Sunday, June 10, 2012

A muchos les pasa


Lo que le sucedió a Jorge no es nada novedoso. Fue despedido del trabajo no bien comenzaba a reconocer el terreno.
En este ir y venir buscando mejores salarios y nuevas oportunidades, el muchacho encontró lo que le pareció la oportunidad de su vida: un restaurante de lujo. Su trabajo consistiría en lavar la vajilla y todos los trastos que se fueran usando a lo largo de ocho horas y durante los siete días de la semana. Se le ofreció un pago de cien dólares diarios fuera de libros y Jorge podría comer todo lo que se le ocurriera. Sus futuros compañeros de labores le contaron que se podría llevar la comida que suele sobrar en los restaurantes lo que le ahorraría un montón de dinero. Y lo mejor: podría hacer horas extras aprendiendo los secretos de la alta cocina como ayudante del cocinero, quien le ofreció ascenderle si mostraba ganas por aprender. Qué más podía pedirle a la vida, pensó Jorge y se fue feliz a descansar el que sería su último día libre.
Llegó puntual, saludó con el personal y se puso su nuevo uniforme que consistía en unas grandes botas de plástico, un delantal negro también de plástico y unos guantes de hule que le llegaban hasta los codos, se ubicó frente a un inmenso lavabo, abrió los grifos para regular la temperatura y movió el primer montón de platos sucios y entonces entró un tipo con cara de pocos amigos, le gritó que deje todo, que se cambie de ropa, que salga inmediatamente de su presencia y desaparezca antes de llamar a la policía. Al principio Jorge no entendía el porqué de tanta violencia y mientras salía precipitadamente, alguien le dijo que el tipo había verificado su documentación que resultó falsa.
Ya en la calle sonrió con resignación y pensó que no sería ni la primera ni la última vez que esto le habría de suceder. Se fue a aplicar a una agencia de empleos y días mas tarde llegó a la factoría donde trabaja Gabino, junto a una decena de personas con historias similares, aunque con finales distintos.

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