Tuesday, December 14, 2010

Cargo de Conciencia

El cargo de conciencia le está matando lentamente a Vicente. Se culpa por la muerte de su amigo Carlos, que fue atropellado por un carro fantasma en horas de la madrugada, mientras conducía su bicicleta rumbo a su casa.
No se habían visto desde hace muchos años, desde que cada uno tomó rumbos diferentes una vez que llegaron a Estados Unidos. Fueron vecinos en su pueblo y por coincidencia decidieron emigrar la misma fecha. El largo trayecto al norte les tomó varios meses, y durante ese tiempo se contaron cada uno sus respectivas vidas, con detalles, se rieron de la gente de su pueblo, de las travesuras en la escuela, de la muchachas que habían conocido, es decir, de las vivencias de su juventud. Una vez cruzado el río se separaron con un abrazo y la promesa de mantenerse en contacto. Pero no fue así, casi se olvidaron.
Hasta que un día, no hace mucho, se encontraron sin proponerse. Entraron en un deli y pidieron cerveza para refrescar la garganta y la memoria y volverse a contar sus últimas anécdotas. Carlos había decidido venirse a Nueva York desde Arizona por temor a la nueva ley de persecución a los inmigrantes. No había logrado tener una familia por lo que le fue fácil salir sin remordimiento en busca de una nueva oportunidad. Llegó a Long Island y tras un breve reconocimiento de la geografía se fue a vivir a Central Islip. Encontró trabajo en una lavandería que le quedaba a 15 minutos en bicicleta desde su casa. Mientras tomaba la que sería su última cerveza, le contó entre risas a Vicente que varias veces voló de su bicicleta porque algunos autos le habían embestido.
Se hizo de madrugada cuando salieron del local y cada uno se dirigió hacia sus casas. Se prometieron un nuevo reencuentro. Carlos apenas podía mantener el equilibrio y sin embargo decidió seguir su camino a pesar del pedido de Carlos de llevarle a su casa. Le vio alejarse y se perdió en la oscuridad de la noche. Pasaron dos días y fue cuando Vicente se enteró de la trágica noticia. Se quedó desolado cuando vio el noticiero en televisión. Se pedía que alguien identifique a una persona que había sido atropellada en la madrugada pasada. La descripción física era la de Carlos, no había duda. Ahora Vicente se culpa, derrama lágrimas de remordimiento por no haber podido ponerle cerco al destino. Su pena no tiene límite, quizás con el paso del tiempo logre superar ese dolor, por ahora bebe en memoria de su amigo.

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