Sunday, June 5, 2011

La ausente

Era la mujer más linda de la factoría y se fue. Los corazones de los hombres quedaron rotos, sus sentimientos heridos y las mentes perturbadas. Es una exageración dirán algunas voces discrepantes. Pero es cierto. Ella con su presencia llenaba de luz el ambiente casi sórdido de la factoría. Con su risa cautivaba a todos los hombres y se sentían dichosos cuando ella se ponía a conversar por breves minutos.

Se llevaba bien con las mujeres pero prefería a los hombres, tal vez para escuchar cada suspiro y sentirse halagada con tantas palabras de elogio que recibía de ellos. En los momentos de descanso le gustaba hacer bromas de doble sentido que en su boca sonaban como algo sensual, pero si lo decía otra sonaba como algo grotesco. Y ella se fue sin decir nada a nadie, ni siquiera a los supervisores que también estaban prendidos de sus encantos.



Ahora los hombres se reúnen en el baño para recordarla, es el único sitio donde se puede hablar a lengua suelta. Uno recuerda su figura; otro describe cómo le quedaban esos jeans ajustados que gustaba vestir; aquel se engolosina de sus labios y su risa. Todos coinciden en que su ausencia es una tremenda pérdida difícil de superar, claro, está el tiempo, el implacable.



Ante tanta conmoción una mujer se encarga de difundir los peores defectos de la ausente y como una sentencia final -que a todos les cae como un golpe bajo-, dice: “ella se fue porque ya se cansó de tanto robar”.

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