojos para todas, escoge su próxima conquista después de un análisis más bien rápido pero certero. Dicen que por sus brazos han desfilado las muchachas de la oficina, luego las de recepción, y ahora ha fijado sus ojos en las chicas de la sección empaque y distribución. Su primera conquista en esta parte de la factoría iba a ser Nancy y por eso el escándalo desatado.
Casi como una confesión, la muchacha cuenta que aceptó la propuesta del galán para ir a su departamento. Estaba dispuesta a todo lo que se imaginaba y no dudo en entrar y ponerse cómoda como él le sugirió. Pero ahí comenzó el pánico de Nancy. El tipo preparó un ambiente macabro, puso a sonar una música diabólica que incluía sonidos guturales y gritos espantosos, corrió unas gruesas cortinas negras, prendió velas negras, se vistió de negro y a ella le pidió que se pusiera una túnica transparente negra. Sí, ella pensó que le venía un futuro negro y por eso decidió salir corriendo del departamento del pervertido a quien dejó con los rizos hechos y con las velas encendidas. El muchacho se encargó de desmentir la versión de Nancy y dice que ama a las mujeres según la fiesta que se aproxima y a ella le coincidió la celebración de Halloween.

Esos amores virtuales

Todo comenzó como un juego, desde ese intercambio de palabras que se fueron convirtiendo en deseo, hasta el largo viaje hacia el encuentro.
Eduardo abrió su cuenta en facebook porque quería volver a saber de sus amigos que se dispersaron por la guerra y como un deseo íntimo, deseaba comunicarse con sus antiguas novias y conocer cómo las trataba la vida.
No puso límite a sus contactos, todos y todas se incorporaban a su lista de amistades, pero poco a poco fue eliminando los muchos para quedarse con los pocos, hasta que terminó intercambiando sus ideas solamente con la gringa con la que se identificó desde el primer momento. En apenas tres meses su vida dio un giro por completo. Día y noche estaba conectado con Alice, se contaron hasta el último detalle de sus vidas, se hicieron íntimos amigos y después decidieron convertirse en amantes. Los dos estaban sin pareja, ella dijo tener un hijo de cuatro años y eso no le importó a Eduardo, quien decidió ir a vivir con Alice en Ohio. Renunció a su trabajo, vendió todo lo que tenía en Nueva York, hizo maletas y se fue al encuentro de su destino.
Ella estaba esperándole en el aeropuerto, se reconocieron y se besaron como en las películas. Tomaron un taxi y fueron a casa. Alice estaba radiante, cariñosa, alegre y bella, más que en las fotos de su cuenta en facebook. Tal vez por eso Eduardo aceptó sus explicaciones sobre los hijos de ella que en realidad eran cuatro, el último de ocho meses. Le contó que el padre de los niños le había abandonado y sobrevivía a duras penas con dos trabajos. La primera noche con ella fue de ensueño, pero terminó apenas despuntó el día. La realidad se presentó cruda ante los ojos de Eduardo. Los niños le miraban con odio, reclamaban a su padre y se comportaron como diablillos hasta que salió a buscar trabajo. Para no alargar este relato, la odisea de Eduardo duró seis meses. Sufrió como un mártir los malos tratos de los niños y las exigencia de Alice. Todo el dinero que ganó lo invirtió en pagar las cuentas de ella. La gringa llegó al extremo de exigirle dinero para hacer el amor y eso fue el detonante para que el muchacho decidiera huir de el infierno que él mismo había provocado.
Salió una mañana de casa y en vez de ir a su trabajo, tomó un bus rumbo a Nueva York a donde llegó sin un centavo.
Comenzó a trabajar en la factoría hace apenas dos meses y dice que no se quedará mucho tiempo, espera que le devuelvan su antiguo trabajo donde ganaba tres veces más y casi no hacía nada. Mientras tanto ha cerrado su cuenta en facebook y como consuelo y para no vivir solo se ha comprado una perrita chihuahua a la que llama con cariño Princesa y dice que ella será por siempre su reina.

