Friday, May 14, 2010

César el cantor

En la factoría donde trabaja Gabino, apareció un muchacho cantor. Se llama César, aunque según se le va conociendo, utiliza dos o tres nombres diferentes. Es pequeño de estatura pero muy fuerte y reta a quien sea para demostrar su fortaleza. Tiene una mirada profunda, que casi atemoriza, pero en varias ocasiones ha evadido peleas que en otros casos se han resuelto a golpes. Lo peculiar de César es que al caminar va dejando un aroma inconfundible a mota, según el llama a la marihuana. Como es un tipo nervioso, debe andar con dos porciones por lo menos para calmar su ansiedad. Se diría que es hiperactivo, aunque a su edad -va para los 30- sería un caso poco común. No está nunca quieto. Se ha ganado el cariño de los supervisores porque ayuda a todo el mundo a hacer sus tareas. Se le ve en todas partes y siempre se sabe dónde está porque canta a todo pulmón. Le gustan las canciones de Marco Antonio Solis, de los Fernández, de los Tigres del Norte y sabe un repertorio sin fin de hip-hop improvisado y creado por su propia persona. Hay momentos en que se pone huraño, silencioso y cuesta mucho sacarle unas palabras. Pero también tiene períodos de una vorágine de palabras y es cuando cuenta su vida. El papá de César, un cabo del ejército de El Salvador fue instructor anti-guerrilla en pleno conflicto armado de ese país. A los tres años de edad, César quedó huérfano de padre, lo mató su osadía. La madre de César, tras quedar viuda, se juntó con un guerrillero, pero un día decidió suicidarse por razones nunca develadas y dejó a su hijo en el abandono. César fue adoptado por su abuela con quien creció hasta convertirse en adulto. Estuvo con ella administrando una bodega de víveres hasta que decidió emigrar a Estados Unidos. De acuerdo a su relato, llegó a Meryland, donde por ocho meses trabajó como guardia de seguridad en un prostíbulo clandestino. Después pasó a trabajar con un amigo en construcción, donde demostró su habilidad para aprender y ejecutar las tareas bien y rápido. César ya gustaba de consumir marihuana y en este sitio conoció a los distribuidores más pesados por lo que se fue introduciendo en el mundo de la mara. Cierta noche, César se convirtió en testigo de un asesinato de un miembro de un grupo rival. Huyó porque le buscaba la policía para que testifique, pero él temía por su vida, porque debía acusar a un miembro de su propia mara y eso se paga con la vida. Ahora vive en Nueva York y ya buscó la protección de la mara local. También comenzó a enfrentarse con los rivales y según dice, va a otros pueblos a reclutar muchachos jóvenes, hombres y mujeres, para engrosar filas. En medio de estas tareas acude a una Iglesia Cristiana y está pensando dejar la religión porque se peleó con el chofer de la van de la iglesia y eso le ha provocado conflictos. Recién fue atacado por tres hombres que le robaron el dinero ganado en una semana y ya está buscando el contacto adecuado para comprar un arma, porque no quiere que le dejen con los colochos hechos, dice convencido.

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