Saturday, October 20, 2012

Siempre un Gato


En el arte de amar nada está dicho. Un encuentro puede darse en un rincón cualquiera, en un palacio con alfombras mullidas, en un solar abandonado, en un auto por ejemplo o donde la imaginación o la premura así lo exijan. Las consecuencias siempre están por verse.
Y es así que Luis quedó fascinado con Marta y ella quedó alelada con la presencia y la estampa del galán. Demasiada gente en la fiesta y un gran estorbo para su propósito. Conversaron apenas, las palabras sobraban, necesitaban un espacio privado, pero dónde.
Salieron al patio y al fondo vieron una casita de madera, se acercaron despacio como quien no quiere la cosa y vieron que estaba sin seguro. Luis como todo un hombre tomó la iniciativa, con una mano abrió muy despacio la puerta y con la otra mano atrajo hacia sí a la dama. Entró primero y en medio de la oscuridad, escuchó un chillido y un golpe en el pecho: era un gato vagabundo que espantado saltó, tratando de escapar de los visitantes. Luis cayó desmayado, según dijo por el impacto. Marta se asustó como es lógico, pero entre risas cuenta que no fue para tanto, sólo sintió pena por el muchacho que lívido pedía agua. Ella le dijo que esperara, que iba a traerle agua y colonia para el espanto y se fue para nunca más volver. Luis no se repone de su ausencia o será de la vergüenza. Eso no se sabe.

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