Saturday, May 29, 2010

Ana María quiere ser bailarina

Ana María llegó a Estados Unidos desde República Dominicana siendo casi una adolescente con una hija en brazos. Una vez en Nueva York, un muchacho vecino suyo le dijo que la manera más rápida de hacer dinero era convirtiéndose en bailarina de centros nocturnos “y con el cuerpo que tiene vecinita…”, le dijo mirándola con una mezcla de malicia y deseo. Es cierto, Ana María tiene un cuerpo espectacular, exuberante, ella es alta, espigada, gusta de vestir con ropa que resalta sus formas y cuando camina es un poema dice uno de sus admiradores. Tiene un ligero toque de estrabismo que pasa desapercibido porque normalmente uno fija la vista en su boca cuando habla y sonríe. Mientras cuenta esta historia, mueve su cuerpo y sus manos al ritmo del relato, reviviendo cada escena, por lo que atrapa la atención de quienes le escuchan y son muchos. El caso es que Ana María estaba segura de conseguir empleo en alguno de los muchos centros existentes porque es consciente de sus atributos físicos. Tras buscar en varias publicaciones, y conseguir contactos, al fin llegó el día de una entrevista con un gerente de un famoso centro nocturno. Se puso linda, dice, con una ropa sexy, mucho escote y antes de salir dio varios pasos de baile para relajarse. Al llegar y tras hacerle esperar un largo tiempo, le hicieron pasar a una oficina llena de fotografías de mujeres lindas, unas con ropa y otras sin nada, dice Ana María. La actitud del hombre que le recibió era totalmente fría, era un hombre serio, poco amable y con poco tiempo, según le dijo. Tras la presentación de rigor, le dijo que se desnudara totalmente. El pedido le tomó casi de sorpresa porque ella quería demostrar primero su habilidad para el bailes, incluso había repasado algunos movimientos copiados de una película. Ana María comenzó a quitarse la ropa lentamente, botón por botón, casi provocativamente. El hombre no estaba para eso y le pidió que lo haga de prisa. Cuando por fin quedó completamente desnuda, estaba de espaldas al tipo, este le pidió que girara lentamente. El hombre le miró de la cabeza a los pies, se levantó intempestivamente y con rabia, antes de salir le gritó que nunca había visto una mujer con tantos vellos en el cuerpo y que por supuesto no le contrataría porque ni aún depilándose podría quedar como una mujer normal. Ella se ríe a carcajadas, dice que nunca fue consciente de su situación y que ninguno de los novios que tuvo le dijeron nada. Por un segundo se queda pensativa y luego dice que es posible que tenga mucho vello porque se depila cada dos días, pero para ella eso es normal. Por supuesto no siguió buscando trabajo como bailarina, más bien puso en práctica sus conocimientos de estilista, trabaja a domicilio y es muy cotizada entre sus compañeras de trabajo en una factoría, donde ya lleva trabajando varios años mientras espera al príncipe azul que le ponga en el lugar que se merece y no le importe el abundante vello de su cuerpo, dice muerta de la risa.

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