Thursday, April 1, 2010

Acto de reflexión

Cada año y desde que tuvo uso de razón, Gabino salía a presenciar la Procesión de Semana Santa que se organizaba el Viernes Santo por las calles de su pueblo. Esta caminata representaba el Vía Crucis que padeció Jesús Cristo hasta ser crucificado. Eran miles y miles de personas completamente mojadas -porque no hubo ni un solo año en que no lloviera- en actitud de penitencia, compungidos los rostros, elevando plegarias al cielo, con velas encendidas y derretidas en sus manos o envueltos en la humareda que se producía al quemar incienso. Gabino niño miraba estupefacto cómo se azotaban hasta sangrar decenas de hombres semidesnudos, descalzos, cargando pesadas cruces, con coronas de espinas hechas de ramas de rosales, incrustadas en sus cabezas. Había otros personajes disfrazados de romanos que azotaban a los Cristos criollos hasta destrozarles la piel de la espalda de donde brotaba abundante sangre. Durante el largo recorrido, muchos avanzaban de rodillas, con pesadas piedras colgadas de sus cuellos. Pero lo que más le impresionaba a Gabino eran los cucuruchos, aquellos seres vestidos con túnicas púrpuras, con la cabeza cubierta por un bonete del mismo color, donde apenas se miraban los ojos. Ellos abrían la procesión con rezos roncos dichos a media voz y tras ellos, sobre una plataforma cargada sobre los hombros de otros disfrazados, venía la figura de Cristo sangrante, con el rostro demacrado por el sufrimiento y el dolor. Mucho más tarde, Gabino se enteró de que toda esta representación de flagelo y arrepentimiento tenía que ver con la expiación de los pecados y una contundente muestra de fe con esas penitencias humillantes de un pueblo profundamente católico. Ahora que salió de su pueblo y vive en un país donde nadie se acuerda de la Semana Santa, Gabino hace un acto de reflexión. Esta vez no descansará ni un solo día como se acostumbra en su pueblo, trabajará hasta muy tarde, hasta caer rendido. Comerá pollo o carne o lo que haya en el coffe truck que llega a la factoría a hora del break y no pescado como es costumbre en estas fechas y menos disfrutará de la Fanesca, ese plato típico elaborado con pescado seco y mucha paciencia. Gabino se acuerda de la Procesión de Semana Santa y piensa si tanta fe vale la pena, ahora que vuelve el escándalo de los sacerdotes abusadores sexuales de niños y nadie hace nada por poner fin a esta práctica, por el contrario, las autoridades eclesiásticas intentan desvirtuar las acusaciones y quieren esconder tanta miseria. Gabino se pregunta si no serán estos casos los que alejan de la iglesia católica a las personas que se refugian en sectas y templos que proliferan por doquier y que también tienen su propia historia. Gabino va a narrar algunas anécdotas al respecto, pero ahora vuelve a su trabajo porque el supervisor ya le vio distraído como siempre que se pone a pensar.

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