Saturday, February 26, 2011

El Personaje del Año

Cuando llega diciembre se suele nominar “el personaje del año” como una forma de homenajear a quien se distinguió durante los meses que terminan. Normalmente se busca entre personajes de la política, de la farándula, actores, actrices, deportistas, jóvenes talentosos, líderes comunitarios o aquellos protagonistas de escándalos o de vídeos caseros no autorizados. Esta designación recae normalmente sobre alguien alejado de nuestro entorno, personajes universales, intangibles, etéreos, cuya popularidad se proyecta entre nosotros por los medios de información.
Gabino se une a varias voces contrarias a tal nombramiento porque es pura fantasía, sólo fachada para vender imágenes y promover la farándula. En consenso y como un acto de justicia, estas voces disonantes han nominado este año, no a un personaje, sino a una comunidad como la más destacada de 2010.
La designación recayó sobre la Comunidad de Inmigrantes Indocumentados residentes en Estados Unidos (CIIREU).
Sí, la designación la ganó el indocumentado y la indocumentada -representados en esta comunidad olvidada por amnesia colectiva- por los logros alcanzados durante muchos años. Es histórico su valor y su coraje. Dejar la familia abandonada en busca de dinero en otro país no es un episodio heroico, ni es una decisión antojadiza: es un acto de supervivencia.

Gabino Andino
Hombres y mujeres cruzan países enteros amontonados y camuflados en camiones sin ventilación, entregan su destino en las manos de coyotes desalmados y corruptos que saben de su poder y hacen lo que les viene en gana, incluso se convierten en verdugos de aquellos que no pueden más con su cuerpo y les abandonan en zonas inhóspitas y desiertas. Con hambre, con frío, amenazados, violados, vejados, humillados, secuestrados, chantajeados, para los viajeros nada importa sino el objetivo último que es llegar al norte, aún a riesgo de la vida. Cruzar el río, saltar el muro, atravesar el desierto, llegar, llegar, esos son actos extraordinarios, sin duda.
Una vez en Estados Unidos y si lo logran, la realidad se hace evidente. El idioma que no se entiende y las consecuencias inmediatas: la explotación laboral, la explotación sexual, los trabajos más miserables, con poca paga, mal vistos por el aspecto físico, desconocidos, anónimos, fantasmas, peleándole a la vida un salario. Humillados porque se movilizan en bicicleta, amenazados por la vorágine de los autos veloces que les embisten, cuyos choferes se ríen cuando les ven caer o resbalar de su medio de transporte. Y sin embargo llegan puntuales a su sitio de trabajo, donde deben afrontar el desprecio de otros hispanos y de otras hispanas que tienen un permiso de trabajo y les miran con desprecio, como si padecieran de alguna enfermedad contagiosa.
Aquellos que lograron un estatus legal se convierten en jueces y les amenazan con llamar a inmigración para que no protesten o reclamen sus derechos.
Pero el inmigrante indocumentado es valioso por su trabajo honesto y eficaz. La mayoría de pueblos de Long Island tienen un aspecto paradisíaco, de tarjeta postal, con la hierba o grama bien cuidada, con los árboles podados, limpias las calles de basura, con un ornato de primera, y pocos reconocen que se debe al trabajo de los hispanos. Son ellos los que mantienen bellas a las ciudades de este país.
Son también generadores de riqueza para Estados Unidos. La industria se mueve por la mano de obra barata de los inmigrantes. La economía se mantiene por la productividad de los trabajadores hispanos. Los dueños y accionistas de las factorías se frotan las manos cuando el Congreso rechaza algún tipo de reforma migratoria, porque esto les permite seguir explotando esa mano de obra casi gratuita, sin pago de seguros médicos, sin días de vacaciones, sin días de enfermedad o el pago de otro tipo de compensaciones. Son esclavos modernos y todos los saben y todos lo callan porque es conveniente y beneficioso para quienes ostentan el poder. Para ellos son fuerza laboral, para ellos son máquinas de producción sin derecho a enfermarse o tomar vacaciones. Si faltan, no se les paga y si fallan son fácilmente reemplazados por otros que están desesperados por encontrar trabajo por ocupar un lugar en la línea de producción.
Los inmigrantes indocumentados luchan cada día para enviar las remesas con las que mantienen s sus familias y a sus hijos. Hacen lo imposible para enviar el dinero que les permitirá educarse, alimentarse, vestirse. Aceptan sin chistar cualquier oferta de empleo, aunque signifique dejar de lado el pudor y la inocencia. Y a pesar de tanta pesadumbre, aún mantienen su espíritu altivo. Tal vez para alejar los pesares se refugian en la música, en el baile, en los partys, se dispersan en las barras o caminando por los malls, sin dinero pero decentes y dignos. ¿Acaso esto no es suficiente para nombrarles personajes del año a todos los inmigrantes indocumentados que cada día bregan para hacer más grande a este país? ¿Acaso no son merecedores del aplauso sonoro y sostenido de quienes leen este artículo?
Gabino mantiene su sueño intacto de justicia, mantiene la esperanza de que los millones de indocumentados vuelvan a ser tratados como seres humanos con identidad. A pesar del pesimismo que se augura para los próximos meses, Gabino sabe que una reforma migratoria es posible, sí, con la participación y el apoyo de ex-inmigrantes indocumentados es posible. Lucidez y un corazón lleno de esperanza para todos y todas en 2011.

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