Se va

Ella se va de la factoría. Se regresa a su pueblo después de vivir cuatro años en Long Island. Deja huérfanos a todos los hombres, les deja vacíos de su presencia, de su figura, de su sonrisa, de su voz velada, casi ronca, que era un susurro cuando contaba las cosas que le decían los bolos o borrachos de su otro trabajo.
Desde que llegó a la factoría, hombres y mujeres se sorprendieron de su cuerpo, de su grupa poderosa que movía como acariciada por el viento. Todos y todas admiraron su sonrisa sensual y disfrutaron de su ingenio para responder a cualquier piropo leve o subido de tono. Tenía la respuesta adecuada para mantener a raya a los avezados que querían llevarle a la cama y después al cielo. Le ofrecieron riquezas, dinero, propiedades, lujos, pera ella prefirió hacer dinero explotando sus encantos sin compromisos ni obligaciones. En la factoría logró ubicarse en un puesto junto al jefe, de poco esfuerzo y de mucha suspicacia. Todo el tiempo jugó al gato y al ratón con el gringo que la creyó presa fácil y a quien le mantuvo comiendo de su mano, a tal punto que casi le obligó a hacerle regalos caros que acumulaba para enviar a sus parientes en su pueblo.
En su otro trabajo de fin de semana como mesera es donde realmente logró acumular dinero a costilla de los hombres que le daban jugosas propinas sólo para verle caminar moviendo las caderas y más cuando habían bebido lo suficiente para perder el juicio y ofrecerle billetes a manos llenas por un beso o una caricia. Ella recibía las propinas y les daba esperanzas y nada más. Y pasaron cuatro años de esta vida que le cansó tanto y de pronto decidió regresar a sus orígenes sin vuelta atrás. Apenas se despidió de sus amistades y partió sin mirar atrás, llevándose su sonrisa sensual y su cuerpo espectacular.

El viaje de Armando

Armando vive en un pueblo cercano al mar, tiene 16 años y como cualquier chico de su edad, le gustaba reunirse con sus amigos en la esquina del barrio a matar el tiempo. Pero a veces el término “matar” se aplica al pie de la letra tal como les sucedió una tarde a los amigos de Armando. Cinco de ellos se habían juntado para planificar un paseo a la playa. Nadie prestó atención cuando llegó una motocicleta con dos hombres, quienes sin decir palabra apuntaron sus armas y asesinaron a cuatro de los amigos de Armando, él salió ileso. Antes de irse, uno de ellos le miró a los ojos al muchacho, se llevó el dedo índice a la boca sugiriendo que no abriera la boca y se alejaron a toda prisa.
Desde entonces, Armando tiene delirio de persecución y por su seguridad se fue a vivir con unos familiares en un pueblo alejado.
Su mamá, Aurora, se enteró de esta tragedia al día siguiente del suceso y desde ese momento decidió traer a Armando a vivir en Estados Unidos. Pidió el dinero a un prestamista y pagó diez mil dólares a un coyote para que cruzara a su hijo.
Y en efecto, las cosas resultaron perfectas. El chico tardó apenas un mes y quince días en llegar a Long Island, sitio de residencia de Aurora. Ella salió a esperarle a la estación de buses de Hempstead donde llegó la van que traía a varios viajeros desde la frontera.
Mirar a su hijo después de diez años de separación le conmovió tanto que se echó a llorar como una Magdalena. Sus lágrimas se convirtieron en rictus de dolor cuando quiso abrazar a su hijo y éste le rechazó, apenas le saludó y no habló hasta que llegaron a casa.
Aurora justificó la actitud de su hijo por el trauma de ver a sus amigos muertos, pero él le aclaró a gritos que no la quería por haberle abandonado cuando era niño. Ella quiso explicarle la razón, pero Armando no la dejó hablar y le dijo que se iba a vivir con un tío con el que ya se había comunicado por teléfono y sólo esperaba que viniera a recogerle.
Aurora cuenta que el muchacho lleva casi dos semanas sin hablarle y se siente culpable por no tener la capacidad de explicarle que en estos últimos diez años casi se le va la vida trabajando para mantenerle, educarle, vestirle, alimentarle, satisfacerle los caprichos y ahora sólo recibe desprecio. Aurora tiene dolor en su alma y cree que no valió la pena tanto sacrificio. Sobre la deuda del viaje de Armando dice que no piensa pagar ni un centavo y no le importa nada si esto le trae problemas, al final en poco tiempo se regresará a su país a terminar sus días en su casita que está abandonada.

Sin respuestas

No sabe cuándo empezó a detestarle y menos recuerda cuando el odio hacia él se volvió insoportable. Sólo tiene en su mente el día en que le pidió que se fuera.
Fueron cinco años de unión y el último de desunión. Todo se volvió una ruina. Juana comenzó a sentir un abandono, una desazón que nunca antes había tenido. Miraba a su hombre y no sentía nada a pesar de que él era buen tipo. Cuando conoció a Roberto deseó con todas sus fuerzas sentir amor hacia él pero no pudo, no le nació del corazón y menos de la mente, por lo que decidió fingir que le amaba y así comenzaron a vivir juntos. Después de una convivencia tranquila, ella tomó conciencia que junto a él los días pasaban lentos, pausados, interminables, especialmente cuando Roberto se ponía cariñoso y la buscaba. Comenzó a rechazarle con cualquier pretexto, pero él insistía, casi la forzaba y era peor. Ella cerraba los ojos hasta que todo pasaba y era cuando se sentía sucia, utilizada, como un objeto. Después de unos meses soportando los acosos decidió buscar trabajo en la noche con lo que evitaba encontrarle a solas en la cama. Los fines de semana eran su pesadilla. Era patético verle a él esperándola después que ella se bañaba y salía a vestirse al dormitorio, era casi una violación, por eso decidió llevar su ropa al baño y salir completamente vestida. Este tipo de situaciones se repitieron incluso cuando salían a lavar la ropa, o iban de compras. No le quería a su lado, le estorbaba y se lo dijo. Hace poco, Juana habló con Roberto y llegaron a un acuerdo, él decidió irse de su lado. Sin amenazas ni lágrimas se dijeron adiós. El regresó a su país y ella ahora respira tranquila, libre al fin, aunque se pregunta cuándo fue que comenzó a detestar al hombre que un día le juró amar hasta la muerte.

