Tuesday, December 14, 2010

Seguro de Vida

La vida de Magdalena se convirtió en un infierno de la noche a la mañana. Ella se casó por papeles y ahora está en proceso de deportación por una denuncia de su suegro.
Su vida siempre ha estado cruzada por situaciones adversas. Cuando era niña se enteró que el gringo que paseaba por su pueblo era su papá. En los pocos momentos felices que tuvo, recuerda cuando él le tomó de la mano y sin decirle palabra le llevó a tomar helados frente al mar y poco tiempo después desapareció. Tal vez por el recuerdo de su padre aprendió inglés y soñaba con viajar a Estados Unidos. Una asfixia permanente le oprimía el pecho, deseaba con toda el alma salir del círculo en que vivía y siendo jovencita apareció en Nueva York.
Llegó con la ilusión de ver a su padre y contaba con su ayuda. Por referencias sabía cómo encontrarle y en efecto, le halló. Ella nunca estuvo preparada para tal recibimiento. Cuando salió el gringo viejo le dijo que ella pertenecía al pasado y no quería saber nada de ella y menos brindarle su ayuda, le miró con desprecio, cerró la puerta de su casa y dejó a Magdalena otra vez desamparada. De la rabia sacó fuerzas y dignidad y decidió seguir adelante sola.
Entró a trabajar a una agencia de viajes y allí conoció al que sería su suegro. Este hombre le propuso que se case con su hijo para arreglarle su estatus, le pidió seis mil dólares y se hizo el negocio. Para pasar la entrevista en inmigración los supuestos esposos decidieron pasar juntos todo el tiempo posible para conocerse. Salían juntos, paseaban, compraban y una que otra vez se amaron y se conocieron en la intimidad, incluso, dice ella, llegaron a quererse. Tras recibir la residencia fueron separándose, las visitas no eran frecuentes pero se mantenían en contacto.
Una mañana le llamaron a Magdalena para informarle que su marido había muerto en un accidente. Ella se encargó de todos los trámites legales y tras la cremación conservó las cenizas en su casa. Hace poco se enteró que su esposo tenía un seguro de vida y le había nombrado heredera universal de todos sus bienes y allí comenzó la tragedia. El suegro le llevó a la Corte donde denunció que su matrimonio había sido arreglado y reclamaba todo el dinero para él. No se sabe el fin de esta historia.
Magdalena espera la deportación, destrozada, sin ganas de vivir y sin ilusiones, por si acaso ya comenzó a vender lo poco de valor que tiene para llevar algo de dinero al pueblo al que juró jamás regresar.

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