Sunday, May 9, 2010

Recordando a mamá

En el pueblo de Gabino, existía o existe, una institución social del gobierno, llamada Monte de Piedad, donde se empeñaban prendas de valor por una cantidad de dinero. Uno llevaba joyas por ejemplo, el empleado hacía una revisión minuciosa y decía una cantidad, si el cliente estaba de acuerdo -lo que siempre sucedía-, escribía un recibo, le enviaba donde el cajero y éste, tras entregarle el dinero, le advertía sobre el plazo escrito para retirar las prendas empeñadas, o de lo contrario las perdía. A este sitio de empeño acudían los más pobres, los que siempre tenían necesidades económicas extremas. Se empeñaban cosas inverosímiles y todo lo imaginable que tuviera un valor. Se dejaban hasta las cobijas, por las que daban una mínima cantidad de dinero, pero que servía para cubrir las necesidades más inmediatas.
Cierto día, cuando Gabino era muy pequeño, su madre le llevó al Monte de Piedad. Sucede que era el último día de plazo para retirar los objetos de valor, al otro día se remataban en subasta pública. No existía poder en el mundo para recuperar lo empeñado terminado el plazo y por eso Gabino y su madre se sumaron a los cientos, tal vez miles, de seres desesperados que pugnaban por llegar a las ventanillas de pago. Era tal el descontrol que no se respetaba nada ni nadie. La madre levantó a Gabino con esfuerzo del suelo porque le estaban asfixiando, le sentó en un muro de una ventana y tras decirle que le espere, se sumergió en la marea humana. Gabino miró con desesperación como desaparecía su madre entre tanta gente y al no saber qué pasaba se puso a llorar desconsolado. No tiene idea de cuánto tiempo estuvo allí, creía que había perdido para siempre a su madre, sólo recuerda que le vinieron unas ganas infinitas de dormir, cerró los ojos y se abandonó al sueño. Le despertó un ligero movimiento, era su madre que aparecía como si viniera de una batalla, despeinada, la ropa maltrecha, sudorosa y los ojos llenos de lágrimas. Gabino no supo si lloraba porque logró recuperar sus prendas o porque las había perdido. La madre le tomó suavemente entre sus brazos, le apretó contra su pecho y después de este abrazo cálido e infinito, le puso en el suelo, le tomó de la mano y le llevó a tomar una golosina.

Este capítulo es sólo uno de los tantos que Gabino vivió junto a su madre. Ella luchaba sola contra la miseria, tenía ocho hijos que mantener y cada día significaba un reto para sobrevivir. Cuántas veces Gabino fue testigo de la fortaleza y la valentía de su madre para mantener a su familia. Ahora se estremece al imaginar el calvario que habrá vivido para llevar el alimento a sus hijos. Lavó ropa ajena en el río, planchó toneladas de ropa, vendió pan desde la madrugada, caminó hasta el agotamiento ofreciendo mercaderías que luego no podía cobrar por dejar fiado, pero nunca permitió que sus hijos sufrieran de hambre o se quedaran sin ir a la escuela. Gabino quiere expresar su amor a la madre que está esperándole que vuelva para abrazarle, para mimarle y decirle que es su hijito del alma. Por su parte él se siente un ser privilegiado de tener una madre tan adorable, que le enseñó que a la vida hay que enfrentarla con fortaleza y con mucho coraje, que le dijo que la fortuna no está en acumular dinero sino en usar la inteligencia para conseguir los objetivos a través del amor y el respeto al prójimo, que fueron suficientes sus palabras para convertirle en un ser humano sensible. Por todo esto Gabino ama a su madre y espera que en su día, todas las madres del mundo reciban el cariño de sus seres queridos.

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