El viejito

Gustavo cumplió cincuenta años de edad y se quedó sin empleo. A estas alturas de la vida le fue imposible conseguir trabajo por lo que decidió aceptar la invitación de sus hermanos para venir a Estados Unidos en plan de vacaciones. Llegó sin muchas expectativas pero una vez en Nueva York y después de pasear como un verdadero turista, decidió aceptar la oferta de trabajo para cuidar a un anciano que vivía solitario al final de Long Island. Desde el principio hubo química, tal vez por el carácter dócil de Gustavo y las muestras de respeto del anciano. Pronto se hicieron amigos, sobre todo porque el anciano pudo volver a hablar en español que era su idioma de origen y se entendieron de maravilla. El trabajo de Gustavo era fácil, tenía que leerle al anciano todo lo que quisiera porque había perdido la vista y gustaba de mantenerse informado. Todos los días y después de varias lecturas de periódicos y libros los dos se ponían a charlar. Eran conversaciones sobre la vida, sobre las experiencias de cada uno en el trajinar por el mundo. Hablaron de guerras, de viajes, de amores, de soledades, de sueños, de anhelos y eso fue lo maravilloso, los dos todavía soñaban con grandes proyectos a futuro. Así pasaron los meses y la confianza rebasó todos los límites. Gustavo gustaba de las siestas. Leer tanto le producía sueño, se acomodaba en su sillón y se quedaba dormido profundamente. El anciano se levantaba con cuidado para no hacer ruido, se iba a la cocina y preparaba la comida, ponía la mesa y con delicadeza hacía despertar a Gustavo para que comieran juntos. Gustavo y el viejito juntaron sus soledades y se hicieron grandes amigos. De vez en cuando salían al parque, no muy lejos porque se cansaban pronto, o preferían ir a cenar a algún restaurante cercano. Gustavo recibía su pago con puntualidad y muchas veces con jugosos aumentos. Era la dicha para él hasta que el anciano murió de repente. Un ataque al corazón le sorprendió en la noche y frustró todos sus planes futuros. Gustavo quedó destrozado, quería al anciano como a su padre y nunca pudo recuperarse. Llegó a la factoría donde trabaja Gabino para reunir dinero y volver a su país. Lo único que quiere es pisar su tierra y dejar sus huesos en el lugar que le vio nacer.

Esperando un milagro

Raúl tiene 24 años de edad y está al filo de la muerte. Tiene cirrosis por lo que debe recibir hemodiálisis cada tres días, aunque no es suficiente. Por dos ocasiones sus pulmones se han llenado de líquido y sólo la oportuna atención médica le han salvado la vida. Raúl está internado en el hospital desde hace dos meses y no tiene esperanza de recuperación, por eso llora su madre. Tras superar el impacto del primer momento, Clara cuenta cómo sucedieron los hechos. Ella se vino a Estados Unidos cuando Raúl era un adolescente de 15 años y es ahí cuando aprendió a tomar alcohol. Sus otros hermanos contaban a Clara que el muchacho bebía hasta caer al piso casi todos los días. Fueron largos años de angustias, de consejos, de promesas pero no hubo resultados, Raúl se convirtió en alcohólico. Tras seis años Clara logró traer a su hijo a su lado pero la alegría duró poco. Raúl no duraba en los trabajos, se peleaba con sus jefes y le despedían. Desocupado y sin trabajo tomaba todos los días. Y pasó lo inevitable, una noche comenzó a quejarse de dolor de espalda pero nadie le hizo caso. Salió como siempre y no volvió por dos días. Preocupada Clara salió a buscarle, le encontró en un parque donde viven personas sin hogar, estaba inconsciente, hinchado, con la piel verdosa, intoxicado. Le llevaron al hospital y ahí lograron estabilizarle con el desenlace anotado. Clara no pierde la esperanza aunque los partes médicos no son nada halagadores. Ella acude cada tarde, después del trabajo, a ver a su hijo, a su hijito del alma. Aunque la cuenta del hospital sube como la espuma, ella no piensa en eso, sólo espera el milagro de ver a su hijo sano para llevarle de vuelta a su país donde es seguro que se recupere. Ese sí sería un milagro.