Thursday, January 5, 2012

Esperando un milagro

Raúl tiene 24 años de edad y está al filo de la muerte. Tiene cirrosis por lo que debe recibir hemodiálisis cada tres días, aunque no es suficiente. Por dos ocasiones sus pulmones se han llenado de líquido y sólo la oportuna atención médica le han salvado la vida. Raúl está internado en el hospital desde hace dos meses y no tiene esperanza de recuperación, por eso llora su madre. Tras superar el impacto del primer momento, Clara cuenta cómo sucedieron los hechos. Ella se vino a Estados Unidos cuando Raúl era un adolescente de 15 años y es ahí cuando aprendió a tomar alcohol. Sus otros hermanos contaban a Clara que el muchacho bebía hasta caer al piso casi todos los días. Fueron largos años de angustias, de consejos, de promesas pero no hubo resultados, Raúl se convirtió en alcohólico. Tras seis años Clara logró traer a su hijo a su lado pero la alegría duró poco. Raúl no duraba en los trabajos, se peleaba con sus jefes y le despedían. Desocupado y sin trabajo tomaba todos los días. Y pasó lo inevitable, una noche comenzó a quejarse de dolor de espalda pero nadie le hizo caso. Salió como siempre y no volvió por dos días. Preocupada Clara salió a buscarle, le encontró en un parque donde viven personas sin hogar, estaba inconsciente, hinchado, con la piel verdosa, intoxicado. Le llevaron al hospital y ahí lograron estabilizarle con el desenlace anotado. Clara no pierde la esperanza aunque los partes médicos no son nada halagadores. Ella acude cada tarde, después del trabajo, a ver a su hijo, a su hijito del alma. Aunque la cuenta del hospital sube como la espuma, ella no piensa en eso, sólo espera el milagro de ver a su hijo sano para llevarle de vuelta a su país donde es seguro que se recupere. Ese sí sería un milagro.

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