Friday, August 5, 2011

A control remoto

Es un espectáculo ver a Mariana hablar por teléfono. Agita las manos cuando habla a gritos, sí, aleja el celular de su oreja cuando se apasiona y comienza a dar instrucciones. Ella es mamá de tres hijos adolescentes y una niña de cinco años y a todos les controla vía telefónica.
Los hijos de Mariana se quedaron en su país y ella, desde hace dos años les disciplina, les premia, les da cariño y les da ánimo, les sana, les cría.
Ella cuenta que su casa está ubicada en una zona peligrosa, donde abunda la delincuencia, claro, antes no era así, pero ahora todos conviven con la violencia y han sido testigos de barbaridades. Mariana no desampara a sus hijos. Todos los días y a diferentes horas les llama por teléfono para saber si llegaron a casa, si hicieron las tareas, si ayudaron a su papá a cuidar a la niña, a cocinar, limpiar, hacer las compras, en fin, es como si ella estuviera presente y ellos así lo asumen.
Un día, el mayor de los hijos se quedó con los amigos y regresó tarde a casa. Mariana movió cielo y tierra hasta encontrarlo, una vecina le ubicó y a través de su teléfono le ordenó que ese momento vaya a casa y le dictó el castigo: dos semanas sin televisión, sin mesada y sin salida. La sanción se cumplió al pie de la letra y ahora, cuando uno de los chicos va a demorarse le llaman para dar aviso.
Muchos de los compañeros de Mariana en la factoría se burlan y le critican, pero ella, oídos sordos a las críticas se mantiene firme en su forma de criar a sus hijos. Cuando uno de ellos se pone rebelde, ella le grita que en una hora llegará a casa y sufrirá las consecuencias de su comportamiento. Claro, el chico se calma y las cosas vuelven a su curso normal. El esposo de Mariana es el cómplice ideal en la disciplina de los hijos y se mantiene firme en los dictados de su mujer, aunque varias veces se ha ido a dormir sin ver el capítulo de la novela de ese día.

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