Thursday, January 5, 2012

El viaje de Armando

Armando vive en un pueblo cercano al mar, tiene 16 años y como cualquier chico de su edad, le gustaba reunirse con sus amigos en la esquina del barrio a matar el tiempo. Pero a veces el término “matar” se aplica al pie de la letra tal como les sucedió una tarde a los amigos de Armando. Cinco de ellos se habían juntado para planificar un paseo a la playa. Nadie prestó atención cuando llegó una motocicleta con dos hombres, quienes sin decir palabra apuntaron sus armas y asesinaron a cuatro de los amigos de Armando, él salió ileso. Antes de irse, uno de ellos le miró a los ojos al muchacho, se llevó el dedo índice a la boca sugiriendo que no abriera la boca y se alejaron a toda prisa.
Desde entonces, Armando tiene delirio de persecución y por su seguridad se fue a vivir con unos familiares en un pueblo alejado.
Su mamá, Aurora, se enteró de esta tragedia al día siguiente del suceso y desde ese momento decidió traer a Armando a vivir en Estados Unidos. Pidió el dinero a un prestamista y pagó diez mil dólares a un coyote para que cruzara a su hijo.
Y en efecto, las cosas resultaron perfectas. El chico tardó apenas un mes y quince días en llegar a Long Island, sitio de residencia de Aurora. Ella salió a esperarle a la estación de buses de Hempstead donde llegó la van que traía a varios viajeros desde la frontera.
Mirar a su hijo después de diez años de separación le conmovió tanto que se echó a llorar como una Magdalena. Sus lágrimas se convirtieron en rictus de dolor cuando quiso abrazar a su hijo y éste le rechazó, apenas le saludó y no habló hasta que llegaron a casa.
Aurora justificó la actitud de su hijo por el trauma de ver a sus amigos muertos, pero él le aclaró a gritos que no la quería por haberle abandonado cuando era niño. Ella quiso explicarle la razón, pero Armando no la dejó hablar y le dijo que se iba a vivir con un tío con el que ya se había comunicado por teléfono y sólo esperaba que viniera a recogerle.
Aurora cuenta que el muchacho lleva casi dos semanas sin hablarle y se siente culpable por no tener la capacidad de explicarle que en estos últimos diez años casi se le va la vida trabajando para mantenerle, educarle, vestirle, alimentarle, satisfacerle los caprichos y ahora sólo recibe desprecio. Aurora tiene dolor en su alma y cree que no valió la pena tanto sacrificio. Sobre la deuda del viaje de Armando dice que no piensa pagar ni un centavo y no le importa nada si esto le trae problemas, al final en poco tiempo se regresará a su país a terminar sus días en su casita que está abandonada.

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