Friday, March 2, 2012

Dejar de ser pobres

Los hijos de Sara no recuerdan desde cuándo ella comenzó a perder el sentido de la realidad, sólo tienen presente su primer arrebato de locura que vino acompañado de gritos de entusiasmo por haberse ganado la lotería.
Los hijos de Sara hacen memoria y coinciden en que su madre comenzó a perder la cabeza junto cuando se quedó sin trabajo y ya no pudo pagar la hipoteca de su casa.
Sara trabajó muy duro más de 20 años en un negocio de comida y como siempre fue una mujer previsora, ahorró el dinero suficiente para pagar casi la mitad de la casa en que vivían ella y sus tres hijos. Sara se fajó sola con los gastos y la crianza de los muchachos y logró que los tres sean profesionales y responsables. Año tras año Sara pagó puntualmente sus cuentas de banco hasta que la empresa donde trabajaba cerró por quiebra. El cerco de deudas comenzó a presionarla y ella al principio resistió todo lo que pudo para evitar la asfixia. La pregunta es porqué no acudió a sus hijo en ayuda y ellos dicen, ahora que ella está encerrada, que nunca le gustó molestarles para nada, menos para pedirles dinero y tampoco supieron que las cosas iban a tener este fin. Cuando le preguntaban a Sara si estaba pagando la hipoteca ella les contestaba que sí, que lo hacía con un dinero que había guardado especialmente para tiempos de crisis y ellos le creyeron.
Sara perdió la casa y todos sus bienes, incluso los que logró tener en su país natal y un día se encontró desamparada. Le habían puesto plazo para salir de su vivienda y en ese tiempo comenzaron los signos de cambio, hablaba sola, mascullaba palabras raras, rezaba, lloraba en silencio, sufría de insomnio, y luego recorría la casa buscando fallas para hacerlas arreglar. Todavía existe un papel donde escribió las cosas prioritarias por reparar.
Sara iba y venía por su casa y aquel día, sus hijos acudieron asustados al escucharle gritar que se había ganado la lotería. Vieron que su madre había recortado decenas y decenas de papeles de periódico como si fueran billetes, los había agrupado en fajos y puesto en una maleta de mano. Cuando sus hijos llegaron les repartió emocionada diciéndoles que compartía su riqueza para que ellos no sufrieran más pobreza. Sara está en un sitio especial para dementes donde sigue repartiendo billetes a todo el mundo con la misma frase: “para que ya no sigan siendo pobres”. No se sabe si Sara volverá a ser como antes, una mujer con los pies sobre la tierra.

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