Sunday, June 5, 2011

Casi un final felíz

Y decidió viajar contra viento y marea. Dijo que no le importaba estar embarazada de siete meses, ni se detuvo a pensar en los riesgos. Su único objetivo era alejarse de aquel hombre violento que había sido su pareja.
Ella, Marta, es hija de Elena quien hace poco tuvo que buscar una alternativa para poner fin a la vida miserable que tenía su hija y decidieron el viaje, a pesar de las amenazas de muerte y las futuras consecuencias que pueden ser trágicas.
Elena llamó por teléfono a un coyote en su país y tras varias negociaciones llegaron a un acuerdo que iba a ser costoso pero que garantizaba la seguridad de Marta y su llegada a Estados Unidos en el menor tiempo posible. Elena pagó al coyote 9 mil dólares -una cifra astronómica- con el fin de que la muchacha no camine durante su travesía.

Marta salió de su país un martes por la noche, llamó por teléfono a su madre, pidió sus bendiciones y no se supo de ella hasta dos semanas después cuando Elena se enteró que su hija estaba secuestrada en Tamaulipas. El coyote había entregado a la muchacha a un grupo de extorsionadores que llamaron por teléfono a Elena exigiéndole miles de dólares a cambio de la libertad de Marta. Fueron largos días de angustia, de ruegos, de lamentos, de diálogos conmovidos por un lado y de amenazas por el otro. Tras pagar una cantidad indeterminada, los mafiosos ofrecieron sus servicios como coyotes para cruzar a Marta a los Estados Unidos. Ella fue juntada a un grupo de más de 20 personas, entre hombres y mujeres y una madrugada lograron cruzar un río. Una vez en el otro lado comenzó la caminata y comenzó también el calvario para Marta. Sólo pudo avanzar unos pocos kilómetros. Su cuerpo espinado y maltrecho ya no daba más, por la sed apremiante que sentía tomó agua de un charco y luego se sentó y rogó que le ayudaran a regresar. Los coyotes le dejaron sola, le dijeron que no podían hacer nada y se alejaron llevando al resto del grupo hacia su destino.

Marta pensó que moría, se levantó y caminó sin rumbo por horas. A lo lejos vio el polvo levantado por un vehículo y corrió hacia allá. Era un carro de inmigración.
El desenlace fue rápido. La llevaron a una estación, la interrogaron y un agente llamó a Elena. Le dijo que Marta podía viajar hacia Nueva York, estaba autorizada, la subieron a un bus y emprendió el viaje. Elena espera a su hija, quien deberá ir a la Corte, enfrentará a un juez y esperará por una decisión legal.
Por ahora su mamá quiere disfrutar de la presencia de su hija, a la que no ha visto desde hace siete años. Con una sonrisa Elena dice que abrazar a Marta será el mejor regalo que recibirá por el Día de la Madre.

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