Friday, March 2, 2012

La huída

Marta huyó de su pareja en su país natal porque era un hombre violento. Sólo pasaron 8 meses y ahora huye con él dejando a su madre en el abandono.
Hace poco, Gabino narró la historia de Marta que llegó a los Estados Unidos gracias al apoyo de Elena, su madre, quien se endeudó de por vida para evitar que su hija muriera en manos de un tipo que la pegaba todos los días y la amenazaba “con volarle la cabeza si se quejaba”. Marta cruzó la frontera estando embarazada de siete meses. Se entregó a los agentes de inmigración en Arizona porque ya no podía caminar y fue enviada junto a su madre en Nueva York. Marta dio a luz a Aracely, una niña robusta y sana que es la adoración de su abuela. La niña acaba de cumplir seis meses y ahora se la han llevado sin dejar rastro alguno.
Elena no encuentra calma, está desolada, siente que se le ha ido la vida junto a Aracely y siente un profundo rencor hacia Marta porque la engañó sin piedad.
Desde que Aracely nació, Elena decidió criarla a su manera. Cada día la bañaba, la perfumaba, la alimentaba, la mimaba y la niña correspondía a este amor con una ternura que sólo una abuela puede entender. Las tres mujeres vivían en un sótano y para paliar la soledad hablaban y hablaban sin cesar, como una forma de consuelo, haciendo planes para el futuro. Marta le contaba el infierno que había vivido junto a su pareja en su pueblo natal, le narraba con lágrimas en los ojos sobre la violencia que había soportado, los golpes, los insultos, las palizas y las amenazas eran el pan de cada día, hasta el día que decidió huir y venir a refugiarse junto a su madre.
Elena contactó con un abogado para que ayude a su hija que en estos días tenía que presentarse a Corte y además se había hecho cargo del pago de la deuda de nueve mil dólares que había costado su viaje.
Mientras Elena trabajaba en la factoría, a sus espaldas se maquinaba la huída. Ahora se sabe que Marta retomó el contacto con el padre de Aracely. Se dice que el tipo pregonaba a voces que se había tatuado el nombre de su hija en el pecho y juró venir a Nueva York en su rescate. Para ablandar la coraza que se había puesto Marta, comenzó a enviarle regalos para la niña, le hizo ofrecimientos de cambio, le juró amor eterno y todos los días le lloraba por teléfono pidiéndole perdón. Marta nunca demostró nada frente a Elena, más bien le siguió la corriente en los proyectos futuros. Pensaban ir las tres a vivir en Nueva Jersey donde les ofrecían trabajo seguro y vivienda barata. También se sabe que hace un mes, el tipo logró cruzar la frontera a pesar de tener orden de deportación. Llegó a Meryland y desde allí planificó la huída final.
Elena, Marta y Aracely pasaron juntas el fin de año y se juntaron en un solo abrazo para desearse suerte en el porvenir.
Tras el feriado, Elena llegó a trabajar el martes y al mediodía recibió la noticia del dueño de casa que le contó que un tipo mal encarado había llegado a su casa, había cargado algunas maletas, había salido de prisa con Aracely en sus brazos y Marta agitada se había subido a un auto con placas de Meryland que desapareció en un instante. Cuando Elena llegó a casa en la noche sólo encontró un papel donde Marta había escrito “perdóneme mamá” y nada más.
Elena llora en silencio, por la traición, por el futuro incierto que le espera a la niña en manos de aquel tipo y por la vida que es tan cruel con ella. El único deseo que tiene Elena es volver a ver a su nieta pero no quiere perdonar a su hija y si regresa fracasada dice que no le abrirá su puerta nunca más.

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