Wednesday, August 25, 2010

Descansa en paz

Decidió no vivir más. Tomó en sus manos su bufanda favorita, amarró una de las puntas en un gancho que estaba sobre la puerta de su habitación, el otro extremo se lo enrolló en el cuello, hizo un nudo y sin pensarlo dos veces se dejó caer del banquito que hasta hace poco le había servido de asiento para hacer sus tareas. No llegaba a los 18, pero los años hasta ahora vividos le habían pesado como si hubiera transcurrido una vida larga en un infierno. Desde que entró en la adolescencia se dio cuenta que era diferente, que le gustaban cosas distintas y disfrutaba más bien del silencio que de la algarabía del resto de muchachos de colegio. Por eso le señalaron con el dedo y le endosaron los sobrenombres más ofensivos e hirientes.
Decidió no terminar el colegio y se recluyó en su habitación donde permanecía largos períodos que a veces pasaban de una semana.

Sus padres y sus hermanos nunca quisieron aceptar su condición y para ellos era un alivio que desapareciera de la vista por tantos días. Su madre decía que era un artista, un ser delicado, muy sensible y de esta manera justificaba su apariencia. Para su hermano mayor era simplemente un ser repulsivo al que había que ignorar por completo. En cambio con su hermana menor mantenía una relación de negocios, según sus propias palabras, porque con ella confeccionaban chocolates y golosinas finas que luego las vendían a buen precio en distintas tiendas de su pueblo. Este dinero le servía para comprar la ropa fina que vestía, los perfumes y mucha música y libros. Rara vez conversaba con alguien de su familia, prefería hacerlo con gente extraña con la que se sentía cómodo.
Pasaba el tiempo y las depresiones aumentaban. La última señal la dio cuando se negó a comer por varios días y dejó de salir de cuarto, ya no se bañaba ni perfumaba y ya no escuchaba música. Nadie se dio cuenta o no quisieron darse cuenta del cambio. Los padres habían decidido hacer un sacrificio en sus finanzas y le anunciaron que debía alistarse para viajar a Francia, donde ya estaba matriculado en un colegio en calidad de interno. Le dijeron que allá se sentiría a sus anchas porque iba a estar entre gente de su condición, es decir gente sensible con alma de artista. Por eso adelantó su muerte, para no alejarse del lugar seguro donde vivía, donde no hacía daño a nadie, por lo menos eso era lo que imaginaba. Lo dijo su madre durante el velatorio, con un suspiro casi de alivio, “por fin mi hijo descansa en paz”.

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